Desagravio al "Botas"
Antonio
Salvador
UCR
24 de Octubre de 2009
|
El Botas
iba solo, paseando, sonriendo a los señores que se quitaban
el sombrero a su paso. Lo que mas extrañaba de él a los
chicos del barrio eran unos botines blancos sobre los
zapatos de charol: por eso le llamaban "El Botas".
(Eduardo Haro Tecglen)
|
Si alguna vez hubo en España una derecha
civilizada, de las usuales allende los Pirineos, Niceto
Alcalá-Zamora y Torres debería cargar sobre sus hombros la
responsabilidad de semejante disparate.
Patricio berroqueño del campo andaluz, ministro
alfonsino en las postrimerías del turnismo canovista, republicano
por obra y gracia de don Miguel Primo, el Botas de Chamberí,
anatemizado por la reacción, ignorado por la revolución.
Hasta que el general Primo de Rivera, con la anuencia y
el aplauso de Alfonsito el Terrible, tomó el toro por los cuernos,
Alcalá Zamora era uno de los muchos petimetres agazapados en las
filas de las Restauración, un prestigiado leguleyo al servicio de la
oligarquía improductiva detentadora del poder. La dictadura del
jerezano arrojó en brazos de la diosa República a destacados
liberal-conservadores, cansados del borboneo practicado por el rey,
facultado por la Constitución de 1876 para intervenir en la
administración del negocio público.
José Sánchez Guerra, Santiago Alba, Miguel Maura,
Francisco Bergamín, Ángel Ossorio y Gallardo, dejaron al monarca en
la estacada conforme el Directorio militar se eternizaba, maquillado
a partir de 1925 bajo el adjetivo civil, entrando en el gobierno
José Calvo-Sotelo o Galo Ponte.
Proclamada la Segunda República Española en olor
de multitudes, Alcalá-Zamora, católico y hombre de orden, fue
elegido presidente del gobierno provisional por los propios miembros
del gabinete, entre los que destacaba don Manuel Azaña. Tras la
aprobación de la Constitución de 1931, la mayoría
republicano-socialista le aupó a la presidencia de la República,
para gran escarnio de la derecha ultramontana.
Don Niceto quiso pergeñar de la nada un
bloque de fuerzas derechistas lealmente republicanas, empeñadas en
la defensa del régimen leal hasta las últimas consecuencias, en
contraposición al apego monárquico de las clases poseedoras, ligadas
a la dinastía Borbón como garantía del mantenimiento de sus
privilegios de clase. En la ardua tarea encontró la colaboración del
hijo más preclaro de Antonio Maura, el gran patrón del
conservadurismo español: Miguel Maura Gamazo.
La utopía de encauzar por la vía
republicana los ímpetus protofascistas de la plutocracia quedó en
agua de borrajas, saboteada por el Vaticano, inspirador de la CEDA
como partido socialcristiano, aglutinante del pequeño y del gran
campesinado, de la gran burguesía y del capital financiero. La
Derecha Liberal del tándem Alcalá-Zamora-Maura fue abortada antes de
despegar, pulverizada por los futuros organizadores del 18 de julio.
El presidente de la República quedó aislado
en su cubil, sin el respaldo de una fuerza política de empaque,
obligado por las circunstancias a ejercer de árbitro entre las
distintas facciones en liza. La izquierda azañista se empecinó en
obstaculizar su labor, cegada por las complejas relaciones
personales entre Alcalá-Zamora y su líder e inspirador.
Una vez ganadas las elecciones de febrero
del 36, el Frente Popular despojó a don Niceto de la presidencia,
encaramándose a ella don Manuel Azaña. Socialistas, republicanos de
izquierda, comunistas, anarcosindicalistas, contribuyeron a la
campaña de acoso y derribo del cordobés, siendo utilizados
subrepticiamente por las derechas.
Niceto Alcalá-Zamora puso coto a la
ambición desmesurada de Alejandro Lerroux, evitó que Gil-Robles
ocupara la jefatura del gobierno, nunca confió en la lealtad
constitucional del general Franco, actuó como freno para los
ejecutivos del bienio negro. Una vez estallada la guerra civil, hizo
mutis por el foro, exiliándose a Argentina, donde falleció en 1949.
Dos de sus retoños combatieron en el
Ejército Popular de la República, sosteniendo el régimen político
que su padre personificó, la misma República Española que él
abandonó a su suerte, poniendo tierra de por medio.
Sirva este escrito como un pequeño acto de
desagravio al republicano de derechas que intentó lo imposible:
domar a la montañesa derecha española, salvaje y arisca desde
Atapuerca.
------------------