Entre los asesinados por los insurrectos
estaban los concejales que en aquellos
aciagos días ocupaban los asientos que por
decisión popular tenían asignados en la
Corporación Municipal. Pues bien hoy,
setenta y dos años más tarde, los concejales
que se sientan en esos mismos bancos y que
pertenecen al Partido Popular decidieron
retirar la placa conmemorativa de aquellos
alevosos asesinatos. Estos ediles
consideraron, según manifestó su alcalde en
funciones, que “si esa placa no está
permitida en la normativa del cementerio se
retira sin más problemas”.
A la vista de esta rígida actitud del Ayuntamiento granadino,
el grupo municipal del PSOE presentó una
moción para que se colocara nuevamente una
placa en la tapia del cementerio de San
José; y esta vez con todas las bendiciones
municipales. No obstante, en el pleno
celebrado el pasado viernes los votos
mayoritarios del PP tumbaron la moción
presentada por los socialistas, que sí fue
apoyada por los ediles de IU. El concejal
popular que defendió la postura de su
partido acusó a la oposición de querer
“debatir sobre muerte” en vez de en temas
tan preocupantes como la crisis económica.
La obsesión del PP por desviar la atención sobre cualquier
materia que les pueda afectar, aludiendo
siempre a la crisis económica, resulta ya
verdaderamente obscena y supone un desprecio
a la inteligencia de sus conciudadanos a los
que minusvaloran, hasta el extremo, de
considerarlos incapaces de prestar atención
a más de un asunto a la vez.
Cuando me he enterado de la noticia me ha venido a la mente
el poema de Antonio Machado que, a pesar de
haberlo escrito en la primera década del
pasado siglo, parece estar cada día más de
actualidad: “En todas partes he visto
caravanas de tristeza, soberbios y
melancólicos borrachos de sombra negra, y
pedantones al paño que miran, callan y
piensan que saben, porque no beben el vino
de las tabernas. Mala gente que camina y va
apestando la tierra”.
La diferencia entre “la mala gente” que describía el poeta
sevillano y la que hoy niega a los demás la
oportunidad de rememorar a sus víctimas, a
pesar de que ellos atiborraron los muros de
las iglesias con los nombres de sus caídos,
estriba sólo en que “la mala gente” de ahora
apesta también la tierra pero con
sofisticados perfumes y con el aliento a
exquisitos caldos.
Y si de Granada se trata como no recordar a
García Lorca, el poeta de la luz y la
alegría, que también fue fusilado en una
triste madrugada del mes de agosto de 1936
por la misma sinrazón que acabó con sus
2.400 paisanos y al que el mismo Antonio
Machado dedicó un estremecedor poema que
terminaba con los siguientes versos:
Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
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Gerardo
Rivas Rico es Licenciado en Ciencias
Económicas