Un filme redescubre a Cipriano Mera, el cenetista que
batió a Mussolini en el 36
Cipriano Mera, el último
revolucionario
Carlos Prieto
Público
7 de
Diciembre de 2009
¡Más
maletas, es la guerra! Quien pensara que el
fotógrafo
Agustí Centelles,
protagonista de la controversia cultural de la
semana, era la
única persona que huyó de España en 1939
portando una maleta codiciada por todos se
equivocaba. El cenetista Cipriano Mera manejó
hasta dos maletas de contenido explosivo, como
se cuenta en el documental de Valentí Figueres
Vivir de pie. Las guerras de Cipriano Mera,
que se estrenó el viernes.
La mejor manera de comprender el mito de
Cipriano Mera, el albañil anarquista que llegó a
comandar la 14ª división del Ejército
republicano durante la contienda, es
desvelar el contenido de estos dos bultos. El
primero llegó a sus manos tras batir a las
tropas de Mussolini en la Batalla de Guadalajara
(marzo de 1937). Era del general italiano
Annibale Bergonzoli. En su interior había "fotos
del militar vestido con ropa interior femenina",
explica Figueres. No sabemos qué se le pasó por
la cabeza a Mera cuando vio a su enemigo en el
campo de batalla travestido, pero sí que ordenó
quemar las fotos y se quedó con la maleta
italiana. |
Un combativo Cipriano Mera en un mitin de la
CNT. |
Dos años después, durante los caóticos días de la caída
de Madrid, tuvo la oportunidad de cambiar la maleta de
Bergonzoli por otra repleta de dinero y joyas. Pero no
lo hizo (aunque, como veremos, algunos pensaron que sí
se quedó la pasta). Envió la bolsa del tesoro al Banco
de España con la siguiente nota: "De parte de Cipriano
Mera". No sería la última vez que este hombre
salido de la miseria de pequeño compartió cama con sus
ocho hermanos, aprendió a leer y a escribir a los 23 años
y practicó la acción directa contra la dictadura de
Primo de Rivera y los pistoleros de la patronal
demostraría su condición de persona recta e íntegra
hasta el final.
Dando
tumbos por el mundo
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Mera
partió entonces al exilio africano: tres
años de prisiones, fugas y campos de
concentración en los territorios franceses del
Norte de África. Por si no tuviera
suficiente con haber perdido la guerra, sus
problemas se agudizaron debido a un equívoco.
Circulaban por ahí todo tipo de leyendas sobre
las fabulosas cantidades de dinero que habían
sacado de España los jefes vencidos del Ejército
republicano. Tanto las autoridades francesas en
Casablanca como los espías franquistas y algún
que otro refugiado estalinista creían que Mera
escondía en su maleta el oro suficiente para
montar una guerrilla anarquista para luchar
contra Franco. Entre todos ellos le hicieron la
vida imposible. A Mera toda esta situación le
puso de los nervios. "Repugnante es que los
hombres tengan que huir de los hombres para
poder vivir", escribió en su diario mientras
vagaba por los desiertos marroquíes.
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Finalmente fue trasladado a una
cárcel española, donde penó tres años hasta
que, en un intento de las autoridades por lavar su
imagen exterior, le concedieron el indulto. Pero Mera
erre que erre: el día de su liberación le espetó a su
carcelero una de las sentencias más demoledoras sobre la
España de los años cuarenta: "No pedí el indulto, sólo
me sacan a un patio más amplio que el de esta prisión".
El
abuelo rebelde
En esa época, enterró su maleta bajo su casa, en el
barrio de Tetuán de las Victorias, a salvo de las
redadas de la Policía franquista. Nadie parecía saber
nada de su paradero hasta hace unos meses, cuando el
equipo de rodaje de Figueres la encontró por casualidad,
olvidada en la casa de la viuda del hijo de Mera,
Floreal, en la periferia parisina. "No dimos crédito.
Allí estaban los partes de guerra de su cuerpo del
Ejército y otros manuscritos", rememora el cineasta.
Pero lo más sorprendente estaba por llegar:
Figueres tuvo que explicar a los nietos de Mera, que no
hablaban una sola palabra de español, quién era en
realidad su abuelo. "No tenían ni idea ni de su
militancia sindical, ni de su activa participación en la
Guerra Civil. Ninguno había leído las memorias que
publicó Ruedo Ibérico", cuenta el cineasta aludiendo a
Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista,
editado por la mítica editorial antifranquista afincada
en Francia en 1974.
Tan sólo una de sus nietas recordaba que el abuelo había
desaparecido misteriosamente de casa durante algunas
jornadas del mes de mayo de 1968. "Nos preguntábamos
donde estaría", cuenta en el filme. Muy fácil: el abuelo
estaba tirando abajo un muro. "Esta es una película
sobre un albañil y tres grietas", explica Figueres. "La
primera grieta se produjo tras la Revolución Rusa de
1917, que dio alas a aquellos que como Mera ansiaban la
revolución social. La segunda el 19 de julio de 1936,
cuando el pueblo se alzó en armas y se inició el corto
verano de la anarquía".
La tercera grieta se abrió durante el mayo francés.
"Desde 1936, Mera no había vuelto a ver esa energía que
hace tambalearse al mundo", cuenta el documental. Tras
sufrir un exilio doloroso (detenciones, cárceles,
expulsión traumática de la CNT por enfrentarse a la
dirigencia exiliada en Francia), Mera se llevó
la gran alegría de sus últimos años de vida viajando en
bicicleta (libre de equipaje) por las barricadas
parisinas. Justicia poética, lo llaman. |