Este 30 de
agosto se cumple, además, un año desde el anuncio de
las primeras actuaciones de la Audiencia Nacional. Y
muy pocas cosas del proceder de nuestras autoridades
desde entonces han resultado comprensibles ni
aceptables. Los crímenes del franquismo sí que son
de lesa humanidad,
el Pleno de la Audiencia Nacional debió declararse
inexcusablemente competente en el caso de los niños
robados en Francia, Bélgica… y tampoco debió dejar
de lado la doctrina Papon del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos. Del nulo esfuerzo de nuestro
Gobierno para buscar a esos pequeños y devolvérselos
a sus familias mejor ni hablar. Y, lamentablemente,
mucho más.
Banalidad del mal de
Hannah Arendt
Por mi parte – confeso lector de Hannah Arendt,
seducido por su inquietante concepción del mal como
“banalidad” cotidiana de lo inhumano, como
alejamiento de la
realidad e irreflexión capaz de generar más
desgracias que toda la maldad intrínseca del ser
humano junta – de entre todo lo acaecido en
este largo año, no puedo evitar quedarme con algo de
menor repercusión mediática pero, en si mismo,
expresivo de dicha banalidad cotidiana, subyacente
en el caso español, y que espero que algún día me
sirva para poder intentar explicar todo esto a mis
propios hijos.
Competencias “de
sanidad mortuoria”
Me refiero al debate que tuvo lugar el pasado 11 de
marzo de 2009, cuando el Senador Sampol i Mas, del
Grupo Mixto, trató de llevar adelante una propuesta
de reforma de la “ley” de la memoria por la que
fuese el Estado, y no las familias, el que asumiese
la responsabilidad y el impulso de localización,
exhumación e identificación de los desaparecidos de
Franco – un desatino, al parecer, tan descabellado
como lo exigido con toda normalidad por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos y nuestro propio
Tribunal Europeo, y lo también llevado a cabo por la
propia Generalitat de Catalunya dentro de nuestro
mismo Estado –; ante lo que la portavoz del Grupo
Socialista en dicho debate, la Senadora Sumelzo
Jordán, llegó a reprocharle desconocer la
"competencia de sanidad mortuoria, que es ejercida
por las comunidades autónomas, o con los cementerios
y servicios funerarios, competencia de las entidades
locales" (Cortes Generales, Diario de Sesiones del
Senado, Año 2009 IX Legislatura Núm. 32, páginas
1442 y ss).
Competencias de
humanidad
¿Qué se puede decir ante ello?, ¿no se le entrecorta
a uno la respiración pensando en la inmensidad de
todo esto, en las
cifras de genocidio de lo perpetrado por el
régimen franquista, en los más de ciento cincuenta
mil desaparecidos…reducido en la argumentación
banal a un
problema tecnocrático de competencias de
salubridad?, ¿en qué reglamento, estatal, local,
autonómico, quedarán las competencias para la
compasión, para la humanidad y para el reencuentro
de lo más querido tras toda una vida?
Condena a la espera
Es lo que tiene la banalidad, la misma que llevó a
muchos alemanes que no eran Eichmann ni muchísimo
menos a tolerar también, a callar, a dejar hacer: en
ausencia de la debida toma de conciencia ética en
torno al alcance material, inhumano, de los propios
actos – sustituida ésta por la obediencia a la
consigna de partido – toda la crueldad e inhumanidad
de una condena de
espera a decenas de miles de personas no
tiene porqué encontrarse ya en las intenciones de
sus perpetradores – triviales y de mera conveniencia
política – pero sí que se encontrará en el
resultado: en todo ese
dolor banalizado,
perpetuado.
Ausencia del valor
moral necesario
Y esa es exactamente la foto de la situación de los
desaparecidos del franquismo en España, de sus
familias: pura banalidad hecha política y ausencia
del valor moral necesario para asumir el riesgo de
hacer lo democráticamente preciso para proteger los
derechos humanos; en normal aplicación, además, de
los tratados ratificados por nuestro país. Y a
partir de ahí todo el aluvión de originalidades
“autóctonas”, por no decir
franquistas,
copiadas a Franco, que jalonan nuestras políticas de
la memoria en materia de desaparecidos; el constante
intento de regate a la legalidad internacional. Las
escalas serán distintas, pero el mecanismo de
banalización, burocrática y política, del
sufrimiento ajeno de colectivos enteros siempre es
el mismo.
No habrá justicia en
España
Los desaparecidos del franquismo y sus familias no
van a encontrar justicia en España, no importa
cuantos instrumentos jurídicos les amparen: porque
muy poco de lo que han dicho o hecho nuestras
autoridades políticas y judiciales en el último año
en nuestro país tiene nada que ver con los derechos
humanos reconocidos a todas estas personas.
Seguiremos, por tanto, cargándonos de razón aquí,
agotando instancias internas en las que ya casi
nadie cree, recopilando atentamente dislate tras
dislate jurídico – negro sobre banco y en papel
oficial – y acudiremos con todo ello a los
tribunales y organismos internacionales: será
difícil y requerirá tiempo pero nuestras autoridades
pueden ir teniendo claro que jurídicamente tampoco
se lo vamos a poner fácil, no importa los ilimitados
recursos y medios de que dispongan; y cada éxito,
que algunos también conseguiremos en los próximos
años, perseguirá, a golpe de sentencia, a los
hacedores de esta “ley” de la vergüenza histórica
para los desaparecidos y sus familias, pero también
con ello, inevitablemente, a las siglas políticas
detrás de la misma.
Suerte de los
desaparecidos y PSOE unidos
Es curioso que no se haya percibido todavía esto,
hasta qué punto la concreta situación de los
derechos humanos de los desaparecidos y PSOE son dos
conceptos que han quedado ya indisolublemente unidos
a través de dicha “ley”, para bien o para mal, y el
limitado tiempo que queda para liderar y rectificar
todo esto antes de que la única opción al alcance de
los hacedores de la misma sea la de ponerse el casco
y encajar, como mejor se pueda, el descrédito
superlativo de las resoluciones que habrán de venir
a poner en su sitio tanta banalidad
institucionalizada, cruel e inhumana, con todas
estas víctimas que solo quieren recuperar a sus
seres queridos y la normal observancia del Estado de
Derecho.
Llegará el día de la
vergüenza
Llegará el día en que tendrán que dar explicaciones
ante tal o cual condena internacional por violación
de derechos humanos de víctimas indefensas. Llegará
el día en que tendrán que pedir perdón y asumir ante
nuestra sociedad toda la falta de humanidad impune
de sus actos de hoy, desde el poder, hacia estas
familias: competencias autonómicas de “sanidad
mortuoria” y muchas otras cosas más, incluidas.
Llegará el día de la vergüenza colectiva en el que
esa “ley” no la habrá hecho nadie, y quien de
ninguna manera pueda borrarla de su curriculum sólo
habrá colaborado en la misma “limitándose a cumplir
órdenes” o “a la luz de la información disponible en
el momento”, como pretende hoy Aznar con sus armas
de destrucción masiva de Irak, y nadie se cree.
Llegará el día en el que cueste trabajo creer que
fuese real la España en la que el normal
cumplimiento de los deberes de oficio de la Guardia
Civil representaba una noticia de nacional a
celebrar. En estas andamos.
Héroes de la Segunda
República Española
Estamos defendiendo el sistema internacional de
derechos humanos y a quienes se dejaron la vida
defendiendo nuestras
libertades,
a sus familias, a sus pequeños secuestrados con una
crueldad y en medio de un silencio infinitos; y
llegamos muy tarde, demasiado tarde, para poder
devolverles casi nada: a sus seres queridos
arrebatados sí que vamos a hacer que los busque y se
los devuelva el Estado, con todos sus medios, como
es debido, o al menos no vamos a dejar de intentarlo
mientras haya un sólo mecanismo internacional al que
podamos recurrir: esa defensa de nuestros
defensores, héroes de nuestra República, es lo
mínimo que les debemos, el próximo 30 de agosto y
todos y cada uno de los días del año, aunque buena
parte de nuestra sociedad se haya olvidado durante
tanto tiempo de que eso es justamente lo que son y
siempre serán: héroes; y aunque hayan tenido que
pagar, ellos y sus familias, tan, tan, caro el tener
que serlo.
El momento de alzar
la voz
Ahora más que nunca es el momento de que cada cual
alce su voz dentro y fuera de nuestro país contra
toda esta sin razón, y la oponga con todos los
medios democráticos a su alcance.
Esfuerzo y
determinación
Con esfuerzo y determinación, sabiendo el por qué
vamos a luchar en esta nueva etapa de
internacionalización de los cientos y cientos de
fosas comunes y los niños perdidos de nuestra
transición ejemplar, de la mano del derecho y de las
instancias de derechos humanos, y con un poco (mejor
que sea mucha) suerte, que nunca está de más,
llegará otro 30 de agosto como el que estamos
próximos a conmemorar en el que todo este artículo
podrá ser reescrito en tiempos verbales pasados como
crónica de la banalidad de un periodo negro de
impunidad y violación de los derechos humanos de los
desaparecidos y sus familias en nuestro país –
juicio y persecución del juez Baltasar Garzón
incluido –, de silencio de tantos; un periodo que a
todos nos producirá sonrojo y rechazo unánime y que,
como en la “revolta permanente” de Llach,
perseguirá para
siempre a los nombres de todos sus
protagonistas, de todos los responsables del actual
engranaje del dolor. Demasiado dolor, mucho más para
aquellos para los que tampoco vamos a poder llegar a
tiempo en las instancias internacionales, ¿por qué
tiene que seguir siendo todo esto así en este
bendito país treinta años después?
Si abrí los labios
para ver el rostro
puro y terrible de
mi patria,
si abrí los labios
hasta desgarrármelos…
----------------------
Miguel Ángel Rodríguez Arias es investigador de
Derecho penal Internacional de la Universidad de
Castilla-La Mancha, autor del libro "El caso de los
niños perdidos del franquismo: crimen contra la
humanidad", (Tirant Lo Blanch, Valencia, 2008) entre
otros estudios en la materia