Mauthausen. «Los alemanes nos asesinaron, pero Franco
promovió el exterminio»
Melchor Sáiz-Pardo
Colpisa 6 de Abril de 2009
Dos
de los supervivientes
españoles de Mauthausen
lamentan que muchos de sus
compañeros de encierro
murieran sin un solo
reconocimiento
Son los primeros españoles que declaran en un proceso contra los nazis. El cántabro Ramiro Santisteban y el zaragozano Jesús Tello, ambos octogenarios y testigos de la causa abierta en la Audiencia Nacional contra cuatro miembros de las SS, sobrevivieron a cinco años de cautiverio en Mauthausen (Austria) y a 64 años de olvido. No hay rencor en sus palabras, pero se quejan de la falta de atención de los gobiernos democráticos en todos estos años.
-¿Qué esperan de la justicia española en el proceso que acaba de comenzar?
-Ramiro Santisteban: Poco. Llega muy tarde. Quedan poquísimos republicanos de los campos con vida. Cientos de supervivientes españoles de los campos han muerto de viejos sin un solo reconocimiento. Se han ido al otro lado sin tener la satisfacción de que su país se acordaba de ellos o hacía algo contra sus verdugos. La democracia se ha olvidado de los españoles que pasamos por los campos nazis. Con Franco era entendible ese olvido, pero es que desde que murió el dictador no se ha hecho nada.
-Jesús Tello: Sí, ha llegado tarde. Hemos sido los olvidados y seguimos siéndolo. Nunca han llamado a nuestra puerta. Los gobiernos democráticos se han limitado a algunos gestos, como cuando Zapatero visitó Mauthausen
-¿Qué le piden entonces a la España democrática?
-R. S.: A estas alturas y con casi todos esos españoles muertos, sólo pediría que terminen con los símbolos franquistas. Para nosotros es un horror ver estatuas del dictador o símbolos de aquella época. En Berlín o en Roma sería impensable ver estatuas de Hitler o Mussolini.
-¿Qué fue lo peor de sus cinco años en Mauthausen?
- J. T.: Lo peor es, como nos ocurrió a nosotros, ver a miembros de tu familia en el campo. Santisteban estaba con su padre y su hermano y yo con mi padre. En esas circunstancias sufres más por lo que pueda pasar a tus cercanos que el dolor y las penurias que tú padeces. Es mejor estar solo, únicamente acompañado de compañeros.
-R.S.: El dolor es múltiple. Sufres por ti y por los tuyos. Yo vi castigar a mi padre al poco de llegar al campo. Lo llevaron a la compañía disciplinaria tres meses, que era lo mismo que llevarlo a la muerte por agotamiento subiendo piedras de una cantera. Y yo no pude hacer nada. Fue lo peor.
-¿Cuál era su rutina en el centro de concentración?
-J.T.: Trabajar y trabajar hasta la extenuación en la cantera. Desde las cuatro menos cuarto de la mañana hasta la caída de la noche, alimentados con un poco de pan o una patata. Y eso que estábamos en un 'comando de jóvenes' y teníamos mejores condiciones que el resto.
Vivir con la muerte
-¿Cómo lograron sobrevivir?
-R.M.: Te acostumbras a vivir diariamente con la muerte. Llegamos muy jóvenes, muy sanos y muy espabilados de la Guerra Civil. Eso nos ayudó. Era importante también la estabilidad mental, desechar diariamente los pensamientos negros y la desesperación, y sobrevivir día a día. Pero era difícil. Vivimos cinco años pensando que ese podía ser nuestro último día; cada día veíamos el humo del crematorio que te lo recordaba.
-J.T.: Y también suerte. Suerte de no caer enfermo porque cualquier enfermedad era la muerte. Un resfriado podía ser el final. Suerte de no caerle mal a un 'capo' del campo. Y suerte de no estar en un pelotón del que decidieran prescindir y lo mandaran fusilar.
-¿Fueron castigados alguna vez?
-R.M.: Todos fuimos castigados. Los nazis utilizaban los castigos y la humillación para su diversión. A mi casi me mata un vigilante por cargar a un prisionero de la cantera con una piedra demasiado pequeña. Me molió a palos con un pico y me golpeó con la culata de su pistola en la nuca durante un cuarto de hora. Temblaba de miedo mientras me decía que me iba a matar.
-J.T.: En Mauthausen todo era maldad y degeneración absoluta. A mí se me ha quedado marcado un recuerdo de lo que valía la vida humana. Los conductores de los camiones nazis ni siquiera trataban de frenar si había un preso cruzando la calzada cargado con 30 kilos de piedras. Lo atropellaban. La vida no valía nada.