C
uando Teodulfo Lagunero vio las condiciones en las que vivía Alberti
en Roma, se ofreció a ayudarle sin que el poeta le pudiera poner
pegas. Y la mejor manera que encontró de hacerlo fue irle comprando
algún cuadro todos los meses. Actualmente, atesora tantas firmas de
Alberti como recuerdos que lo unen a él: "Si empiezo a contar
anécdotas de Rafael, no paro", dice. Y relata, satisfecho, que hizo
de su doble en una película y que una mujer lo confundió con él. Que
durante el proceso de Burgos entraron en una iglesia, en Roma, y
allí fue donde el poeta escribió Cinco clavos. Que durante la
representación en Italia de Noche guerra en el Museo del Prado
recibieron amenazas y fueron vigilados "por treinta o cuarenta
comunistas que llevaban un pistolón en las carteras".
-¿Recuerda cuál fue su primer contacto con Rafael Alberti?
-Lo cuento en Una vida entre poetas. En Roma, un amigo me ofreció la
posibilidad de conocerlo en persona. Algo que me hacía muchísima
ilusión porque de pequeño, mi padre -que era profesor de Historia-
me había enseñado a leer con poemas de Alberti y de Lorca. Y él nos
recibió con toda la cordialidad del mundo.
-¿Cómo lograban contactar desde España?
-Bueno, yo vivía entre en Francia e Italia: compré una casa en Roma
y todo para estar con ellos. Cuando yo no estaba, Alberti la
utilizaba como estudio, para pintar. Salíamos todos los días a
pasear, cosa que era un privilegio, y luego por las tardes había una
tertulia a la que asistían todas las personalidades del mundo de la
cultura, premios Nobel, increíble... Académicamente, Alberti sólo
era bachiller, pero tenía una cultura increíble y una gran
sensibilidad.
-El mismo Rafael Alberti decía que a Roma los españoles iban
a dos cosas: a ver al Papa y a ver a Alberti.
-Y así era: la casa de Rafael era el centro cultural de España en
Roma. A pesar de que allí había dos embajadas.
-¿Qué papel jugaba una figura como Alberti dentro del PCE?
¿Su papel era más simbólico referencial o realmente participaba en
los entresijos del partido?
-El sabía mucho de política y se identificó mucho con la postura del
PCE. Pero no era político: era un intelectual comprometido y
colaboraba con el partido -como hizo durante la Guerra Civil, con El
mono azul- pero no activamente.
-Alberti sólo tardó unos meses en renunciar a su puesto de
diputado por Cádiz. ¿Estaba incómodo en el Congreso...?
-Por supuesto que estaba incómodo, claro.
-¿El aceptó sabiendo que no iba a durar mucho?
-Sí, él decía "lo mío es ser marinero, y poeta, y pintor". Sabía
perfectamente que eso no era lo suyo. Su nombre respaldaba al
partido pero él no quería ser diputado. Simbólicamente, para el
Partido Comunista fue muy emocionante que Alberti y la Pasionaria se
sentaran en el primer Congreso.
-María Asunción Mateo dice que, en el fondo de su corazón,
Alberti era comunista, pero que su relación con el comunismo era
"compleja"...
-María Asunción fue un gran apoyo para Alberti en sus últimos años,
estaba totalmente entregada a él... pero eso no es cierto. Alberti
era comunista y María Teresa era comunista. La casa de vía Garibaldi
en Roma se la compraron con el premio Lenin de la Paz. Alberti se
hizo comunista horrorizado por lo que vio en los primeros años de la
Alemania nazi, y en contraste con lo que encontró luego en la URSS.
Y murió comunista, como yo me moriré: con la bandera roja y
republicana y el carné en el bolsillo. María Asunción no conoce su
obra política más que yo.
-Hace unos meses, a raíz de un testimonio de Luis María
Anson, surgió la noticia de que Alberti pudo haber pasado unos días
en España durante los sesenta...
-Eso es rotundamente incierto. El que intentó traerlo a España, con
un plan rocambolesco, fue el torero Luis Miguel Dominguín, que le
ofreció llevarlo en helicóptero a la plaza de toros de El Puerto, "y
allí te brindo un toro y luego te vas otra vez". Cuando ya la
democracia comienza a ser algo tangible en España, Alberti me decía:
"Si vienes la próxima semana, me voy contigo". Pero mi hermano, que
era el dueño de la librería Rafael Alberti -también comunista, y
aunque parezca imposible, aún más exagerado que yo- , le escribía y
le decía que no viniese, que aún no veía bien el ambiente, y él no
venía.
-Dice que se consideró darle el Nobel de Literatura...
-Tras el premio Nobel a Neruda, llegó a plantearse la posibilidad
de, en alguna ocasión, premiar a Rafael Alberti. Fuimos organizando
una campaña en Suecia para que Alberti y María Teresa pasaran quince
días dando conferencias para preparar el tema. Cuando al fin me
presento en Roma para recogerlos, Rafael me dice: 'Mira, Teodulfo, a
mí no me interesa, a mí cómo me van a entender en Suecia'. Y se
negó. Y le habían premiado en un pueblecito con una botella de vino.
Y allí que fuimos. Lo de que no le dieron el Nobel porque era
comunista es mentira. Y tal vez tenía razón Alberti: qué van a
entender los suecos lo que es una salina.
-¿Perdió alguna vez la esperanza de volver a España?
-Nunca. Nunca perdió la esperanza de volver a España. Sabíamos que
todo aquello, en algún momento, tenía que terminar.