Los nombres de los ponentes no están todavía
confirmados, pero se barajan el de Maria
Campillo o Francesc Vilanova de la Universitat
Autònoma de Barcelona (UAB) y el de Josep Massot
i Muntaner de la Universitat de les Illes
Balears (UIB). La historiadora en Buchenwald
Elena Rodríguez Codd ha sido también invitada
para que exponga la situación que vivieron cerca
de 60 baleares en campos de concentración nazi.
"También habrá espacio de discusión para
personajes anónimos. Se incorporará su
testimonio a partir del grupo de exiliados de
los años 40 que fueron reconocidos por el
Consell de Mallorca durante la pasada Diada",
precisa el director insular de Cultura, Maties
Garcias. Un gesto reparador de la memoria
histórica. El exilio político y económico de
finales de los años 40, el activismo político
durante el exilio y la situación del destierro
balear en el contexto peninsular son algunas de
las cuestiones analizadas en el ciclo que ha
sido organizado por los historiadores David
Ginard y Antoni Marimon.
En tiempos de la Segunda República, el
compromiso político era condición sine qua non
si uno quería hacerse valer como intelectual.
Las circunstancias lo requerían. Por ello,
cuando se habla de éxodo, es difícil establecer
una clara diferenciación entre escritores y
activistas políticos, dos dedicaciones que
fueron durante mucho tiempo de la mano. La
nómina de personajes históricos que aporta el
profesor David Ginard, quien publicó en
Documenta L´exili balear de 1939, comprende por
ello literatos, periodistas, profesores,
políticos, activistas..
El historiador apunta también algunas
peculiaridades del exilio balear en relación con
el catalán: "La guerra terminó en Cataluña en
febrero de 1939. Los catalanes tuvieron más
sencilla su huida al exterior: bastaba con
cruzar los Pirineos. Geográficamente, de Balears
sólo se podía salir en barco. Hubo una famosa
salida de 500 personas en barco desde Menorca".
Los casos son variopintos: Gabriel Alomar i
Villalonga, el escritor más reputado del exilio
cultural, se encontraba fuera de Mallorca y en
zona republicana cuando estalló la guerra; por
ello, pudo huir sin problemas. A Ignasi
Ferretjans la cosa se le complicó: estaba en la
isla y tuvo que ingeniárselas para salir.
El número de exiliados mallorquines es poco
elevado, en relación a la península: sólo se
podía abandonar Mallorca vía marítima. De la
isla mayor se sabe que partieron al éxodo un par
de centenares de personas "cuyo número no se ha
podido determinar con exactitud", dice Ginard.
De Menorca, se marcharon 500. Y de las Pitiüses,
123. 1.000 en toda Balears.
¿Adónde fueron a parar los vencidos con acento
mallorquín? La dispersión fue la tónica.
"Podríamos llegar a contabilizar unos 20 países
distintos", puntualiza Ginard. "La mayoría se
quedaron en Francia, como es el caso de Maria
Mayol. Aunque tras estallar la Segunda Guerra
Mundial, algunos de ellos fueron a parar después
a América: Ferretjans estuvo en México, por
ejemplo, o Bernat Jofre, alcalde de Palma,
terminó en Venezuela". Otros países donde se
rastrean mallorquines son República Dominicana,
Colombia, Chile. Un caso extremo fue el de Pere
Oliver Domenge, que huyó de Mallorca durante la
guerra en barca. Este personaje terminó en
Filipinas.
Testimonios de escritura sobre el exilio se
conservan muy pocos. Se han perdido dos ensayos
de Alomar y se conservan varios artículos que
Sales de Aguiló escribió en Quaderns de l´exili,
revista editada en México y donde escribía Pau
Casals también.
El exilio, una tragedia sempiterna: la mayoría
no volvió a la roqueta.