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No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   

 

 

1936: adiós, Mallorca


Los nombres de los ponentes no están todavía confirmados, pero se barajan el de Maria Campillo o Francesc Vilanova de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y el de Josep Massot i Muntaner de la Universitat de les Illes Balears (UIB). La historiadora en Buchenwald Elena Rodríguez Codd ha sido también invitada para que exponga la situación que vivieron cerca de 60 baleares en campos de concentración nazi. "También habrá espacio de discusión para personajes anónimos. Se incorporará su testimonio a partir del grupo de exiliados de los años 40 que fueron reconocidos por el Consell de Mallorca durante la pasada Diada", precisa el director insular de Cultura, Maties Garcias. Un gesto reparador de la memoria histórica. El exilio político y económico de finales de los años 40, el activismo político durante el exilio y la situación del destierro balear en el contexto peninsular son algunas de las cuestiones analizadas en el ciclo que ha sido organizado por los historiadores David Ginard y Antoni Marimon.


En tiempos de la Segunda República, el compromiso político era condición sine qua non si uno quería hacerse valer como intelectual. Las circunstancias lo requerían. Por ello, cuando se habla de éxodo, es difícil establecer una clara diferenciación entre escritores y activistas políticos, dos dedicaciones que fueron durante mucho tiempo de la mano. La nómina de personajes históricos que aporta el profesor David Ginard, quien publicó en Documenta L´exili balear de 1939, comprende por ello literatos, periodistas, profesores, políticos, activistas..
El historiador apunta también algunas peculiaridades del exilio balear en relación con el catalán: "La guerra terminó en Cataluña en febrero de 1939. Los catalanes tuvieron más sencilla su huida al exterior: bastaba con cruzar los Pirineos. Geográficamente, de Balears sólo se podía salir en barco. Hubo una famosa salida de 500 personas en barco desde Menorca".


Los casos son variopintos: Gabriel Alomar i Villalonga, el escritor más reputado del exilio cultural, se encontraba fuera de Mallorca y en zona republicana cuando estalló la guerra; por ello, pudo huir sin problemas. A Ignasi Ferretjans la cosa se le complicó: estaba en la isla y tuvo que ingeniárselas para salir.


El número de exiliados mallorquines es poco elevado, en relación a la península: sólo se podía abandonar Mallorca vía marítima. De la isla mayor se sabe que partieron al éxodo un par de centenares de personas "cuyo número no se ha podido determinar con exactitud", dice Ginard. De Menorca, se marcharon 500. Y de las Pitiüses, 123. 1.000 en toda Balears.


¿Adónde fueron a parar los vencidos con acento mallorquín? La dispersión fue la tónica. "Podríamos llegar a contabilizar unos 20 países distintos", puntualiza Ginard. "La mayoría se quedaron en Francia, como es el caso de Maria Mayol. Aunque tras estallar la Segunda Guerra Mundial, algunos de ellos fueron a parar después a América: Ferretjans estuvo en México, por ejemplo, o Bernat Jofre, alcalde de Palma, terminó en Venezuela". Otros países donde se rastrean mallorquines son República Dominicana, Colombia, Chile. Un caso extremo fue el de Pere Oliver Domenge, que huyó de Mallorca durante la guerra en barca. Este personaje terminó en Filipinas.


Testimonios de escritura sobre el exilio se conservan muy pocos. Se han perdido dos ensayos de Alomar y se conservan varios artículos que Sales de Aguiló escribió en Quaderns de l´exili, revista editada en México y donde escribía Pau Casals también.


El exilio, una tragedia sempiterna: la mayoría no volvió a la roqueta.

 

 

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