El Valle de los
Caídos: Una herida en la sierra de Madrid
Mauricio R. Panadero
Madrid Sindical
19 de Mayo de 2009
Es una obra que nunca se
asociará a la reconciliación sino a la exaltación de la dictadura, tal
como argumenta el periodista Fernando Olmeda en su libro recientemente
editado, El Valle de los Caídos
Hace setenta años que Franco
decidió construir el Valle de los Caídos, una obra que, por mucho que
quisieron hacer creer, nunca se asociará a la reconciliación, sino a la
exaltación de la dictadura, tal como argumenta el periodista Fernando
Olmeda en su libro recientemente editado, El Valle de los Caídos. Una
memoria de España. El Valle de los Caídos fue construido
fundamentalmente por mano de obra esclava, por los perdedores de la
trágica guerra civil. Allí reposan los restos del dictador con cargo a
las cuentas del Estado. Algo impensable en cualquier democracia.
Mauricio R. Panadero
«Había allí una señora jefa, o
sea, mujer del jefe del destacamento, que para señalarnos, para ver
quiénes eran los que habían sido malos, o sea, quién había tenido pena
de muerte y quién no la había tenido, que a los que estábamos
sentenciados con 30 años de reclusión nos puso un botón blanco, de
chapa, en sitio visible, había que llevarlo en el traslapo del mono, o
en la chaqueta, o en la gorra, o en la camisa; un botón blanco del
tamaño de los que usaban entonces en las guerreras
los soldados, pero liso. Y los
que habían tenido pena de muerte, esos tenían que llevarlo dorado; igual
en sitio visible.
O sea que si venías y te
quitabas el mono, tenías que prendértelo con el alfiler en la camisa».
Así narraba Teodoro García Cañas, un prisionero republicano, un episodio
sobre lo vejatorio de la vestimenta. La cita está tomada del libro Los
esclavos de Franco, de Rafael Torres. Torres cita también a Daniel
Sueiro, autor de La verdadera historia delValle de los Caídos, hasta
ahora la referencia mejor documentada de la que denomina «obsesión» de
Franco. El periodista Fernando Olmeda ha retomado la investigación sobre
elValle de los Caídos y ha publicado un nuevo libro con documentación
inédita hasta el momento.
En El valle de los Caídos. Una
memoria de España, Olmeda hace que la historia de esta megalómana
construcción llegue hasta nuestros días en una narración repleta de
anécdotas terribles y vivencias narradas por testigosdirectos.
CUELGAMUROS
Franco tenía clara su idea
desde 1939: «Nuestro monumento a la victoria no será un mausoleo más de
piedra, ni un grupo escultórico, cosa de tiempos pasados, tendrá más
grande dimensión, tendrá basílica, monasterio y cuartel». Será el propio
dictador quien busque el lugar idóneo. Ese lugar estará a diez
kilómetros de El Escorial, en la Sierra de Guadarrama, sobre el paraje
del Valle de Cuelgamuros. Olmeda relata cómo a un puñado de kilómetros
del lugar elegido por Franco, en la prisión situada en el convento de
las carmelitas de San Lorenzo de El Escorial, en el cementerio
parroquial y en un barranco próximo, decenas de personas son pasadas por
las armas en cumplimiento de sentencias de pena de muerte impuestas en
juicios sumarísimos.
La obra será adjudicada a tres
empresas: San Román, Estudios y Construcciones Molan y Banús. Franco
previó que la obra estuviera terminada en abril de 1941, pero los
trabajos se alargaron hasta 1958. España se encontraba desolada por la
guerra y emprender una construcción de esas características era poco
menos que imposible, por ello la mano de obra será fundamentalmente
esclava, batallones disciplinarios de presos republicanos. Tal es el
caso, mencionado por Olmeda en su libro, de Trinitario Rubio: «Rubio
suele ver pasar camiones con reclusos que se dirigen monte arriba, donde
suenan explosiones a diario. En varias ocasiones orina sobre la dinamita
que se usa en los barrenos para inutilizarla. Por la noche duerme sobre
sacos de paja envuelto en mantas y apretado junto a sus compañeros para
protegerse del frío.Trabajan incluso los domingos».
TRÁGICAS VIVENCIAS
El propio recluso lo narra:
«Picábamos un metro cúbico de piedra, cargábamos vagonetasy empujábamos
entre varios. Trabajábamos en condiciones difíciles, nos trataban de
hijos de puta y rojos, cosa peor que los malos tratos». Segundo
Fernández, tras pasar por campos de concentración, ingresa en el
Batallón Disciplinario que terminará en el Valle de los Caídos. De
aquellos principios de los años cuarenta tiene grabado,
fundamentalmente, la escasez de alimentos: «Raro era el día que no
morían uno o dos, y hasta tres, más por el hambre que por accidentes,
porque la construcción del túnel casi no había empezado».
Son multitud las vivencias que
Olmeda narra en su libro. Vivencias de las que el Valle es testigo,
después incluso de su apertura al público. Por ejemplo, el caso del
falangista Alonso Urdiales, el único español condenado por llamar
traidor a Franco en su propia cara, que lo hizo durante la celebración
de una misa en la basílica. Urdiales será condenado a doce años de
prisión mayor. Pasará por Carabanchel, por Alcalá de Henares, por un
batallón disciplinario en el desierto del Sahara…, al recobrar la
libertad tuvo que ser ingresado durante un tiempo en un centro
psiquiátrico.
Con la llegada de la
democracia a nuestro país, «una nueva España se abre camino de modo
imparable, aunque en elValle comienza a detenerse el reloj de la
historia», explica Fernando Olmeda en su libro. ElValle de los Caídos
será símbolo y lugar de encuentro de los ultras que seguirán durante
años rindiendo homenaje al militar que traicionó a la democracia y
asestó un golpe de estado.
Y no deja de ser curiosa la
magnífica impresión que el lugar causó en julio de 1989 al cardenal
Ratzinger, actual papa Benedicto XVI, cuando visitó el lugar siendo
prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.