Mujeres en la Memoria
Histórica Democrática
Ramón
Pedregal
Casanova
UCR
1 de Octubre de 2009.
Fusiladas, presas, y relegadas por el oscurantismo
franquista. Mujeres que han sido y son un bastión de la dignidad y de la
resistencia republicana antifascista. Heroínas desconocidas y ahora
recuperadas para romper los muros de ignorancia levantados por el
franquismo y sus continuadores. Heroínas también condecoradas en
Francia, no aquí. Gracias al esfuerzo de las organizaciones republicanas
hoy ocupan un espacio en la historia, son ejemplos para el presente y
para el futuro de justicia social por el que se trabaja.
El libro “Mujeres encarceladas”, de Fernando
Hernández Holgado, en Ediciones de Historia Marcial Pons, rinde homenaje
a éstas mujeres enseñando su valía humana, social y política, poniendo
de relieve el carácter con el que defendían los valores republicanos de
antifascismo, solidaridad e igualdad, en lo cotidiano y frente a sus
asesinos. Bertolt Brecht las denominaría “mujeres imprescindibles”.
El libro se abre con una canción satírica compuesta
y cantada por las presas de Ventas en la que resumen las condiciones de
vida a las que las sometían los directores de prisiones, las monjas de
todas las congregaciones religiosas, que hacían de carceleras, y las
mujeres extraídas del más puro fascismo para hacer de funcionarias de
prisiones. ¿Cuáles son las implicaciones de todos los gobiernos que han
pasado para que ninguno haya querido levantar el manto que borra a todo
el Estado “anterior” y en concreto a semejantes personajes?
El autor comienza haciendo una reflexión sobre las
cárceles como objeto de estudio histórico, y en ella señala que el
número de los prisioneros de la guerra “sobrepasaba ampliamente las
300.000 (trescientas mil) personas, y señalando el hacinamiento de
prisioneros apunta el caso de la Prisión de Barcelona, la Prisión
Modelo, como “la más poblada de Europa e incluso del mundo”.
Fernando Hernández Holgado nos transmite lo
sucedido en la cárcel de Ventas en el periodo que va del final de la
guerra en 1939 hasta 1941.Pone en primer término y como referencia de la
voluntad republicana a Victoria Kent, Directora General de Prisiones
nombrada por el gobierno de la República en 1931, primera mujer que en
España y en el mundo ocupó un cargo así. La reforma de Victoria Kent
tenía el propósito de cambiar la concepción de la cárcel como centro de
castigo infernal impuesto por la monarquía, para hacer de semejante
antro un centro en el que las personas internas iban a aprender, a
mejorar sus condiciones para salir al mundo y poderse ganar la vida con
dignidad. El triunfo del fascismo hizo volver a la edad media a ese
conjunto social que en la República había crecido en esperanza de cambio
a un mundo más justo, y las cárceles se convirtieron en lugares
infernales.
Entrelazadas con el análisis histórico el autor
vierte las aportaciones personales de las presas, aportaciones que se
han recogido en libros, entrevistas, cartas, declaraciones, que
construyen una visión imborrable del franquismo y depositan en el lector
la idea clara de lo que es una dictadura, de lo que fue el franquismo,
cuya crueldad era fruto del esfuerzo de las gentes fascistas.
Fernando Hernández Holgado destaca los textos
“memorialísticos” escritos por mujeres que se hace necesario tener en
cuenta; el autor de “Mujeres encarceladas” considera el principal de
ellos, por la cantidad de información que le ha aportado, el de la
militante comunista Tomasa Cuevas, dos volúmenes, titulado “Cárcel de
Mujeres. I y II”, además de “Mujeres de la resistencia”. Tomasa Cuevas
recorre la Península entrevistando a presas y nos da a conocer la vida
en los centros de reclusión fascista. A continuación señala la
novela-testimonio de Juana Doña: “Desde la noche y la niebla”; el de
Mercedes Núñez: “El Carretó del Gossos” (La carretilla de los presos);
el de Consuelo García: “Las cárceles de Soledad Real”; el de Ángeles
Malonda: “Aquello sucedió así”; el de Ángeles García Madrid: “Réquiem
por la libertad”; el de Josefa García Segret: “Abajo las dictaduras”; el
de Carlota O´Neill: “Una mujer en la guerra de España”; el de Pilar
Fidalgo: “Une Jeune mere dans las prisons de Franco”.
Desde ahí y desde otro buen número de lecturas
expuestas en el apartado bibliográfico, parte el estudio de las cárceles
franquistas en general y la de Ventas en particular.
Para Victoria Kent los principios sobre los que
levantar la transformación de quien delinquía eran la educación en
valores sociales con el aprendizaje y la formación profesional en los
centros, como medio para ganarse la vida, y la aconfesionalidad de las
instituciones, para dejar a cada uno sus creencias e impedir
imposiciones. Para los fascistas su método parte de la usurpación de la
existencia como persona, con lo que castigan a quien ha delinquido con
la degradación, la alienación el miedo y el desprecio social,
descargando sobre ella todo un peso que no le facilite la participación
en la sociedad.
Victoria Kent escribía siguiendo a Manuel Bartolomé
Cossio: “Vayamos a la cárcel como va el maestro a la escuela: con el
deseo de volcar nuestro espíritu, con el propósito de despertar las
almas, llevando por lema las palabras de Cossio: “Para la educación del
peor, los mejores”, a ello iremos. Mucha labor queda por hacer; ardua es
la tarea y no obra de un día (…)”.
En su trabajo por dignificar al preso proyectó la
construcción de la cárcel de Ventas, que no pudo terminar en el poco más
de un año que estuvo al frente de la Dirección General de Prisiones;
pero sí cerró algunas cárceles que estaban en condiciones deplorables;
aumentó en cincuenta céntimos la peseta destinada a la alimentación de
los presos; eliminó los amarres, grilletes y cadenas de las celdas;
ordenó el traslado de los presos en tren, pues lo hacían andando;
dispuso la entrega a los presos que saliesen en libertad de ropa y
dinero para gastos de viaje; adelantó la libertad condicional; pidió la
excarcelación de los mayores de 70 años; pidió la participación del
preso en el funcionamiento del Centro; aprobó la instalación en cada
cárcel de un buzón de reclamaciones para los presos, al que no podían
tener acceso ni los funcionarios ni la dirección del Centro, con el fin
de que los escritos de los presos llegasen directamente a la Dirección
General. En sus declaraciones encontramos la intención de dar tierra y
trabajo a los presidiarios. Y dispuso que pudiesen recibir en
habitaciones reservadas a sus congéneres, mujeres y hombres.
Un objetivo principal para ella fue transformar las
cárceles de mujeres pues había visitado la denominada Galera que
entonces era la cárcel de mujeres de Madrid y escribió: “La impresión
que me produjo esta cárcel fue muy penosa: las condiciones del recinto y
la vida de las reclusas era muy difícil de aceptar. Las reclusas hacían
labores de aguja por cuenta de las monjas, pero no recibían por su
trabajo ninguna remuneración. Esta penosa impresión me llevó a poner en
práctica a toda marcha el proyecto, tan ansiado por mí, de la nueva
cárcel de mujeres”.
La República sustituyó a las llamadas “Hijas de la
Caridad”, orden religiosa que se encargaba de las cárceles de mujeres,
por funcionarias cualificadas para poner en marcha y llevar a cabo el
propósito de reforma. Aun así, estando ya en el cargo, Dolores Ibárruri,
“Pasionaria”, que estuvo presa entre mayo y noviembre de 1931 y entre
marzo y noviembre de 1932 en la prisión de Quiñones, denunció el mal
trato de las monjas, que estaban siendo sustituidas, la mala
alimentación, las condiciones nefastas, y la negación y obstaculización
en el reconocimiento de presas políticas. Los fascistas dirían después
que en España no había presos políticos, que lo que había eran
“delincuentes políticos”.
El 31 de Agosto de 1933 se llevó a cabo la
ceremonia de entrega de la prisión de Ventas. Trabajaban en ellas
funcionarios y funcionarias preparados para poner en marcha el proyecto
de reforma. No entrarían las monjas hasta el triunfo del fascismo.
Victoria Kent dimitió en Mayo del 32. La campaña de
descrédito desatada desde la derecha hasta una parte del gobierno
republicano la llevó a tomar esa decisión, el mismo Manuel Azaña escribe
en sus memorias: “En el consejo de ministros hemos logrado por fin
ejecutar a Victoria Kent, directora general de Prisiones”.
Contextualizado el proyecto de reforma de Victoria
Kent y vista la actitud de algunos republicanos que hicieron eco de las
protestas de la derecha, el autor se adentra en lo sucedido tras el
golpe de estado que dieron Casado, el PSOE y algunos anarquistas el día
5 de Marzo de 1939 contra el gobierno de la República haciéndole el
trabajo a Franco y sus fascistas, y así consiguieron la rendición para
luego entregar a los republicanos que detuvieron con toda la ciudad de
Madrid. Los fascistas esperaban con Franco a la cabeza, a que sus nuevos
quintacolumnistas cumpliesen lo que les habían ofrecido. El ejército
fascista les ayudo atacando a su vez allí donde la resistencia comunista
era mayor; conseguida la rendición Casado, el PSOE y los anarquistas
fueron más lejos: “ …, en la noche del 12 al 13 los dirigentes
comunistas, viéndose derrotados firmaron un acuerdo para la finalización
de las hostilidades que fue incumplido por Casado”.
Perdieron la guerra quienes defendían una sociedad
más justa. Y las prisiones fueron centro neurálgico del horror. Para
empezar, los casadistas, el PSOE y los anarquistas, quienes tenían la
responsabilidad de la entrega al fascismo, habían llenado las cárceles
con comunistas, no dejaron salir a las presas comunistas y defensoras y
defensores de la República hasta momentos antes de la entrega de la
capital, de modo que no pudieron huir ni refugiarse, y algunas ni salir
de la cárcel. Manolita del Arco, una de ellas, cuenta: “Yo salí el 27
(de Marzo) ya no fui a mi casa (…) porque ya estaban los fachas en la
calle y ya era horroroso. Ha debido de ser de las veces que más he
llorado en mi vida, porque además no me lo esperaba”.
Después llegó el horror en la mayor magnitud
conocida; las cárceles, y en concreto la de Ventas, se convirtieron y se
convirtió en un “almacén humano”. Madrid capital se llenó de cárceles
que, abarrotadas, servían para las conocidas “sacas” con las que
llevaban a fusilar a los republicanos a las tapias del cementerio del
Éste. Mirta Núñez y Antonio Rojas dan la cifra de 2.663 personas
asesinadas; sólo en los dos primeros años fusilaron a 1931 personas. Las
cifras, tanto una como otra, están en revisión porque los registros de
que se dispone, que no son todos, no concuerdan. Personajes como Amancio
Tomé y María Topete, director de prisiones de Madrid y funcionaria de
prisiones que ingresó con el fascismo, adquirían relevancia por su
carácter criminal. Como estos dos otros tantos determinaban la vida en
un gran número de prisiones; la iglesia había convertido sus conventos
en cárceles y de esos siniestros lugares “sacaban” para fusilar ¿cuántas
personas?: no se tienen datos, han desaparecido los libros de registro.
Debido a la desaparición de los documentos tampoco se sabe el número de
muertes por enfermedades. La combatiente republicana Rosario Sánchez
Mora, “La Dinamitera”, que estuvo en la cárcel de Getafe, declara:“
veíamos durante los amaneceres todos los fusilamientos. Un carro de
basura con unas campanillas se los llevaba y varios hombres con una
carretilla retiraban los cadáveres”.
Otro tanto ocurrió con los niños que los fascistas
robaban a las presas, como informa el autor de “Mujeres encarceladas”,
se los quitaban al nacer, o porque cumplían el tiempo en el que les
permitían tenerlos, o porque las fusilaban y se los quedaban evitando a
los familiares.
A pesar de todo, la resistencia al terrorismo de
estado fascista crecía en las cárceles. La militancia del PCE creaba un
sistema de organización por “familias”; en las “familias” se agrupaban
quienes recibían y quienes no recibían ayuda exterior, se hacía así para
repartir aquello que les llegaba, a su vez organizaban juegos, coros, y
cualquier forma de reunión que les permitiese comunicarse, aguantar,
proteger a los hijos e hijas de las presas y sacar o recibir noticias.
Con el tiempo las mujeres pudieron trabajar cosiendo para ayudar a sus
familias que vendían la costura y de lo que sacaban comprar algo que
entregar a las encarceladas.
Entre los muchísimos acontecimientos trágicos a los
que las presas fueron empujadas, en el libro se hace mención especial al
caso de las 13 Rosas, militantes de la JSU, juventudes vinculadas al
PCE, 7 de ellas menores de edad, y las 13 fusiladas lo fueron junto con
45 hombres el mismo día; el relato de la “saca”, estremecedor, se
incluye en éste libro “Mujeres encarceladas”. Las 13 Rosas se confesaron
porque sino los asesinos no dejaban a quien iban a fusilar que
escribiese a su familia: “Nosotros (el PCE) no le dijimos a nadie:
confiésese usted o no se confiese usted, cuando iban a morir. Cada quien
hizo lo que le pareció oportuno. Hubo gente que confesó – Las Menores
(Las 13 Rosas) – para poder escribir a su familia, pero luego no
comulgaron”.
Ante los innumerables peligros a los que se
enfrentaban diariamente las presas y los presos republicanos, crearon un
sistema de organización que les permitió acceder a pequeñas
responsabilidades en el interior de las cárceles para así mejorar en lo
posible el reparto de comida y otros bienes, además de la limpieza, el
trabajo, la comunicación, la protección y la defensa ante las condenas;
Fernando Hernández Holgado detalla todos estos elementos y entre otros
casos expone el de Matilde Landa
que consiguió acordar con la dirección de la prisión de Ventas la
creación de una pequeña oficina, una vieja máquina de escribir sobre un
cajón, ella también presa era abogada, desde la que interponer recursos
ante las condenas, logrando de esta manera salvar a algunas presas y
mejorar las condiciones de otras.
El libro, como los grandes libros de testimonio y
denuncia, merecería ser comentado en centros de enseñanza para que las
nuevas generaciones tomen conciencia histórica.
Título: Mujeres encarceladas.
Autor:
Fernando Hernández Holgado.
Marcial
Pons Ediciones de Historia.
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Ramón Pedregal
Casanova es autor de “Siete Novelas para la Memoria Histórica.
Posfacios”. Editado por la Asociación Foro por la Memoria y la Fundación
Domingo Malagón. |