Los 'del monte', los maquis, los últimos defensores de la
República española, en muchos casos también brigadistas
internacionales en la liberación del nazismo de Francia, de toda
Europa. Hace tan sólo unos días se celebraron las X Jornadas “El
maquis” en Santa Cruz de Moya (Cuenca) coincidiendo con el día
del guerrillero español; como todos los años, rodeados nuestros
guerrilleros del cariño y reconocimiento personal de los
asistentes; como todos los años, ausente toda representación
institucional de nuestras autoridades nacionales en dicho
homenaje. No deja de sorprender –de estremecer más bien– el
profundo olvido de la epopeya de estos hombres y mujeres dignos
y valientes por parte de nuestro reestablecido Estado
democrático; considerados como 'bandoleros' hasta nada menos que
el año 2001, no reconocidos sus rangos militares y derechos como
combatientes de la República ni tan siquiera hoy.
Un Estado que sigue sin tener una calle, un
mínimo espacio en los libros de texto de nuestros estudiantes,
para nombres como los de 'Grande', 'Bedoya', 'Chaval', 'Larry',
'Andrés', la novena brigada, la AGLA, y tantos y tantos otros.
Que se ha permitido olvidar a hombres irrepetibles como 'Girón',
incontables sus hazañas, incluida la de escapar con bien, junto
a sus cuatro compañeros, de su enfrentamiento con los doscientos
guardias civiles que les tenían cercados, como todavía cuentan
con admiración los mayores del lugar. A hombres como Juan
Fernández Ayala, “Juanín”, el último guerrillero que, acosado en
los Picos de Europa, no podía “desertarle” a su República y,
consciente de la suerte que correría, se despidió para siempre y
se fue a morir al monte un mes de mayo de 1957, tras veinte años
de guerra contra el franquismo, desgastando en la soledad de la
sierra el recuerdo de los días de una España de progreso cada
vez más lejana. ¿Cómo es eso posible? ¿cómo es posible que
nuestro país no honre y recuerde a todos estos hombres y mujeres
que lo dieron todo, y más, por nuestra libertad y nuestro
futuro?
Amarga y desmemoriada "memoria histórica" la
nuestra, la que nos han querido imponer de espaldas al derecho
internacional, a los mismos deberes de humanidad: agua sin
vaso cuando hay agua, vaso sin agua cuando hay sed...la
misma sensación desgarrada pegada a la garganta que Otero. Más
de cinco mil nombres de guerrilleros ignorados; varios miles más
de "enlaces" y "puntos de apoyo" que afrontaron igualmente
represalias atroces por parte de la Guardia Civil de Franco, de
contrapartidas y falangistas. Incontables sus familiares
represaliados por la saña de no poder apresarles. No
contabilizados, tampoco, los niños perdidos igualmente
arrebatados a sus familias -uno de los tres grandes colectivos
objeto de desaparición forzada infantil por parte del Estado
español-, como la del propio Manuel Girón a cuya hermana,
Emilia, recientemente fallecida a las puertas de la justicia
española a la espera de que alguien le devolviese a su pequeño,
le hicieron pagar con una vida de sufrimiento y separación
familiar la valentía del 'león del Bierzo'.
Todo ello olvidado, sepultado bajo un
distanciamiento equidistante, amnésico, fruto del silencio
aprendido. Según parece hemos sido capaces de inaugurar grados
de desentendimiento incluso dentro del mismo olvido. Todo
ello a pesar de su conmovedor compromiso, de su sacrificio sin
fin en la dureza desamparada del monte, en su lucha por la
superviviencia cotidiana, por persistir, por mantener con su
presencia sobre el terreno alguna esperanza abierta para el
reestablecimiento de una España democrática; por muy
insostenible que resultase su situación, por muchos
padecimientos que hubiese que afrontar, por muchos compañeros
que acabasen cayendo en el camino para terminar engrosando la
cifra de los desaparecidos en fosas comunes, cuando no expuestos
sus cadáveres acribillados con escarnio como trofeos humanos en
la plaza del pueblo. Pero nuestros guerrilleros siguieron
luchando, sabían, lo siguen diciendo hoy, que el pueblo estaba
con ellos, sabían de la esperanza que durante los años más
feroces representaron para la sociedad española, aterrorizada y
reducida, que, una vez, se había atrevido a soñar con la
República. Y es así como, poco a poco, tras toda una
vida de lucha, fueron dejando morir a nuestros "imprescindibles"
en el olvido, sin que ninguno de nuestros gobernantes se diese
cuenta, ni lo haya hecho todavía, de por qué lo son, y hasta qué
punto; sin que jamás ni una sola de nuestras instituciones
nacionales les diera mínimamente las gracias ni les reconociera
nada, ni tan siquiera su condición de ex combatientes de la
República que, en la derrota militar, en el exilio o en el
olvido, ellos siempre llevaron con orgullo.
¿Qué se le va a hacer?, sin duda
alguna nuestros representantes, reservando sus fuerzas para más
altas tareas de Estado, no han podido encontrar un hueco en sus
apretadas agendas de los últimos treinta años para honrarles
como se haría en cualquier otro país democrático. Nuestros
guerrilleros aguardan en algún lugar, con los niños perdidos,
con las miles de mujeres víctimas de crímenes contra la
humanidad de género, con todos los represaliados, expoliados,
olvidados, para los que tampoco ha habido reconocimiento ni
reparación institucional alguna en el país que decidió esconder
su propio genocidio bajo la alfombra. Siguen al margen de una
ley de la que no se puede formar parte y a la que se opusieron
con todas sus fuerzas desde el inicio de su gestación; todavía
70 años después recordándonos, hasta el final, de qué lado no
está la dignidad. Y, en el fondo, casi resulta normal
que las cosas fueran así; imagínense: los últimos en plantarle
cara sobre el terreno, con todo en contra, al franquismo más
salvaje, pasando por el aro de las políticas de punto final –de
medias tintas no, sin tintero y gravemente vulneratorias de
varios derechos humanos– del actual Gobierno del PSOE. Las
carcajadas aún se deben poder escuchar entre las peñas. Los 'del
monte' siguen sin ley, como siempre, defendiendo lo que es
necesario.
Sierra y libertad. Y gracias, que es lo único que está a mi
alcance decir en estas líneas por muy poco que sea.
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Miguel Ángel Rodríguez Arias es profesor de Derecho penal
internacional de la Universidad de Castilla-La Mancha, autor del
libro El caso de los niños perdidos del franquismo: crimen
contra la humanidad y otros trabajos pioneros sobre
desapariciones forzadas del franquismo que dieron lugar a las
actuaciones de la Audiencia Nacional.