J.
L. Argüelles
La
Nueva España
24 de Febrero de 2009
Antonio Brevers (Torrelavega,
1960) está considerado
uno de los más
concienzudos conocedores
de la lucha guerrillera
antifranquista. Autor
del libro de referencia
«Juanín y Bedoya. Los
últimos guerrilleros»,
participó ayer en el
congreso «La memoria de
los nietos», que
organiza en la ciudad la
asociación «Todoslosnombres».
-Maquis, huidos, los del
monte, los emboscados,
los fugaos... ¿Qué
término es el más
exacto?
-La palabra maquis viene
de la Resistencia
francesa, donde había
muchos guerrilleros
españoles. Las
expresiones son todas
correctas, aunque desde
la prensa franquista se
les llamaba bandoleros.
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Antonio Brevers
Historiador, autor de «Juanín
y Bedoya. Los últimos
guerrilleros»
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-¿El
maquis fue la principal
preocupación de Franco tras la
guerra?
-Sobre todo a medida que
avanzaba el tiempo y España fue
saliendo de su aislamiento
internacional. Tener resistentes
en el monte era el testimonio de
dónde venía el régimen
franquista.
-Usted comparte la división
cronológica de la guerrilla en
cuatro etapas, desde 1936 a
1957. ¿Los guerrilleros llegaron
a inquietar en algún momento al
franquismo?
-Quizás cuando la invasión del
valle de Arán, donde se
reunieron miles de guerrilleros.
Fue una acción que podía tener
repercusión internacional y
ganar la adhesión de alguna de
las potencias que habían ganado
la II Guerra Mundial. Fue el
momento más desestabilizador
para el franquismo. En 1957 aún
había guerrilleros en los Picos
de Europa, y el hecho de que la
prensa de otros países hablara
del asunto causaba inquietud.
Por eso se decidió acabar con
ellos a cualquier precio.
-Hay quien afirma que la
operación del valle de Arán no
tenía ningún sentido militar.
-No soy experto en estrategia
militar, pero lo que sí ocurrió
es que los servicios de
inteligencia del franquismo
funcionaron y estaban preparados
para repeler la invasión, en la
que tuvo mucha participación el
PCE. Fue el partido que tomó la
bandera de la guerrilla y el que
decidió en 1948, también, su
disolución y pasar a la lucha
política. Fue un problema,
porque miles de guerrilleros se
quedaron aislados, abandonados a
su suerte.
-¿Qué supuso la guerrilla
asturiana?
-Fue una de las más importantes,
y también la cántabro-asturiana.
Es algo explicable por la
orografía.
-¿La guerrilla generó, sin
querer, mucha represión entre la
población civil?
-Quienes mayor represión
sufrieron fueron quienes
sustentaron a la guerrilla.
Familiares y amigos de los
guerrilleros eran, sin duda, el
eslabón más débil. Fue un gran
drama con el que, a veces, se
trasladó la culpa hacia la
guerrilla, cuando la culpa era
del régimen represor.
-¿El papel que tuvo la llamada
contrapartida en esa represión
está suficientemente estudiado?
-Tuvo un efecto devastador.
Generalmente eran especialistas
de la Guardia Civil que, además,
en muchas ocasiones, lograron
infiltrarse en la propia
guerrilla.
-Usted ha dedicado especial
atención a la historia de Juanín
y Bedoya. ¿Fueron los últimos
guerrilleros?
-Se puede decir que sí, al menos
a pie de monte y activos.
Quedaba algún guerrillero en
Cataluña, pero que entraba y
salía de Francia, o los llamados
«topos». Tanto es así que el
Estado puso especial interés en
su captura, con cientos de
guardias desplazados a Cantabria
sólo para cogerlos. Se llegó a
ofrecer medio millón de pesetas
por ellos.
-¿El movimiento guerrillero está
suficientemente estudiado?
-Aún quedan muchas cosas por
estudiar y hacer.