Franquismo o fascismo
Vicenç Navarro
Público 29 de Mayo de 2009
Una de las
mayores sorpresas que experimenté a la vuelta de mi
exilio fue encontrarme con la percepción, bastante
generalizada en los medios de comunicación españoles, de
que la dictadura que existió en España había sido un
régimen autoritario dirigido por un caudillo, el general
Francisco Franco (de ahí que se la llamara dictadura
franquista), que con el tiempo fue convirtiéndose en una
dictadura blanda que, en su evolución (dirigida por el
rey), llegó a ser un régimen democrático, homologable a
cualquier otra democracia en Europa. Esta percepción de
la dictadura representa el éxito de un proyecto
político-intelectual promovido por los vencedores de la
Guerra Civil.
Un intelectual que jugó un papel clave en la promoción
de esta visión histórica fue Juan J. Linz, procedente de
la nomenclatura de aquel régimen (y más tarde
catedrático de Ciencias Políticas de Yale University, en
EEUU), quien, en un libro prologado por Manuel Fraga
Iribarne (que fue ministro de aquella dictadura),
escribió que, aun reconociendo que aquel régimen no era
democrático, tampoco se le podía definir como una
dictadura totalitaria, es decir, una dictadura que
impusiera una ideología totalizante que intentara
configurar todas las dimensiones de la sociedad y del
ser humano. Era, pues, un régimen autoritario (que Linz
definió como “católico, social y representativo”), pero
en absoluto una dictadura totalitaria, distinguiéndosela
así de las dictaduras comunistas, en las cuales el
Estado sí que imponía una ideología totalizante –el
comunismo– a todos los ciudadanos.
El régimen dictatorial español, sin embargo, fue mucho
más que un régimen autoritario dirigido por un caudillo:
fue una dictadura de clase que intentó imponer a toda la
sociedad una ideología totalizante, que conjugaba un
nacionalismo españolista extremo (promovido por el
Ejército golpista) y un catolicismo profundamente
reaccionario (promovido por la jerarquía de la Iglesia
católica), invadiendo todas las esferas del ser humano
–desde la lengua hablada al sexo–, todas ellas
normatizadas, cuya desviación era brutalmente reprimida.
Tal nacionalismo esencialista y misticista (en este caso
religioso) tenía también un componente racista, al
promover la superioridad de la raza hispana, lo que le
otorgaba el derecho de conquista y sometimiento sobre
otras razas inferiores, entre las cuales se incluía la
raza de los republicanos “rojos” (considerando como
tales a todos aquellos que fueron críticos de la
ideología dominante).
El hecho de que el concepto de raza no tuviera un
componente étnico (aunque tuvo dosis de antisemitismo)
sino político-religioso no niega que el régimen se viera
a sí mismo, y así se promoviera, como racista. El día
nacional que celebraba la conquista y el genocidio de
América Latina se llamaba el Día de la Raza. Y la única
película que hizo el dictador la tituló Raza. Vallejo
Nájera, director de los Servicios Psiquiátricos del
Ejército y nombrado por el dictador jefe de los
Servicios de Promoción Ideológica del régimen, combinó
elementos del nazismo alemán (del cual fue un fuerte
admirador) con una concepción católica-nacionalista
extraordinariamente oprimente y excluyente (ver su libro
Eugenesia de la hispanidad y regeneración de la raza).
Según Nájera, “la raza española se caracterizaba por su
masculinismo, disciplina, canto a la fuerza,
nacionalismo sublime y profundo catolicismo”. Según tal
ideología, un objetivo del régimen era precisamente
“purificar la raza”, lo cual justificó, según los
dirigentes de aquel régimen, el asesinato de más de
200.000 personas (desde 1939 a 1945).
En base a estos hechos, negar que la ideología de aquel
régimen fuera totalizante, presentándola como meramente
autoritaria, es absurdo. Fue una ideología que cumplía
todos los requisitos de lo que es el fascismo:
nacionalismo extremo, caudillismo, misticismo (religión
católica en el caso español), que controlaba todos los
medios para promover una ideología totalizante, con una
visión imperialista y racista que justificaba su dominio
y represión en base a la purificación de la raza. Se
dirá que el régimen fue evolucionando y, aún siendo
fascista al principio, fue cambiando, y que al final era
sólo una cáscara de lo que había sido, dirigida por
gente oportunista carente de cualquier ideología. Sin
negar que ello fuera así, lo cierto es que tanto la
narrativa como los símbolos fueron fascistas hasta el
último día.
El símbolo fascista –el yugo y las cinco flechas– estaba
en la entrada de todos los pueblos de España, y el
juramento de lealtad al Movimiento (fascista) Nacional
era condición de empleo público hasta el último año de
la dictadura, en 1978. El hecho de que los que dirigían
aquel régimen no se creyeran la ideología oficial
también ocurrió en las dictaduras comunistas, sin que
por ello se les dejara de definir como comunistas. En
realidad, había más diferencias entre un Gorbachov (en
1991) y un Stalin (en 1924) que entre un Franco del 1975
y un Franco del 1936. ¿Por qué se definió entonces al
régimen de la Unión Soviética como comunista hasta el
último día de su existencia y al régimen español no se
le definió como totalitario y fascista? Y ¿por qué se
utiliza el término fascismo y nazismo para definir las
dictaduras fascista italiana y nazi alemana y aquí en
España se habla sólo de franquismo?
La causa de esto último fue que el fascismo y el nazismo
fueron derrotados en aquellos países, pero el fascismo
español no lo fue en España. En realidad, elementos
importantes de aquella ideología fascista, como el
nacional catolicismo, persisten en las derechas
españolas, que nunca condenaron explícitamente aquella
dictadura, siendo el último caso el del Parlamento
Europeo, cuando el portavoz del PP, Jaime Mayor Oreja,
se opuso, junto con la ultraderecha europea, a que se
condenara tal régimen. Esta es la causa de que la
derecha española no sea homologable a la derecha
democrática europea.
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Vicenç Navarro es Catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Pompeu Fabra y profesor de Estudios Políticos en The Johns Hopkins University.
Ilustración de Zunras