En Memoria de Juan
García "El Corredera"
(Ejecutado
en la cárcel de Barranco Seco (Gran Canaria) el 19 de octubre de 1959
por el delito de "rebelión militar")
Ángel Escarpa Sanz
UCR
3 de Noviembre de 2009
La
historia de Juan García, ni empieza en Telde ni acaba en la madrugada de
aquel 19 de octubre de Barranco Seco, como se nos dice en los libros y
en la prensa de la época. La historia de este hombre hay que buscarla en
la trayectoria, la capacidad de un pueblo para la lucha contra el
imperialismo y el fascismo, en la inquebrantable resistencia de aquel
hombre y la de esa generación de luchadores, que se hunde en las
tinieblas de la historia de estos pueblos que hoy conformamos la
realidad de España, hasta desembocar en la desmesurada resistencia de
1936-1975 contra la dictadura emanada de la rebelión militar del 18 de
julio.
Pudieron precipitarnos por los riscos de estas islas; pudieron
disolvernos y expatriarnos en la antigüedad, derrotaron a nuestros
guerreros en las cumbres de estas tierras y sometieron a nuestros
pueblos. Nos sentaron en los potros del tormento y conocimos las
dentelladas de los perros de los capitanes llegados desde la cristiana
Castilla. Nos arrebataron nuestra cultura y nos impusieron extrañas
lenguas y religiones; roturaron nuestros campos, poblaron nuestras
cumbres y nuestros valles con gentes venidas desde lejanos pueblos.
Arrojaron nuestros cuerpos a las simas de Jinámar, a los pozos de Arucas,
a las profundidades de la Marfea, a los anónimos campos de la muerte de
Fuencaliente. Nos recluyeron en los campos de concentración de Fyffes,
de La Isleta, nos hacinaron como a bestias en Gando y en inhóspitos
calabozos, erradicaron las poderosas cosechas de nuestras hortalizas y
nuestros maizales, las majestuosas plantaciones de plataneras que se
desbordaban en el mar, para remplazarlas con el hormigón y el rubio
turista al que ahora servimos sumisos fresca cerveza, y papas llegadas
desde el reino Unido, (que dicen ellos). Trajeron tropas y aviones de
Alemania, de Marruecos y de Italia, con los que bombardearon las
ciudades, ultrajaron a nuestras mujeres y asesinaron a aquellos, sus
mismos pueblos, con los que conformamos, aunque no fuese por nuestra
voluntad, una sola nación. Derrotaron, ejecutaron y encarcelaron a los
fieles defensores de las ciudades que no se sometieron a los generales
facciosos. Pusieron largo cerco, con hambre y plomo, a la capital de la
República, que fue proclamada en democráticas elecciones. Pasearon por
nuestras más humildes aldeas, henchidos de orgullo, sus odiados
uniformes y sus pistolas. En su larga borrachera de poder nos impusieron
sus ceremonias; con la complicidad de los políticos que se dejaron
comprar nos impusieron un rey, designado por el mismo general golpista
que envió al garrote vil a El Corredera, y una constitución: un cuento
de hadas, con electrodomésticos incluidos, con el que pretendieron
comprar nuestra memoria de pueblo y nuestra fidelidad a la Constitución
de 1931, arrojada ésta ya a los basurales del olvido, el único régimen
auténticamente democrático que tuvo España- en lo que fracasaron, porque
el nivel de conciencia de un pueblo no se mide tanto por el número de
cosas que posee como por el nivel de su compromiso revolucionario y de
su decencia. Nos impusieron, contra la voluntad de ocho millones de
españoles, el Pacto del Atlántico, que maldita la cosa que resuelve
cuando el hambre se ceba con los pueblos que se ven en la necesidad de
huir para no ser masacrados, con las mismas armas que nosotros les
vendemos, en sus disputas por el petróleo y el coltan, o cuando el
sátrapa de Marruecos, con la complicidad de nuestro Gobierno y de la
Corona, invade las tierras del pueblo saharaui.
Pero en tanto en estas tierras, que fueron cuna de valerosos guerreros,
de poetas y de rebeldes trabajadores portuarios, tierra de pintores y de
esforzados labradores, aliente el ejemplo y el espíritu de rebeldía de
Juan García, de Fernando Egéa, y de Eduardo Suárez, siempre subsistirá
un espacio para la esperanza: ayer contra los caciques del plátano, por
una escuela y una sanidad digna, por la universidad para nuestros hijos
y nuestros nietos, y mañana por aquello que se propongan nuestros
pueblos, siempre haciéndonos acreedores al ejemplo y el tesón en la
lucha de Pasionaria, de Fernando Sagaseta, de <<La Azucena Roja>> y de
todos los luchadores que nos han precedido, ya sea en Asturias o en los
tomateros del Sur de esta isla. Porque no damos por bueno este final de
película de Walt Disney. No habrá otra reconciliación nacional ni otra
ley de la Memoria Histórica que no sean las que restablezcan la
legalidad republicana. No podemos continuar siendo una democracia
tutelada por un ejército y por un jefe del Estado, que tan grande deuda
contrajeron con el Dictador y con el ejército de marras, y que solo
representa a los últimos restos de la dictadura franquista, los
intereses de caducas religiones y al poder de la banca.
Honor y gloria a los héroes y a la inquebrantable lucha de los pueblos.
Por la dignidad, por el socialismo, por la paz entre los pueblos y por
la República.
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Ángel Escarpa Sanz Islas
Canarias Octubre de 2009
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