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No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   

Juan Miguel Bombín.  “Me exilié con papeles falsos”
 
Aitor Aijol
 
Ajitem 30 de Mayo de 2008
 
 
foto3.jpg La trayectoria vital del nonagenario escritor vasco está marcada por haber vivido, en sus propias carnes, la Guerra Civil, el exilio forzoso a Sudamérica y la inevitable cuestión del regreso. La historia de Juan Miguel Bombín, no es la de un hombre cualquiera, su testimonio constituye un aporte valiosísimo para comprender un periodo reciente de nuestra historia, mediatizado actualmente por los debates interesados sobre la memoria histórica.
Bombín, nacido en Portugalete, el 12 de junio de 1916, no solo estuvo en el frente, como miliciano, durante los combates de la Guerra Civil, perdiendo muchísimos amigos en el camino, sino que después se vio abocado al exilio en distintos países de Sudamérica, antes de poder regresar, de nuevo, a su tierra en 1987

La guerra le costó más de 40 años de emigración forzosa, primero en Argentina, luego en Uruguay y finalmente en Brasil, donde sobrevivió gracias a una capacidad de adaptación a prueba de balas. Pudo conjugar la necesidad de buscarse la vida, con la dedicación a la literatura, vocación que ha mantenido hasta el día de hoy, ya que desde su regreso, pasa muchas tardes sentado tranquilamente en el salón de su vivienda de Erandio, oliendo el húmedo aliento de la ria, mientras pasa revista pormenorizada a la encrispada actualidad política y social.
Guerra Civil

Bombín tiene una memoria viva y recuerda con exactitud los terribles momentos que vivió tras el estallido de la Guerra Civil. Después de incorporarse a filas en la sección de enlaces y transmisiones del Batallón Meabe Nº 2, en octubre de 1936 le mandaron al frente. Su memoria es un hervidero de localidades y montes de la geografía vizcaína en los que luchó, en un esfuerzo por contener el avance del ejército franquista. Recuerda duros momentos en la localidad vizcaína de Ochandiano, en el monte Albertia o la cima del Saibigaín, cercana al actual Parque Natural de Urkiola, donde señala, con tristeza, que “perdí muchos amigos, y caí herido: un balazo en el hombro y otro en la pierna”.

Con la progresiva ofensiva sobre Bilbao, fueron retirándose hasta Gijón, donde consiguió embarcar, a finales de 1937, en un buque con bandera inglesa para el puerto francés de La Rochelle. Aunque no todos sus compañeros corrieron la misma suerte, su comandante Felix Gallarreta, fue fusilado en la ciudad asturiana, poco después de su partida, el 1 de enero de 1938.

Una vez en Francia Juan Miguel entró de nuevo a España por Cataluña incorporándose de nuevo al frente de Aragón. Pero perdida la guerra, volvería a cruzar la frontera francesa, por Portbou, camino del exilio y fue “un milagro, o no se qué” –señala Bombín- el hecho de que consiguiera un salvoconducto en el Consulado de Argentina, usando una identidad falsa -la de Jorge Rubio-, pudiendo finalmente embarcar para Buenos Aires a finales de 1939.
Sudamérica: exilio y literatura

De la misma forma que su llegada a Argentina obró cierto milagro, la casualidad, o si se quiere la relación con otros compatriotas suyos, exiliados por la misma causa, propiciaron que se dedicara a la literatura, haciendo recados para la editorial Losada, mientras buscaba con qué ganarse el pan de cada día.

Poco después, en 1942, decidió marcharse a Uruguay, porque “estaba con papeles falsos y no quería decirle a nadie el asunto, y un secreto entre dos ya no lo es”. En Montevideo se casó con la hija de la dueña de la pensión donde se alojaba, y gracias al buen hacer de un amigo, entró como corrector en el diario El País, periódico donde Mario Benedetti llegaría, años más tarde, a ser colaborador. Esa actividad le permitió entrar en contacto con la pléyade literaria de la época, llegando a hacer amistad con figuras como Onetti, Neruda o Martínez Moreno, así como colaborar en el Teatro del Pueblo y publicar dos novelas y varios cuentos. Pero, de nuevo, el advenimiento de un golpe militar en Uruguay le obligó a abandonar el país. Juan Miguel se marchó con su esposa a Brasil, instalándose definitivamente y, en Portoalegre, donde tuvieron dos hijos y echaron raíces hasta su regreso definitivo a Vizcaya en 1987.
La mira eterna de la ría

Actualmente, Juan Miguel vive en Erandio, a orillas de la ría, en compañía de su hija y de los amigos que le visitan. Sin rendirse a la evidencia de sus 92 años: lee, escribe y habiendo publicado varios libros en los últimos años, entre los que destacan su poemario “Vertiente” (2003), y su obra más testimonial: “Un año en el frente”. “El bombardeo de Gernika”, y “Memorias de un miliciano” (2005), éste último, crónica, en primera persona, de un soldado republicano y del resto de sus compañeros de batallón, en el frente de la Guerra Civil.

Bombín, cuando hace balance de su larga vida, se refiere a todo con humildad, a la que cree una cualidad esencial, aunque “tenga sus pros y sus contras”. Lo que tiene seguro, después de haber vivido una guerra, un exilio, y de haber sido inmigrante en tres países diferentes, es que a la clase política “les importamos un carajo”. A pesar de esto, paradójicamente, el último reconocimiento que ha recibido Bombín, ha sido la réplica de una hebilla del cinturón de un gudari, hallada en Antzuategui (Elgeta) como símbolo de gratitud por su labor en la defensa de la República.

En cualquier caso, Bombín, a las nuevas generaciones, les deja su historia porque, “aunque no les importe, tiene sus reflejos”.
 
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Juan Miguel Bombín, exiliado vasco de la Guerra Civil
AITOR ARJOL / Bilbao / Diciembre 2007
 

 

 

 

 

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