El 24
de agosto de 1944, los soldados que transportaba
el vehículo semioruga Ebro comenzaron a
disparar contra uno de los últimos focos de
resistencia de los alemanes en París. Al
mando de ese vehículo militar iba el subteniente
Miguel Campos, al que sus compañeros de la
novena compañía del Regimiento de Marcha del
Chad conocían como El Canario.
¿Quién era Miguel Campos y cómo llegó a ser
uno de los primeros soldados que liberaron
París, hasta entonces ocupado por las tropas de
Hitler? Para responder a esas preguntas debemos
retroceder a los tiempos de nuestra guerra civil
y de la segunda guerra mundial.
Muchos canarios partidarios de la República
lograron abandonar las islas huyendo del terror
que se implantó contra las organizaciones de
izquierda desde los primeros momentos del
golpe de estado franquista. Marineros y
pescadores que se quedaban en la costa africana
aprovechando una escala; fugas como las que
hemos relatado ya
en estas mismas páginas;
prisioneros republicanos canjeados por presos
franquistas –como los 90 que salieron de Fyffes
en 1938 con destino a Barcelona-; y soldados
canarios movilizados por el ejército golpista
que desertaban en la Península, a los que hay
que sumar los isleños que residían en el
territorio leal a la República. Muchos de ellos
pasaron a engrosar las filas del ejército
republicano y con la derrota dejaron España.
Uno
de ellos debió de ser Miguel Campos. Según
se afirma en la Historia de Canarias,
publicada por el diario La Provincia en 1991,
era tinerfeño y socialista, extremo este último
del que dudamos por lo que veremos más adelante.
Ni siquiera estamos seguros de que éste fuera su
verdadero nombre, pues era muy frecuente en
aquellas circunstancias cambiar de identidad
para evitar represalias a los familiares.
Sólo nos quedan de él un par de fotografías
borrosas en las que aparece una cara,
permítaseme la expresión, muy de aquí. Sabemos
que llegó a Orán en uno de los barcos que
transportaban a los exiliados en 1939, pero
no aparece en la lista de pasajeros del buque
inglés Stambrook, en el que sí viajaron
los que después iban a ser sus compañeros de
milicia, Amado Granell y Federico Moreno.
A
finales de 1944, Campos creó una especie de
cuerpo franco que se dedicaba a recoger
armamento para hacerlo llegar a la guerrilla
antifranquista en España. En una de esas
misiones desapareció y su final es todo un
misterio
Como
tantos otros se alistó en los Corps Francs
d’Afrique y cuando se organiza la Segunda
División Blindada al mando del general Leclerc,
pasó a engrosar las filas de la novena compañía
del Regimiento de Marcha del Chad. Aunque la
mandaba el capitán francés Dronne, casi todo el
resto de los oficiales, suboficiales y tropa,
hasta un total de 146, estaba formado por
antiguos soldados republicanos españoles con una
gran experiencia en combate. Desde el primer
momento fue conocida por todos con su nombre en
castellano,
la Nueve,
pues era ésta la lengua oficial de la
compañía. Los vehículos semioruga blindados
llevaban todos nombres españoles: Ebro,
Guadalajara, Belchite, Madrid,
en memoria de las grandes batallas de nuestra
guerra, u otros como Don Quijote o
España Cañí.
Campos fue nombrado jefe de la tercera sección,
compuesta casi exclusivamente por anarquistas
como él mismo, y era, al parecer, un jefe de
gran iniciativa, valiente, astuto y audaz.
El capitán Dronne lo define como "un fuera de
serie". Después de un corto periodo de
entrenamiento en el Norte de África, la Nueve
fue trasladada al condado inglés de York en mayo
de 1944, a la espera para su desembarco en
Francia, hecho que se produjo el 4 de agosto. A
partir de ese momento, la Nueve entra en
acción. El 14 de agosto, en un audaz golpe de
mano, la sección de Campos se infiltró en
territorio enemigo cerca de Ecouché e hizo
prisioneros a 129 alemanes, entre ellos un
coronel.
El 23
de agosto, la Nueve tenía previsto
avanzar hacia París. No obstante, Dronne recibió
órdenes de retirada, pero al llegar a Croix de
Berny se encontró con el general Leclerc, que le
ordenó que marchara hacia la capital con las
fuerzas que tuviera a mano, pues el pueblo
parisino se había sublevado y resultaba preciso
que, siguiendo órdenes del general De Gaulle,
las tropas de la Francia Libre entraran antes
que los americanos. Después de una
ininterrumpida marcha, a las 21.22 horas del 24
de agosto, los semiorugas llegaron al Hôtel de
Ville, el ayuntamiento de París. Todas las
campanas de la ciudad comenzaron a repicar.
París había sido liberado… por españoles.
La
mañana del 26 de agosto, el general De Gaulle,
acompañado de Leclerc y todo el estado mayor,
descendió triunfalmente los Campos Elíseos.
Detrás de él iban, dándole protección, los
blindados de la Nueve. La compañía
acampó en el Bois de Boulogne para recuperarse,
pero pronto tuvo que emprender nuevas acciones
de guerra. Campos, a finales de ese año, creó
una especie de cuerpo franco que se dedicaba a
recoger armamento para hacerlo llegar a la
guerrilla antifranquista en España. Resultó
herido y tuvo que soportar las terribles
condiciones del invierno en Las Ardenas.
Su
final es tan misterioso como su vida. El 14
de diciembre desapareció tras una misión en
solitario. No se encontró su cuerpo, lo que
desencadenó toda suerte de elucubraciones. Se
dijo que había regresado a España para unirse a
la guerrilla, que vivía en el norte de África…
Nunca se supo más de él. Sirvan estas líneas
para conservar la memoria de un bravo canario,
luchador por la libertad.