Correo

Alameda, 5. 2º Izda. Madrid   28014 Teléfono:  91 420 13 88 Fax: 91 420 20 04     

 

No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   


 

 

"Miguel Hernández, poeta del Pueblo y soldado de la República".

 Por Miguel Pastrana (de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles)

 

UCR   18-04-06

 

 El Siguiente texto, revisión ampliada del que fue radiado el día señalado es, a su vez, extracto de uno mayor de aproximación a la vida, obra y militancia del poeta (Nota del autor)

  

Tal día como hoy de hace sesenta y cuatro años, en una cárcel franquista, moría, o más exactamente, dejaban morir; esto es: asesinaban pasivamente; tal día como hoy -digo- terminaban de asesinar al gran poeta español Miguel Hernández Gilabert, español republicano, hombre del pueblo, poeta del pueblo. 

 Había nacido sólo treinta y dos años antes. En 1910. Veía luz -esa luz levantina, huertana a orillas del río Segura, que ungirá sus versos más luminiscentes- en Orihuela, la ciudad de las treinta iglesias. 

 A Orihuela debe Miguel Hernández los nutrientes, la savia terruña, de su obra sin par. También amistades y apoyos verdaderos. La Vida debe. Pero también, a su Orihuela, a la postre, la Muerte: es allí donde le denunciarían y encarcelarían para no volver a ser libre ya jamás, salvo en la propia muerte... 

 Y en sus versos. En la palabra que nos legó a todos por igual: su Voz; la nuestra:

 

 Recoged esta voz...

 

               A comienzos de 1936, como culmen de un proceso paulatino en el que juegan relevante papel los sucesos de Asturias de 1934 y sus nuevas amistades (Neruda, Alberti, Altolaguirre, Maruja Mallo, Alberto Sánchez...), Miguel Hernández es ya un autor plenamente identificado con los ideales republicanos; los mismos ideales -las mismas realidades- que dieron como fruto una Generación de artistas, pensadores, escritores y científicos como no había visto España en siglos, y hace se hable de aquella época como de una "Edad de Plata" de la cultura española. La Generación de la República. Una pléyade. 

 La misma que se encargaría de arrasar, de asesinar, el Caudillo de las Manos Rojas... de sangre                                                                

                                                                (...) 

 Por eso, cuando en julio de 1936 estalle la sublevación de los Generales traidores, la implicación de Miguel Hernández en la defensa de la Legalidad republicana será firme y activa desde el principio. Será le guerra de resistencia del Pueblo español frente al fascismo internacional la que acabe por convertir a Miguel Hernández en Un poeta necesario, eso que muy pocos poetas, incluso grandes poetas, logran ser (Dicho por el que fuera su amigo y compañero de celda, Antonio Buero Vallejo). 

 Miguel Hernández se enrola como voluntario en el 5º Regimiento de Milicias, creado por el Partido Comunista de España (PCE) y embrión del futuro Ejército Popular de la República. Participa, en primera línea del frente, en las trincheras, en la defensa de Madrid. Allí ve caer a su Camarada, el escritor cubano Pablo de la Torriente Brau:

  No temáis que se extinga su sangre sin objeto,

porque éste es de los muertos que crecen y se agrandan

aunque el tiempo devaste su gigante esqueleto

 

...Versos que tan ciertamente se podrían aplicar también al propio Hernández. 

Es nombrado Comisario de la Cultura. Participará en casi todos los frentes de combate: Extremadura, Jaén, Levante -la Batalla de Teruel, una de las más duras de las muchísimas del siglo XX, con temperaturas de hasta 20º bajo cero...

 

 Líster, la vida, la cantera, el frío:

tú, la vida, tus fuerzas como llamas

Teruel como un cadáver sobre un río

  Escribe sin descanso, en precarias condiciones, bajo las bombas: artículos, poesías, octavillas... Habla por los altavoces a los soldados y campesinos de la zona cautiva en poder de Franco. Habla del objeto de la lucha noble y heroica del Pueblo español republicano contra los Generales traidores y la Italia fascista y la Alemania de Hitler. Habla, escribe, del Pueblo en armas; de los Héroes de la República forjados al calor de la lucha. Escribe, habla, del noble sudor, de las manos trabajadoras, de la necesaria disciplina. De los Esposos-Soldados. De las Madres. De los Hijos. De la tierra y sus frutos para todos...

                                                                (...)  

 Escribe Viento del Pueblo y  El Hombre acecha. Libros de lucha. Poesías de combate. Versos de ánimo a los hombres y mujeres que cada día mueren en los frentes de batalla y en la retaguardia por los bombardeos de los aviones nazis e italianos. Libros, también, de pesar, de supremo dolor por la inmensa tragedia española y la sangre derramada. Pero también, y por encima de todo, libros, no sólo de exaltación o lamento, sino de honda meditación, serena hasta donde alcanzaban las circustancias, del significado profundo de la lucha de los Pueblos de España republicana contra los fascistas y los traidores. 

Lucha por la Vida, por el Porvenir:

  Es preciso matar para seguir viviendo

Por la Libertad, la Solidaridad, la Fraternidad:

  Para la libertad sangro, lucho, pervivo

 Para la libertad siento más corazones

 que arenas en mi pecho

 

Se lucha por la Paz de las generaciones futuras:

  Para el hijo será la paz que estoy forjando

 Y así, no se lucha por odio -el fascismo-, sino por Amor. La República de Hombres Libres e Iguales. El Cristianismo auténtico (que es el sustrato de toda la ideología y cosmovisión hernandiana). El Socialismo y el Comunismo en sus más nobles, mejores acepciones. Y por eso se lucha, no como un mercenario, no como un asesino amante de la guerra, sino como un hombre normal -un hijo del Pueblo- , un trabajador, un ciudadano, que en un momento dado se ve obligado a empuñar las armas para defender la Libertad y la Justicia. Y las empuña con la misma serenidad y naturalidad con que las deja una vez acabada la tarea. Sin odios, sin rencores... Y se vuelve al Hogar, al Trabajo, a la normalidad de cada día:

   Y dejaré a tu puerta mi vida de soldado

 sin colmillos ni garras

 El Poeta de la tierra. El Poeta campesino que siembra la Vida. Poeta cósmico a fuer de telúrico. Poeta amante... El Poeta miliciano, soldado de la República española, Miguel Hernández:

                                            

       CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO 

 He poblado tu vientre de amor y sementera,

 he prolongado el eco de sangre a que respondo

 y espero sobre el surco como el arado espera:

 he llegado hasta el fondo.

 

 Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,

 esposa de mi piel, gran trago de mi vida,

 tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos

 de cierva concebida.

 

 Ya me parece que eres un cristal delicado,

 temo que te me rompas al más leve tropiezo,

 y a reforzar tus venas con mi piel de soldado

 fuera como el cerezo.

 

 Espejo de mi carne, sustento de mis alas,

 te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.

 Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,

 ansiado por el plomo.

 

 Sobre los ataúdes feroces en acecho,

 sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa

 te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho

 hasta en el polvo, esposa.

 

 Cuando junto a los campos de combate te piensa

 mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,

 te acercas hacia mí como una boca inmensa

 de hambrienta dentadura.

 

 Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:

 aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,

 y defiendo tu vientre de pobre que me espera,

 y defiendo tu hijo.

 

 Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,

 envuelto en un clamor de victoria y guitarras,

 y dejaré a tu puerta mi vida de soldado

 sin colmillos ni garras.

 

 Es preciso matar para seguir viviendo.

 Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,

 y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo

 cosida por tu mano.

 

 Tus piernas implacables al parto van derechas,

 y tu implacable boca de labios indomables,

 y ante mi soledad de explosiones y brechas

 recorres un camino de besos implacables.

 

 Para el hijo será la paz que estoy forjando.

 Y al fin en un océano de irremediables huesos

 tu corazón y el mío naufragarán, quedando

 una mujer y un hombre gastados por los besos.

 

 

  Página de inicio