"Miguel Hernández, poeta
del Pueblo y soldado de la República".
Por
Miguel Pastrana (de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles)
UCR
18-04-06
El
Siguiente texto, revisión ampliada
del que fue radiado el día señalado es, a su vez, extracto de uno mayor de
aproximación a la vida, obra y militancia del poeta (Nota del autor)
Tal
día como hoy de hace sesenta y cuatro años, en una cárcel franquista, moría,
o más exactamente, dejaban morir; esto es: asesinaban pasivamente; tal día
como hoy -digo- terminaban de asesinar al gran poeta español Miguel Hernández
Gilabert, español republicano, hombre del pueblo, poeta del pueblo.
Había
nacido sólo treinta y dos años antes. En 1910. Veía luz -esa luz levantina,
huertana a orillas del río Segura, que ungirá sus versos más luminiscentes-
en Orihuela, la ciudad de las treinta iglesias.
A
Orihuela debe Miguel Hernández los nutrientes, la savia terruña, de su obra
sin par. También amistades y apoyos verdaderos. La Vida debe. Pero también, a
su Orihuela, a la postre, la Muerte: es allí donde le denunciarían y
encarcelarían para no volver a ser libre ya jamás, salvo en la propia
muerte...
Y
en sus versos. En la palabra que nos legó a todos por igual: su Voz; la
nuestra:
Recoged
esta voz...
A
comienzos de 1936, como culmen de un proceso paulatino en el que juegan
relevante papel los sucesos de Asturias de 1934 y sus nuevas amistades (Neruda,
Alberti, Altolaguirre, Maruja Mallo, Alberto Sánchez...), Miguel Hernández es
ya un autor plenamente identificado con los ideales republicanos; los mismos
ideales -las mismas realidades- que dieron como fruto una Generación de
artistas, pensadores, escritores y científicos como no había visto España en
siglos, y hace se hable de aquella época como de una "Edad de Plata"
de la cultura española. La Generación de la República. Una pléyade.
La
misma que se encargaría de arrasar, de asesinar, el Caudillo
de las Manos Rojas... de sangre
(...)
Por
eso, cuando en julio de 1936 estalle la sublevación de los Generales traidores,
la implicación de Miguel Hernández en la defensa de la Legalidad republicana
será firme y activa desde el principio. Será le guerra de resistencia del
Pueblo español frente al fascismo internacional la que acabe por convertir a
Miguel Hernández en Un poeta necesario,
eso que muy pocos poetas, incluso grandes poetas, logran ser (Dicho por el
que fuera su amigo y compañero de celda, Antonio Buero Vallejo).
Miguel
Hernández se enrola como voluntario en el 5º Regimiento de Milicias, creado
por el Partido Comunista de España (PCE) y embrión del futuro Ejército
Popular de la República. Participa, en primera línea del frente, en las
trincheras, en la defensa de Madrid. Allí ve caer a su Camarada, el escritor
cubano Pablo de la Torriente Brau:
No temáis que se extinga su sangre sin objeto,
porque
éste es de los muertos que crecen y se agrandan
aunque
el tiempo devaste su gigante esqueleto
...Versos
que tan ciertamente se podrían aplicar también al propio Hernández.
Es
nombrado Comisario de la Cultura. Participará en casi todos los frentes de
combate: Extremadura, Jaén, Levante -la Batalla de Teruel, una de las más
duras de las muchísimas del siglo XX, con temperaturas de hasta 20º bajo
cero...
Líster,
la vida, la cantera, el frío:
tú,
la vida, tus fuerzas como llamas
Teruel
como un cadáver sobre un río
Escribe
sin descanso, en precarias condiciones, bajo las bombas: artículos, poesías,
octavillas... Habla por los altavoces a los soldados y campesinos de la zona
cautiva en poder de Franco. Habla del objeto de la lucha noble y heroica del
Pueblo español republicano contra los Generales traidores y la Italia fascista
y la Alemania de Hitler. Habla, escribe, del Pueblo en armas; de los Héroes de
la República forjados al calor de la lucha. Escribe, habla, del noble sudor, de
las manos trabajadoras, de la necesaria disciplina. De los Esposos-Soldados. De
las Madres. De los Hijos. De la tierra y sus frutos para todos...
(...)
Escribe
Viento del Pueblo y
El Hombre acecha. Libros de
lucha. Poesías de combate. Versos de ánimo a los hombres y mujeres que cada día
mueren en los frentes de batalla y en la retaguardia por los bombardeos de los
aviones nazis e italianos. Libros, también, de pesar, de supremo dolor por la
inmensa tragedia española y la sangre derramada. Pero también, y por encima de
todo, libros, no sólo de exaltación o lamento, sino de honda meditación,
serena hasta donde alcanzaban las circustancias, del significado profundo de la
lucha de los Pueblos de España republicana contra los fascistas y los
traidores.
Lucha
por la Vida, por el Porvenir:
Es
preciso matar para seguir viviendo
Por
la Libertad, la Solidaridad, la Fraternidad:
Para la libertad sangro,
lucho, pervivo
Para
la libertad siento más corazones
que
arenas en mi pecho
Se
lucha por la Paz de las generaciones futuras:
Para el hijo será la paz que estoy forjando
Y
así, no se lucha por odio -el fascismo-, sino por Amor. La República de
Hombres Libres e Iguales. El Cristianismo auténtico (que es el sustrato de toda
la ideología y cosmovisión hernandiana). El Socialismo y el Comunismo en sus más
nobles, mejores acepciones. Y por eso se lucha, no como un mercenario, no como
un asesino amante de la guerra, sino como un hombre normal -un hijo del Pueblo-
, un trabajador, un ciudadano, que en un momento dado se ve obligado a empuñar
las armas para defender la Libertad y la Justicia. Y las empuña con la misma
serenidad y naturalidad con que las deja una vez acabada la tarea. Sin odios,
sin rencores... Y se vuelve al Hogar, al Trabajo, a la normalidad de cada día:
Y dejaré a tu puerta mi
vida de soldado
sin
colmillos ni garras
El
Poeta de la tierra. El Poeta campesino que siembra la Vida. Poeta cósmico a
fuer de telúrico. Poeta amante... El Poeta miliciano, soldado de la República
española, Miguel Hernández:
CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO
He
poblado tu vientre de amor y sementera,
he
prolongado el eco de sangre a que respondo
y
espero sobre el surco como el arado espera:
he
llegado hasta el fondo.
Morena
de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa
de mi piel, gran trago de mi vida,
tus
pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de
cierva concebida.
Ya
me parece que eres un cristal delicado,
temo
que te me rompas al más leve tropiezo,
y
a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera
como el cerezo.
Espejo
de mi carne, sustento de mis alas,
te
doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer,
mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado
por el plomo.
Sobre
los ataúdes feroces en acecho,
sobre
los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te
quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta
en el polvo, esposa.
Cuando
junto a los campos de combate te piensa
mi
frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te
acercas hacia mí como una boca inmensa
de
hambrienta dentadura.
Escríbeme
a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí
con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y
defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y
defiendo tu hijo.
Nacerá
nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto
en un clamor de victoria y guitarras,
y
dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin
colmillos ni garras.
Es
preciso matar para seguir viviendo.
Un
día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y
dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida
por tu mano.
Tus
piernas implacables al parto van derechas,
y
tu implacable boca de labios indomables,
y
ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres
un camino de besos implacables.
Para
el hijo será la paz que estoy forjando.
Y
al fin en un océano de irremediables huesos
tu
corazón y el mío naufragarán, quedando
una
mujer y un hombre gastados por los besos.
|
|