Gurs.-El
campo de los indeseables
Jabier
López de Armentia
diariosigloxxi.com
30 de Mayo de
2006
Campo de refugiados
para unos, campo de concentración para otros. Hablamos de Gurs, una pequeña
localidad a caballo entre Navarrenx y Oloron, cercana a Zuberoa en la región de
Aquitania.
Eran tiempos
de guerra en España, tiempos de sangre y miseria. Mientras Franco se imponía
por las armas e instauraba una dictadura que duraría casi 40 años, miles de
personas cruzaban la frontera atemorizados por las represalias franquistas
buscando una vida mejor en el vecino francés. Muchos de esos sueños se
truncaron al cruzarse en medio de su camino el “campo de Gurs”, un campo
construido inicialmente para los “indeseables”, pero que terminó siendo el
basurero del país galo.
Muchos vascos, Gudaris en su mayoría, que consiguieron salir del Cerco de
Santander fueron trasladados por mar hasta el Campo de Gurs, a estos se les
unieron Brigadistas Internacionales que habían luchado por la republica española,
sin olvidarnos de republicanos españoles que terminaron siendo entregados a las
manos de Franco en Irún. Así nos trató nuestro
vecino
francés.
Dio comienzo la Segunda Guerra Mundial y la dinámica del campo de Gurs cambió.
Con el armisticio entre Francia y Alemania en 1940 se convirtió en un campo de
concentración, el campo de los “indeseables” lo llamaban, al aglutinarse en
su interior miles de personas traídas de diferentes rincones de Europa con una
característica común, eran homosexuales, judíos, gitanos, comunistas,
republicanos, apátridas, prostitutas, indigentes...
Las noches cada vez eran más largas, y los días más difíciles de soportar.
Los inviernos se convertían en sus mayores torturas. Tormentas y litros de agua
caían del cielo sobre cuatro tablillas de madera mal colocadas que no sólo
filtraban el agua sino también el frió del duro invierno; el barro cubriendo
los dedos de los pies comenzó a ser algo común entre las personas que aquella
barbarie tuvieron que soportar. Sin higiene ni asistencia sanitaria las
enfermedades corrían por los barracones a sus anchas causando muertes
indiscriminadas a miles de personas –entre 1939 y 1945 el campo de Gurs albergó
a 63.929 personas, de esas cuales 6.555 eran de origen vasco–.
Muchos no han podido contar lo que allí sucedió, no han podido ver nuestra
vida de hoy, pero para eso estamos nosotros aquí; para luchar por su memoria;
para no caer en el olvido y la indiferencia; para conocer nuestros errores y
enmendarlos; para que esas 6.555 personas no vuelen sus nombres con el tiempo.