Las Brigadas
Internacionales
Antoni Segura
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El proyecto de memoria
histórica impulsado por el Gobierno español y el proyecto para el
memorial democrático del Gobierno de Catalunya han dado lugar a un debate
viciado desde sus inicios. Desde la derecha se han alzado voces que acusan
a los dos proyectos de revanchismo, de parcialidad, de secuestrar u
olvidar la memoria de las
"otras víctimas", de hurgar en una herida que es mejor cerrar
para siempre. En definitiva, impedir el reconocimiento de las víctimas
del franquismo.
Los argumentos
fundamentales son tres: los republicanos también asesinaron a víctimas
inocentes, determinados partidos y sindicatos republicanos conspiraron
contra la Segunda República (revolución de Asturias, hechos de Octubre)
y la guerra civil fue una tragedia colectiva, fratricida, en la que todos
cometieron excesos.
VAMOS POR partes. En
primer lugar, desde mediados de los años 80, han sido los historiadores
profesionales --y no los revisionistas a sueldo del neofranquismo-- los que han
puesto al descubierto la represión republicana durante los años de la guerra
civil. Es cierto que se cometieron excesos, especialmente en Catalunya, y que
fueron asesinados muchos inocentes a raíz de la persecución religiosa que se
desencadenó a partir de julio de 1936. Nadie lo niega, y durante décadas la
memoria de esas víctimas ha estado presente en el discurso oficial de la
dictadura, y la reivindicación de su memoria fue el eje central de la Causa
General. La dominación roja en España. Avance de la información instruida por
el ministerio público (Madrid, 2ª. Ed., s.d. -1943-).
Tampoco puede olvidarse, sin embargo, que la violencia fue la consecuencia
directa de un intento de golpe de Estado militar contra un Gobierno legalmente
constituido que desembocó en la guerra civil, y que la represión republicana
se llevó a cabo en contra de las disposiciones de las autoridades legítimas,
mientras que la represión franquista no solo contaba con la bendición del régimen,
sino que fueron las autoridades militares y civiles las que la llevaron a cabo
durante cuatro décadas.
En segundo lugar, es obvio que determinados partidos y sindicatos republicanos
consideraban la Segunda República como un paso previo a la revolución social
que querían impulsar, y que durante el bienio negro intentaron forzar la
situación para avanzar en aquella dirección; pero, en el momento decisivo, sus
militantes tampoco dudaron en dar generosamente sus vidas para salvar la República.
No puede decirse lo mismo de los militares golpistas, que desde el precedente
del general Sanjurjo --1932-- se afanaban para acabar con la República e imponer una dictadura (fascista, para más señas). La diferencia
fundamental entre el general Escobar (fusilado en el castillo de Montjuïc
en febrero de 1940) y el general Goded (fusilado en el mismo lugar en
agosto de 1936) es precisamente esta: mientras que el primero, a pesar de sus
convicciones no republicanas, en julio de 1936 se mantuvo fiel al Gobierno
legalmente constituido, como muchos otros miembros de la Guardia Civil y del Ejército,
el segundo era el encargado de encabezar el golpe militar en Barcelona.
Por último, a pesar de que no es una cuestión de magnitudes, la represión
franquista fue muy superior a la republicana y siguió una vez acabada la
guerra. Es preciso, pues, no confundir, interesadamente, las dos represiones.
Nadie niega las injusticias cometidas en la retaguardia republicana, pero se
exige recuperar la memoria de aquellas víctimas condenadas a la doble muerte
del asesinato y del olvido y que todavía reposan en fosas comunes diseminadas
por todo el Estado, especialmente en aquellos lugares en los que triunfó desde
el primer momento el golpe de Estado.
El problema no es, pues, historiográfico, sino político y de justicia:
rescatar del olvido a las víctimas de la represión franquista antes de que
transcurra más tiempo y sean condenadas a desaparecer de la historia. Es en
este contexto en el que se insiere el acto de este miércoles en el que el
Gobierno de Catalunya rindió homenaje en el Palau de la Música a las Brigadas
Internacionales con motivo del 70° aniversario de su llegada a Catalunya.
Los supervivientes de las Brigadas Internacionales representan una generación
de demócratas de todo el mundo que vivieron la guerra civil española como el
primer combate contra el fascismo. Miles de voluntarios vinieron a España para
combatir junto al Ejército republicano. Fue uno de los episodios más bellos y
trágicos de la guerra civil, porque la tercera parte de aquellos voluntarios
murieron en España y sus tumbas permanecieron en el olvido durante décadas,
diseminadas por los escenarios de las batallas en las que participaron.
EN EL OTOÑO de 1938 dejaron España porque la Segunda República se plegó a la
política de no intervención de las democracias europeas, lo cual no impidió
que Alemania e Italia siguieran apoyando al Ejército rebelde. Pero muchos no
regresarían a sus casas, donde el fascismo había triunfado; otros lucharon en
la segunda guerra mundial, y algunos fueron asesinados en la URSS, acusados de
trotskismo. Los brigadistas fueron, quizá, los últimos idealistas del siglo XX
que no dudaron en dar sus vidas para defender la Segunda Re- pública. Es, pues,
de justicia rendirles hoy el homenaje que se merecen y no dejar caer aquel
movimiento solidario en el olvido.
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Antoni Segura es, catedrático de Historia Contemporánea y director del Centre d'Estudis Històrics Internacionals de la UB