Galán y Hernández, 75 años en la memoria
Matías Alonso
Levante
15 de Diciembre de
2005
Hace ya 75 años. Todo
empezaba en agosto de 1930, cuando todos los partidos y personalidades
republicanas se ponían de acuerdo el día 17 y nacía el Pacto de San Sebastián. «Delenda
est Monarchía» había sentenciado Ortega y Gasset como epitafio a varios años de
errores de bulto cometidos por Alfonso XIII. Al error de apoyar a Primo de
Rivera le siguió el «error Berenguer», intentando perpetuar el poder caciquil
que sustentaba a la dictadura, y aún después, el error Aznar, que era más de lo
mismo. El pueblo ya no aceptaba dictaduras, ni dictablandas; los partidos y
casinos republicanos florecían por toda España donde, abiertamente, se denostaba
sin disimulos al monarca y al régimen que encarnaba. La suerte estaba echada.
Afortunadamente, aquellos republicanos se dieron cuenta de que sólo con espíritu
unitario podrían articularse en alternativa posible. Las masas empezaban a
irrumpir en la vida política, cerrada y rancia hasta entonces, y sólo ellos
podían ser expresión y cauce del nuevo torrente, históricamente imparable.
Surgió el Comité Revolucionario para articular el derrocamiento de la Monarquía;
había que trabajar duro y organizar una gran huelga general que, secundada por
varios pronunciamientos militares, acabara instaurando la II República Española.
Era el típico pronunciamiento romántico liberal tan al uso en el siglo XIX.
El problema es que rara vez aquellos pronunciamientos desembocaban en éxitos
duraderos, y, esta vez, aunque parecía mucho mejor organizado, con todos los
partidos republicanos y de izquierdas, sindicatos, además de las fuerzas de la
cultura y personalidades por primera vez en la historia unidos en un objetivo
común, tampoco iba a ser diferente.
A este selecto grupo de auténticos republicanos, progresistas y de izquierdas se
unió otro club de militares entre los que figuraban Ramón Franco, Queipo de
Llano, López Ochoa, incluso dicen que Muñoz Grandes, junto a Fermín Galán,
Sediles, Ángel García Hernández, etc., una mezcla de aventureros con auténticos
revolucionarios. A partir de aquí cualquier cosa era posible, como así fue. Se
empezó adelantándose a la fecha fijada por el Comité Revolucionario, que era el
15 de diciembre. Por motivos oscuros, Fermín Galán salió a la calle en Jaca tres
días antes, el 12, descolocando al resto de guarniciones comprometidas para
levantarse el 15 y con el consiguiente desbarajuste general del plan. Casares
Quiroga era el comisionado para detener la intentona hasta la fecha fijada,
pero, aun habiendo llegado a tiempo a Jaca, incomprensiblemente se fue a dormir
e incluso su acompañante se pasó a las filas de Galán, con lo que la suerte de
estos héroes estaba echada.
A las 24 horas, tras dos encuentros -Cillas y Ayerbe- ya estaban derrotados y
sus capitanes detenidos. No tardaron en condenarlos a muerte, y a las 48 horas
del comienzo, el día 14 de diciembre de 1930, caían fusilados a las cuatro de la
tarde. Así, Fermín Galán y Ángel García Hernández entraban por la puerta grande
en la imaginería del pueblo, como los primeros mártires por la cercana
República.
Realmente fue un destino trágico; cayeron víctimas de su entusiasmo por una
parte, pero también de la desorganización y del enfrentamiento, de la
improvisación en suma. Ramón Franco, tras sublevarse en Cuatro Vientos junto a
Queipo de Llano, no logró bombardear el Palacio Real; unos dicen que porque no
se atrevió al ver unos niños jugando, otros que por no llevar espoletas en las
bombas, ambos extremos difíciles de creer si pensamos en la trayectoria
posterior de estos personajes, en las que no se les ve dudando a la hora de
bombardear y masacrar civiles.
A partir de ahí, sólo el fracaso podía conseguirse. Los acontecimientos
posteriores no figuraban en los planes de un comité que sólo tenía prevista la
vía insurreccional para traer la República a España. De todas formas, aquella
sangre no resultó inútil; Galán y Hernández se convirtieron en bandera tras la
que se aglutinó el pueblo y en la espoleta que puso en marcha el proceso
imparable que desembocó en la IIª República.
Pero, eso sí, tras una gran cagada. 75 años después, los neo-republicanos de la
actualidad tienen mucho camino por delante, primero, para llegar a dar la talla
que dieron los auténticos republicanos de entonces. ¿Sería posible hoy llegar a
un pacto como el de San Sebastián? Creo que el sectarismo lo impediría. Hoy, que
la cosa aún ni ha empezado, se divide más que se une; nada que ver con aquello.
Es más, para los cuatro gatos que somos, damos un espectáculo más bien triste y
lamentable, y me refiero a la cagada actual que ha supuesto la división de los
que año tras año acudimos a Santa Cruz de Moya. Hoy, sesudos escritores y
acreditados/as investigadores/as, que dicen trabajar para traer la III
República, están enfrentando a los cuatro guerrilleros que sobreviven, que ya se
están llamando de nuevo traidores entre ellos, merced a la acción de los que no
son guerrilleros. «Igualico, igualico qu´el difunto de su agüelico», decía un
tebeo de mi niñez.
Son 75 años. A ver si de una vez aprendemos.
---------
*Matías alonso es
concejal del PSPV en el Ayuntamiento de Valencia