Laicidad. Razón de ser del republicanismo

Eduardo Calvo García *

Los republicanos laicos, una vez repasados someramente estos caracteres generales, debemos deducir que la laicidad no puede ser reductible a cualquier definición en la que las polémicas actuales puedan involucrarla . El Principio permanente de la República laica,  no va más allá del grado de las definiciones  en las que se busque circunstancialmente un  resultado para  debilitarla.

Como tal, la laicidad en si misma, no es un pensamiento de combate anti- religioso. Si ella ha encontrado sus fuentes de ilustración y aplicación en la lucha contra el clericalismo y sus excesos, ella no tiene por objeto combatir la elección de conciencia libremente hecha por las personas, elecciones eminentemente respetables, en la medida que ellas conciernan únicamente al espacio privado, siendo esto por tanto, el fundamento mismo de la libertad individual.

 Si el pensamiento laico reagrupa esencialmente a los ateos y librepensadores militantes, esta militancia no ocupa más espacio público que la de los religiosos. Los agnósticos y creyentes, tienen dentro de la laicidad, el mismo espacio público; a estos últimos, les es suficiente con admitir que lo religioso debe ser considerado como apartado de la esfera pública y adoptar plenamente las reglas legislativas inspiradas por la laicidad. En una palabra, la ley respetará a la fe, el tiempo que haga falta, mientras que la fe, no pretenda  elaborar las leyes.

 La laicidad, no debe ser vista en absoluto como un pensamiento materialista. Hasta aquí y ahora, si el pensamiento laico se ha posicionado histórica y políticamente como oposición a los excesos del pensamiento religioso; ella nunca ha repudiado las inspiraciones idealistas y espiritualistas de la acción pública. Siempre al contrario, la laicidad se ha alimentado con la reflexión espiritual de los difíciles interrogantes propios de la condición humana, estando siempre y claramente tendente, hacia el objetivo ideal de una sociedad donde la libertad de los individuos sea garantizada por la neutralidad de las instituciones. Igual que la ética, es independiente de la moral, y la espiritualidad, es independiente de la fe, la espiritualidad republicana, es laica.

 La laicidad no es un culto inverso. Al ser adoptada por una República (la francesa), en la época en que triunfaban el progresismo y el racionalismo, esta, aparece con frecuencia como culto a la Razón. Por nuestra parte,  los republicanos no deberíamos escribir, críticamente, el término razón  con mayúscula, puesto que esta, no encierra los estatutos de un templo profano y si la herramienta que el espíritu libre aplica a los problemas que encuentra. La República por tanto, no debe sacralizar la laicidad de la Razón como referencia única y si referirse a la razón, como un medio  privilegiado y no exclusivo del conocimiento. 

La laicidad, no debe estar limitada únicamente a los asuntos religiosos. Posicionada como la garantía  de neutralidad de las instituciones públicas, ella debe substraer consecuentemente, las influencias extrañas a la definición del bien público y los procedimientos democráticos. 

La laicidad, no es la propiedad privada de un pensamiento político definido. En una República, el pensamiento laico debe ser consustancial a la misma República. Ahora bien, todos los partidos políticos elegidos por sufragio universal, deben constatar que el principio de laicidad es tanto de izquierdas como de derechas, debiéndolo aplicar estos cada vez que les pertenezca gobernar. 

Igualmente, la laicidad no es un principio especifico de un país determinado, ni un concepto imposible de traducir y expandir. En la actualidad en el Parlamento Europeo existe un intergrupo laico que agrupa a 150 parlamentarios de 12 nacionalidades, sabedores todos de que en Europa existe una verdadera necesidad de laicidad. La República española, deberíamos afirmar por convicción los republicanos laicos españoles, no puede inhibirse de esa necesidad particular, europea y mundial.

La laicidad ha estado casi siempre localizada en cuestiones religiosas por razones de influencias clericales. El pensamiento laico, no se limita a la lucha contra el clericalismo. La laicidad, es también insurgente con el poder del dinero y contra las presiones económicas sobre la vida pública. 

La cuestión sobre la oportunidad de una ley referente a la exhibición ostentosa de signos religiosos en la escuela, está claramente presentada por culpa de la multiplicación de incidentes relativos a la decisión de algunas pocas alumnas musulmanas, que han querido cubrir su cabeza con el velo islámico en un espacio público. 

Es completamente hipócrita hacer creer, que el problema se presenta de forma igual para todas las religiones o por los signos de pertenencia que han estado desgraciadamente tolerados desde hace largo tiempo en las escuelas públicas.

Claramente al respecto de la oportunidad de una ley sobre el velo islámico en la escuela pública debe constatarse: que ni ley, ni velo. 

El problema de portar el velo musulmán es debido a varias razones.

 La religión musulmana, no admite la distinción entre lo profano y lo sagrado. Es ilusorio por tanto para los musulmanes el  distinguir si llevar el velo es un acto cultural o una cuestión de culto, al mismo tiempo que no disciernen  el espacio público del privado.

Las leyes islámica no admiten tampoco la igualdad de derechos y principalmente la igualdad entre sexos, véase por ejemplo las leyes coránicas sobre prestación de testimonio y sobre derechos sucesorios. 

Actualmente, la religión musulmana está inmersa en una fase de proselitismo que no admite ningún atisbo de tolerancia. 

Al respecto, se hace indispensable reconocer la existencia de un gran abigarramiento cultural, que no va a hacer más que acentuarse con la integración a Europa de naciones cada vez más diversas. 

La cuestión está, en como saber organizar esta diversidad, manteniendo nuestra concepción universalista republicana. Llegados a este punto, sería muy bueno pensar que la duda de identidad, el miedo a perder el alma y la propia identidad, alimentan todas las formas de integrismo étnico, cultural y sobre todo el religioso, que ven  la laicidad, no como a una elección de sociedad y la condición para una paz social y si, un riesgo suplementario de disolución de esta identidad. 

Quisiera para terminar esta modesta intervención sobre laicidad, insistir machaconamente  que si nosotros, los republicanos laicos españoles, insertamos con toda su pureza el principio de laicidad en la Constitución republicana española, como norma de obligado cumplimiento, esta, nos servirá de COLUMNA VERTEBRAL que nos permitirá caminar erguidos para alcanzar el ideal tan preciado de Libertad, Igualdad y Fraternidad.                                                                

                                                                        

Eduardo Calvo García

17 de abril de 2004

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* Intervención del autor en el Círculo de Bellas Artes, el 18  de Abril, en el acto convocado por Unidad Cívica por la República en conmemoración de la II República 

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