De la campaña
atea, o de cómo se relaciona al FC Barcelona con dios, y
de cómo el
Partido Popular ataca a la libertad de expresión
Daniel Raventós
Sin Permiso
20 de Enero de 2009
Desde hace pocos días, puede
leerse en catalán, aunque por poco tiempo y solamente en dos
líneas de trayecto de algunos autobuses de Barcelona:
“Probablemente dios no existe, así que deja de preocuparte y
disfruta la vida”. Se trata de una campaña financiada por una
asociación atea catalana que sigue la iniciada hace algunas
semanas en Londres, uno de cuyos principales inspiradores es el
conocido científico de Oxford Richard Dawkins. La campaña
inglesa tuvo mucho más éxito del previsto, con más donaciones de
las esperadas inicialmente. Se estudia continuar la campaña en
Madrid, si bien en algunas otras ciudades como Zaragoza, la
compañía de autobuses, de forma vicaria o no, ha puesto todas
las trabas posibles y quizá logre impedirla.
Las reacciones que ha tenido
esta campaña única (por ser la primera vez desde la segunda
república española que se puede ver publicidad atea de estas
características, y en cualquier caso, nunca en los autobuses, en
donde estamos más acostumbrados a ver publicidad de películas,
refrescos, galletas, academias de idiomas, ropa interior
masculina y femenina, lubricantes, grandes almacenes y
candidatos electorales) han sido muy superiores a las que,
personalmente, pensaba yo que iba a tener. Sobre esta original
campaña ha opinado todo el mundo: religiosos católicos y
protestantes, profesores universitarios, periodistas
profesionales, columnistas habituales, tertulianos ignaros… Lo
han hecho de todos los modos posibles: desde la fría cortesía
hasta la rabiosa mala leche apenas disimulada. En general, todo
bastante pobre, con algunas honrosas excepciones. La campaña ha
sido un éxito insuperable, si pensamos en términos de impacto. Y
no se me ocurre cómo evaluar una campaña publicitaria, si no es
en estos términos.
La campaña atea puede
juzgarse desde muchos puntos de vista, claro está. Y hemos
tenido al respecto un gran carrusel para casi todos los gustos.
Hay quien ha enfocado la campaña estéticamente (con
simplicidades olímpicas: “el dinero empleado en esta campaña
debería destinarse a acabar con el hambre que hay en el mundo”;
aunque si se piensa un segundo, se verá que poca hambre se
reduciría con los pocos centenares de euros de esta campaña);
hay quien ha especificado los errores gramaticales de la frase
en catalán (es la crítica menos discutible: en catalán el verbo
“gaudir”, que es “disfrutar” en español, no es transitivo con lo
que debería haberse escrito “gaudeix de la vida”, no
“gaudeix la vida”, para decir en español “disfruta la vida”);
hay quien ha intervenido con ínfulas pretendidamente científicas
(“probablemente” significa que se deja la puerta abierta a la
existencia de dios, al modo de ver de algunos); hay quien lo ha
hecho defendiendo que una persona religiosa puede disfrutar de
la vida tanto o más que una que sea atea (es cierto que el
esclavo satisfecho puede sentirse feliz, como todo el mundo
sabe; y también que un ateo puede ser muy desgraciado); hay
quien ha replicado desde posiciones religiosas, señaladamente el
grupo fundamentalista católico e-cristians, ligado al que
fue conseller (ministro) del gobierno de derechas de
pasadas legislaturas de la Generalitat, Josep Miró, así como un
grupo protestante que también pondrá en los autobuses la
afirmación de que “dios sí existe” (parece ser que disponen de
pruebas empíricas contundentes); hay quien lo ha hecho en
términos de oportunidad, porque la iniciativa podría provocar
enfrentamientos por ideas religiosas (que se diga tal cosa
precisamente ante la primera campaña atea de un tipo parecido en
70 años, cuando la publicidad religiosa, especialmente católica,
a lo largo de estas décadas ha sido lujuriosamente abusiva tiene
su qué), o porque no es nada oportuno realizar la campaña en
plena crisis económica (si bien la campaña iniciada en Londres
fue diseñada antes de que estallaran las primeras graves
consecuencias de la mencionada crisis); hay quien ha preferido
ver una campaña propia de la frivolidad del primer mundo, porque
con la situación de gran miseria para muchos millones de
personas en los países pobres, llamar a disfrutar la vida suena
como hasta cínico (y es cierto que la campaña empezó en
Londres, hasta hoy situada en el primer mundo); hay también
quien, aprovechando que el equipo de fútbol más importante de la
ciudad, el FC Barcelona, está en un momento de juego celestial,
ha hecho profesión de fe en nuevos dioses (“probablemente dios
no existe, pero Messi sí, disfruta la vida”)… Pero ahí no acaba
la historia.
El parlamento
catalán está compuesto, como casi todos los parlamentos del
mundo, por diputados y diputadas de distintos partidos. Los
partidos que gobiernan en coalición la Generalitat catalana son
tres: Partit Socialista de Catalunya (el partido mayoritario y
de izquierda moderadísima), Iniciativa per Catalunya-Verds (el
menor partido de la coalición gubernamental y de izquierda
moderada) y Esquerra Republicana de Catalunya (un partido de
izquierda moderada y partidario a muy largo plazo de la
independencia catalana respecto del reino de España). En el
parlamento catalán hay otros tres partidos y coaliciones. Están
por lo tanto en la oposición. Uno, muy importante por su apoyo
electoral, es la coalición de derechas nacionalista catalana
Convergencia i Unió. Unió, el componente más pequeño y
derechista de la coalición, es un partido cristiano con algunos
conocidos militantes que limitan con, si es que no traspasan, el
fundamentalismo católico más rancio. Los otros dos partidos
parlamentarios son de relevancia diferente. Uno es importante no
por el apoyo electoral suscitado en Cataluña, que es muy
pequeño, sino por el que disfruta en la mayor parte del resto
del reino de España, el Partido Popular. Partido muy de derechas
furibundamente nacionalista español,
característica esta última que le da muchos votos fuera de
Cataluña, pero no en esta tierra, por lo que se ha producido un
pequeño giro de moderación al respecto en esta zona geográfica.
Mucho más insignificante el otro partido, el ridículo Ciudadanos
(monolemáticamente partidario de que el idioma catalán retroceda
en Cataluña en beneficio del idioma español, con grotescas
ínfulas de partido con ideas nuevas) al que se le ha complicado
muchísimo la vida con la aparición del partido Unión, Progreso y
Democracia que tiene una sola diputada en el parlamento español,
pero al que las encuestas le auguran algunos diputados en las
próximas elecciones europeas, y que disfruta de muchas simpatías
entre los sectores más ultras del PP y de algunas emisoras
radiofónicas de la iglesia católica española, como la COPE del
ultramontano Losantos.
El ayuntamiento de Barcelona
tiene una composición política similar al parlamento catalán con
la excepción de este último partidito, Ciudadanos, que no tiene
representación en el consistorio de la capital catalana. Pues
bien, el representante del PP en el ayuntamiento de Barcelona,
gobernado actualmente por el PSC e ICV con el apoyo de ERC,
ciudad por donde circulan los pocos autobuses con la humilde
campaña atea, ha presentado distintas preguntas al gobierno de
la ciudad y a la compañía de transportes metropolitana. Este
representante del PP que llegó a ser su máximo dirigente en
Cataluña no hace muchos años, Alberto Fernández Díaz, alega que
“la libertad de expresión no puede ser un cajón donde todo tenga
cabida” (¡sic!). Y añade: “La libertad de expresión lo ampara
todo excepto lo que se expresa sin respeto, y en el ámbito
público no se puede formular esta publicidad desde el ataque o
en forma de controversia religiosa” (¡resic!) (El Punt,
14-1-2008).
Esta campaña
solamente podía criticarla enarbolando la libertad de expresión,
más como una maza que como una libertad, el PP. No voy a añadir
nada a lo que dije
sobre la libertad de expresión
a propósito de la impecable y no muy conocida concepción de
Chomsky sobre la cuestión, pero sí dejaré apuntado que hay
aspectos en el pensamiento del intelectual estadounidense que
vendrían aquí que ni pintados. En fin, el hecho de constatar
esta delirante reacción del PP a las muchas respuestas de esta
campaña atea supone confirmar, desapasionadamente, que ha sido
un éxito.
|