El movimiento obrero respecto a la educación pública se
levanta sobre dos reivindicaciones: la religión fuera de
la escuela y dinero público para la escuela pública. Lo
que hacen es expresar en el ámbito de la enseñanza unos
principios democráticos elementales que tendrían que
penetrar todos los espacios de la sociedad, a saber, que
ha de haber separación de las Iglesias y el Estado, la
laicidad, para que el individuo pueda desplegar
libremente sus convicciones, su moral y su cosmovisión y
además, que no se pueden generar beneficios privados del
erario público, que el dinero de todos tiene que ir
destinado a las empresas públicas y a los servicios
públicos. Los que apoyamos este movimiento, siempre
hemos considerado que aquellas reivindicaciones las
tendría que apoyar todo demócrata, pues son los
fundamentos de un Estado democrático, por lo que
desgraciadamente se tiene que considerar que España
todavía no lo es, que tiene rescoldos totalitarios
procedentes de nuestra historia, de los oscurantistas
generadores de ignorancia y mala fe, haciendo de nuestra
historia lo que Gil de Biedma señalaba, “...de todas las
historias de la Historia, sin duda la más triste es la
de España”.
Pero esto lo
vamos a cambiar.
Un espacio público por
igual para todas las formas de conciencia
En estos días,
cuando el Gobierno Zapatero y todas las altas instancias
del Estado le besaban la mano al señor Bertone,
Secretario de Estado del Vaticano (entidad creada en
1929 por Benito Mussolini, y también llamada “Santa
Sede”) asegurándose los millones y millones de euros del
Concordato, incluso en este periodo de crisis, de
millones y millones de parados, nuestras
reivindicaciones son más actuales que nunca, y muestran
como se siguen produciendo ultrajes a toda idea de
democracia por parte de este Gobierno, por parte de la
Constitución de este Estado que permite tales afrentas.
La
reivindicación de la separación de las Iglesias del
Estado, de la laicidad, como fundamento de la democracia
no es retórica. Tratándose la expresión de las
convicciones religiosas e ideológicas de un aspecto que
recae sobre la conciencia del individuo, es imposible
que la conciencia se desarrolle libremente, si el Estado
está copado por la forma de conciencia de los ciudadanos
de una comunidad. Los Estados no tienen conciencia, esta
es privilegio del individuo, con lo que el Estado debe
permanecer neutral frente a la manifestación de las
convicciones de sus ciudadanos. Todo privilegio de una
comunidad frente a otras es un muro frente a la
democracia. El Estado tiene que ser de todos, y para
cumplir este objetivo sólo existe un método que es
evacuar toda religión, toda ideología del cuerpo de
Estado. Pues bien, en España el espacio público fue
tomado a sangre y fuego por los católicos, expulsando y
asesinando a los que no eran de los suyos, y ahora los
demócratas tenemos que echarles de allí, para liberarlo,
para que también ellos lo disfruten liberado,¿qué tienen
que temer?
Así, la
recepción de Bertone, el hecho de que el Estado apoye
frente a otras la forma de conciencia católica es un
desprecio frente a sus ciudadanos. A los no creyentes en
el Dios de los católicos-apostólicos-romanos se les
tiene como ciudadanos de segunda. Digámoslo con todas
las letras: estamos discriminados, somos como los negros
durante el sistema del apartheid en Sudáfrica, como los
negros durante la segregación en EEUU, como los hombres
y las mujeres durante el sufragio censitario.
Los 15.000
catequistas católicos pagados con dinero público, pero
puesto a dedo por los obispos en los diversos centros
escolares, que se dedican a educar y no a instruir, son
un insulto a la igualdad frente a la ley de todos los
ciudadanos, y por lo tanto un ultraje de los derechos
humanos.
La religión
fuera de la escuela
Pero este
argumento tiene sus enemigos. Ahora se están inventando
la Iglesia una última barricada contra la democracia,
que es la distinción entre laicismo positivo y
laicismo radical.
El laicismo
radical, que no es tal, sino que sería el laicismo
tal como lo conocemos, es el teorema lógico que la
racionalidad ha construido con el devenir de los siglos
para que los individuos en el espacio público puedan
desarrollar libremente sus convicciones. Para ello exige
la separación de las Iglesias y el Estado, para asegurar
la libre conciencia del individuo. Ahora se han
inventado el “laicismo positivo”, pretendida evolución
del laicismo que aspiraría a que el Estado financiara
todas las religiones, todas las cosmovisiones, y que de
esta forma siguiesen los de siempre chupando del dinero
público, generando una indefinición del espacio público
a partir de este concepto amalgamado y sucio de
laicidad, construido en base a la mala fe.
Este
laicismo que es el defendido por el Papa y sus
acólitos españoles, tiene el problema, entre muchos
otros, de la imposibilidad de su gestión, y que lleva
otra vez a la discriminación de una parte de la
ciudadanía. Así, lo que se pretende con este laicismo es
llenar la escuela de todo tipo pastor, imán, cura,
rabino, y sus subespecies, claro. Si el Islam está
dividido entre sunníes, shiíes, sufí, etc. me figuro que
también tiene que haber un religioso por subespecie en
los centros. Por supuesto a los ateos y agnósticos, y
otras confesiones minoritarias se les dice
indirectamente que su forma de conciencia, construida en
muchos casos teniendo como base la ciencia y muchas
horas de estudio, son las propias de un ser inferior,
sin capacidad de propuesta ética o moral.
Podíamos
plantear la cuestión de qué haría el Estado con un
alumno al que le dicen sus padres que le tienen que
educar en el animismo. ¿También le pagamos a un
religioso 1800€ al mes para que le enseñe al alumno como
se vive conforme a tal religión primaria?
Pero recojamos
el siguiente caso, el mío. Sólo soy profesor de
Filosofía y de Ética; me he dedicado toda mi vida a leer
y pensar sobre todo tipo de cuestión, y el Estado me ha
dicho, vía dura oposición, que tan malo no debo ser en
estos menesteres pues tengo la plaza de funcionario. A
estas altura de mi vida me he dotado de una cosmovisión
con elementos marxistas-leninista-troskistas, con
pinceladas de Althusser. Mi materialismo se nutre de
Gustavo Bueno y Puente-Ojea, y muchos otros. Mi ética
sería la del hedonismo, en buena medida aprendido en
Onfray, más algún elemento utilitarista. Por supuesto me
interesan vivamente, ayudándome a construir mi lugar en
el mundo, las ciencias, en primer lugar la teoría
sintética de la evolución de la biología, y bueno, entre
influencia e influencia a mi cosmovisión nos podíamos
tirar todo el día. Entonces, ¿dónde está el profesor que
le enseñaría a mi hijo mi cosmovisión?. Otra pregunta,
¿por qué tengo que manipular a mi hijo enseñándole mi
cosmovisión?¿meto a mi hijo según nazca en la UGT y en
la IV Internacional?¿mi hijo tiene que venir definido
por mis ideas?¿Cómo puedo tallar a mi hijo según mi
cosmovisión actual cuando ni yo puedo asegurar que la
siga teniendo dentro de unos años?¿Quién es el guapo que
dice que mi cosmovisión no es tan poderosa como la
cristiana, o la islámica? ¿Quién frenará algún día el
argumento de que los padres tienen el derecho de
decidirles las creencias a sus hijos?¿y en la escuela?¿y
con dinero público?
En fin, por
ello, desde el más escrupuloso respeto a la libertad de
conciencia de todos los ciudadanos no se puede sostener
la existencia de catequistas católicos, animistas o
ateos y todas sus subespecies en los centros de
enseñanza. El laicismo positivo es un engaño.
Economía
pública y beneficios privados
Pero es más,
también estamos porque el dinero público se destine en
exclusiva a la educación pública. El argumento no puede
ser más sencillo de elaborar con la que está cayendo.
En estos días
Zapatero ha declarado que “no se le da dinero a los
bancos” sino que se va a gastar 150.000 millones de
euros(15% del PIB) en “respaldar a la banca comprándoles
activos con dinero público”, a lo que habría que
preguntarle: ¿De qué activos rentables, libres de la
contaminación de los créditos sin pagar por la locura
inmobiliaria habla?¿Por qué nos iban a vender los bancos
los activos que en un futuro les darían beneficios?
Además pone en
disposición de las PYMES una línea de crédito del ICO, a
gestionar por la banca, de 10.000 millones de euros.
En resumidas
cuentas se trata de coger nuestro dinero, dárselo a los
bancos, para que nos otorguen créditos, de los cuales
nos van a pedir intereses, y de estos obtendrán un
beneficio destinado a sus residencias de lujo de
Bohadilla, Majadahonda, el Barrio Salamanca, etc.. Ante
esta situación nos surge la siguiente pregunta: ¿Por
qué, como mínimo, no se crea una banca pública con todo
nuestro dinero, pasando los beneficios de nuestros
créditos a engrosar las arcas públicas, en lugar de las
cuentas en las Islas Caimán de tanto faccioso?
Sea dicho de
paso que la “salida” que le están dando los gobiernos
del mundo a la crisis final del capitalismo arroja de
forma limpia y clara dos conclusiones.
La primera es
que el capitalismo, aunque pretendiera presentarse como
un sistema, no es tal cosa, es decir, un orden conforme
a unos parámetros, reglas o principios económicos a los
que se someten todos los ciudadanos por igual. No es un
sistema como los de la física: es como si para unos
elementos rigiesen una ley de la gravedad, y para otros,
otra, o más bien, la misma falta de ley a la que
someterse. Desde este aspecto es como se entiende que el
neocon de G. Bush junior dijera que “ya no creía en la
economía de mercado”, en nuestros términos, el
capitalismo. Es evidente que es imposible que crea,
puesto que donde él decía que habían principios
universales liberales, sólo ha quedado el
privilegio para los banqueros y los especuladores, la
ley del más fuerte...hasta que los trabajadores seamos
los más fuertes.
Y esta es la
segunda conclusión que la historia nos enseña. Una vez
demostrado que no es un orden derivado de principios, de
leyes iguales para todos los ciudadanos, cuales quiera
que estos fueran, queda entonces definido como un
injusto y tosco sistema de opresión de clase, de
desigualdad ante la ley de unos respecto de otros, es
decir, de privilegios para unos pocos en continuidad con
las estructuras del Antiguo Régimen, privilegios que las
ideas de la Ilustración y su heredero, -el movimiento
obrero-, por medio del surco histórico marcado por la
Revolución francesa y la soviética tienen que hacer
desaparecer.
Así, este gran
robo a los pueblos del planeta por parte de los
gobiernos a las órdenes de los especuladores y los
banqueros tendrá consecuencias históricas, nos llevará
cómo poco a preguntarnos ¿por qué no se crea una banca
pública con todo ese dinero público?, ¿cómo se puede
tener el cuajo de levantar negocios privados y
beneficios privados del dinero público?, y estas
preguntas tendrán sus consecuencias.
Si la idea es
dinero público para empresas públicas cuyos beneficios
redunden en las arcas públicas. ¿Cuáles son los valores,
los principios que llevan a unos ciudadanos a considerar
que el Estado, es decir el conjunto de los ciudadanos
les tenemos que pagar su negocio?
Son desde el
principio igualador de la razón injustificables los
beneficios privados sobre el dinero público.
Evidentemente
esta situación no es nueva, ya la estábamos sufriendo a
pequeña escala con los conciertos educativos por
los que se privatizaba la educación con dinero público.
Las Comunidades Autónomas de todo color político crean
conciertos, unas más, otras menos, pero todas lo hacen,
con la cobertura de un Gobierno que no les pone freno
desde su instancia estatal. Y además, el 90% de los
conciertos son confesionales.
También este
sistema de dar dinero público a empresas privadas se va
a consolidar en la Universidad con el llamado proceso de
Bolonia. Así, el profesor Carlos Fernández Liria nos
explicaba como funcionaria la Universidad después de
Bolonia: “Nos encontramos ante un proceso que pretende,
lisa y llanamente, poner el dinero estatal de la
universidad pública al servicio de los proyectos
empresariales privados. Es lo que se llama la
mercatilización de la enseñanza. A medio plazo, no
tendrá financiación pública ningún proyecto académico
que previamente no hay demostrado su interés para fines
empresariales. Eso es tanto como decir que si una
empresa invierte 10 en la Universidad, el Estado
invertirá 100 en ese proyecto. Lo que se esconde bajo
Bolonia no es más que un inmenso aspirador de dinero
público para el sector privado.1
Toca que
nuestros sindicatos le hagan frente a toda esta
situación
La lucha de los
sindicatos contra los conciertos privados llevados a
cabo por los distintos gobiernos autonómicos, pretende
liberar de responsabilidad al gobierno, cuando lo cierto
es que si Esperanza Aguirre de cada cuatro institutos
que abre tres son privados-concertados es porque
Zapatero se lo permite. Ante esta situación de
destrucción de la educación pública por las Comunidades
Autónomas, con el beneplácito de gobierno, se nos
plantean las cuestiones:
¿No es hora de
que el Gobierno asuma la responsabilidad plena sobre la
educación?¿No es hora de que las competencias educativas
vuelvan al Estado?¿No es hora que de que UGT y CCOO
superen la división en la que nos tienen instalados a
los trabajadores de la enseñanza y convoque la huelga
estatal de los docentes y el personal laboral en defensa
de la educación pública y laica?
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Loïc
Caballero es profesor de Filosofía de Bachillerato y
miembro del Colectivo de profesores de Trabajadores y
Jóvenes por la República
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Nota
1
Público, 11 de febrero de 2009. Bolonia y la
pedagogía, Carlos Fernández Liria.