Todos estos
católicos
recalcitrantes y
dogmáticos, hablan
de valores,
principios y moral
cómo si los que no
compartimos su
ideario,
careciésemos de
ellos. Sin pudor
alguno, se los
arrogan en
exclusividad, dando
a entender que los
que no compartimos
su doctrina somos
seres amorales,
libertinos,
indecentes, carentes
de valores y
principios. Pues no
señores no, nada más
lejos de esta
interesada imagen
que pretenden
adjudicarnos.
Los “no creyentes”, como les gusta
denominarnos,
empezamos por no
aceptar esa
denominación de “no
creyentes”. Es
cierto que no
creemos en las
religiones que
pretenden dominar a
la sociedad
adormeciendo a sus
miembros con sus
dogmas de fe; no
creemos en sus
poderosas
organizaciones que
han pasado a ser
grandes empresas
multinacionales
(terrenales no
celestiales), que
les aportan
millonarios
beneficios, meras
corporaciones de
gran poder económico
al que se aferran
sus jerarcas sin
importarles el dolor
y la miseria que
padece un gran
sector de la
población mundial;
una gran
organización a la
que no se la oye una
sola mención al
horror de que,
diariamente, mueran
17.000 niños
(nacidos) a causa
del hambre. Sólo
claman por los no
nacidos. No importa
que 11 millones de
los nacidos mueran
antes de cumplir los
cinco años, no
importa que 121
millones no tengan
acceso a la escuela
(datos de FAO).
En realidad, mirándolo
detenidamente, sólo
se les oye vociferar
y amenazar contra
cualquier ley que
suponga un aumento
de los derechos de
los ciudadanos y,
más aún, si estos
derechos tienen algo
que ver con las
relaciones sexuales:
matrimonios de
homosexuales, ley
del aborto,
educación ciudadana
en las escuelas que
puedan abordar estos
temas, etc.
Es cierto que en todo eso no creemos;
pero SÍ CREEMOS EN
EL HOMBRE, en sus
valores humanos (que
no son exclusivos de
ninguna religión);
creemos en la
solidaridad, en la
igualdad, en la
libertad de
conciencia, en los
derechos humanos, en
el amor, en la
amistad, en todas
las familias, no
solo en el modelo
que marca el
Vaticano. Luchamos
por la integración
de las diferencias,
por el respeto a
todas las creencias
e ideologías.
Luchamos porque cada
confesión religiosa
se autofinancie,
porque ninguna de
ellas imponga su
enseñanza en las
escuelas. Luchamos
por la separación
Iglesia/Estado.
Estamos en contra de
la discriminación
religiosa y de los
privilegios de que
goza en nuestro país
la multinacional
católica.
No somos “anti-nada”, admiramos
a las católicas que
defienden el derecho
a decidir que cada
vez son más
numerosas y cuyas
voces se oyen día a
día más fuertes.
Ya va siendo hora de que dejen de
hablarle al mundo
cómo si fuesen ellos
los únicos
portadores de
valores humanos. Ya
va siendo hora de
que las religiones
ocupen el espacio
que les corresponde
y salgan de una vez
por todas de las
instituciones. Ya va
siendo hora de que
esta sociedad sea un
verdadero Estado
laico donde no se
mezclen política y
religión.
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Pilar Trejo
Martín es
socióloga y miembro
Asociación Laica de
Rivas Vaciamadrid