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Simbología religiosa y fiestas

Pablo Archel Domench

Diario de Noticias 8 de octubre de 2009

 

CON el título de Republicanos bajo la cruz , el concejal de NaBai en Ansoáin Koldo Pla criticaba (DIARIO DE NOTICIAS, 5 de octubre) la intención de la Comisión de Gobierno del Ayuntamiento de Ansoáin de colocar una "cruz de hierro sobre la pirámide" que adornaría las placas de los presos de San Cristóbal, fusilados por los fascistas y enterrados junto a la iglesia y el viejo cementerio. La crítica iba dirigida a algunos concejales del PSN y a Manolo Benítez, concejal de IU, miembros de esa comisión.


Se pregunta Koldo Pla en su artículo con qué derecho "nos imponen a toda la ciudadanía de Ansoáin sus propias creencias y convicciones religiosas", para seguidamente criticar la inclusión en el programa festivo de actos religiosos tales como "una romería y una misa".

Comparto el fondo (aunque no la forma) en la que Koldo Pla realiza las críticas a la apabullante presencia de actos religiosos (católicos) en los programas festivos de nuestros municipios. El propio programa de San Fermín está lleno de actos religiosos como la procesión, donde la corporación municipal desfila desde la iglesia de San Lorenzo hasta la Catedral, o el Riau-Riau, que no marca sino el camino de la corporación para asistir a vísperas acompañado por La Pamplonesa. Que yo sepa, ningún concejal de NaBai ha objetado estos actos. Desde esta tribuna, animo a la ciudadanía a iniciar un sereno debate para definir el papel y la participación (o no) de los representantes políticos en los actos religiosos. O, ¿es que San Fermín es diferente?

Pues no, no es diferente. Como tampoco mi pueblo, Villava, es diferente. En el programa festivo de este año, el alcalde (NaBai) nos convoca en el programa oficial de fiestas al Rosario (sábado 3 de octubre), a la Salve Solemne "con presencia de la corporación" (el mismo sábado, un poco más tarde), a la Solemne Misa, por supuesto "con asistencia de la corporación" (domingo 4 de octubre), a la "Santa Misa" en homenaje a nuestros mayores (jueves 8 de octubre), a la "Misa en el día de la Mujer" (9 de octubre), a la "Misa infantil y ofrenda floral" (sábado 10 de octubre) y, por último, a la "Solemne Misa" en la iglesia de los Dominicos (domingo 11 de octubre). Parece excesivo. Pero todo esto en un ayuntamiento cuyo alcalde, señor Pla, es de NaBai. Y puestos a recordar, convendría no perder de vista que en la primavera de 2008, el grupo parlamentario de Izquierda Unida presentó una moción que instaba a los poderes públicos a "impulsar las medidas necesarias para asegurar la aconfesionalidad del Estado". La moción proponía una serie de medidas como la eliminación de la simbología religiosa de los espacios públicos y otras varias como, por ejemplo, la denuncia de los acuerdos con la Santa Sede. Pues bien, las actas del Parlamento muestran que la moción únicamente obtuvo tres votos favorables, los dos de IU y otro de un parlamentario (o parlamentaria) cuya afiliación desconozco. Las actas recogen, asimismo, que el señor Zabaleta (NaBai) en su turno de intervención anunció la abstención de su grupo a este punto de la moción. Por lo tanto, antes de lanzar exabruptos y descalificaciones, convendría documentarse bien, pues de lo contrario se corre el riesgo de resultar incoherente y poco creíble. Claro, que esto no es nada si tenemos en cuenta que el salón de plenos de Villava (NaBai) está (todavía) presidido por el Sagrado Corazón. Pues eso, señor Pla, que en todas las casas cuecen habas y en la mía a calderadas.

Creo pues, llegado el momento de iniciar un debate social sobre la relación de los cargos públicos y de las instituciones con actos y otras manifestaciones de carácter religioso. No se trata de prohibir ningún acto, al contrario, se trataría de garantizar que las manifestaciones y expresiones de religiosidad se ejerzan en libertad, respetando el espacio público y sin involucrar a los cargos políticos en esos menesteres. Las manifestaciones religiosas, si se hacen desde el respeto, corresponden a la esfera de lo privado y no debería hacerse ostentación pública de las mismas. Y un Estado democrático y tolerante debería cuidar y garantizar la exquisita independencia del poder político (y los concejales lo son) de las instituciones religiosas. Al César lo que es del César.

 

 

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