Silencio
en el clero
Juan
Pinilla
La Opinión
de Granada 26 de Junio de 2009
La muerte de
Vicente Ferrer, al igual que en su día la de la Madre Teresa
de Calcuta, ha cubierto a nuestra santa madre iglesia de un
silencio sepulcral. Ni se pronunciaron ayer con Teresa ni lo
han hecho hoy con Vicente, claro que está bien justificado,
el uno porque era un jesuita retirado y la otra porque ‘se
dedicaba demasiado a los de la tierra y poco a la oración’,
como dijo en su día algún obispo de la cosa.
Si ante estos fallecimientos ni se inmutan, quizá por el
celoso pensamiento de que les habían robado el protagonismo,
por un lado, y el control del miedo, por otro, el caso es
que ante aspectos como la homosexualidad, el aborto y los
preservativos, esa boquita que hoy permanece cerrada ante la
muerte de personas que han dado la vida por los demás (no
como ellos, que se saben muy bien la teoría pero en la
práctica dejan mucho que desear), abren la boca y se
despachan a gusto, especialmente nuestro sumo representante
eclesiástico en Granada, Monseñor Javier, que es de lo más
locuaz y divertido. Monseñor nos tiene acostumbrados a dar
que hablar de él, por sus declaraciones y ademanes
inquisitoriales, por sus viajecitos en contra de los
homosexuales a Madrid, por su concepto de que el
preservativo es el que ayuda a propagar el sida (algo así
dijo, ¿no?) y sus rencillas con los colegas de profesión.
Hace unos años encabezó las manifestaciones en contra de la
legalidad del matrimonio entre personas del mismo sexo. Ay,
cuándo se van a dar cuenta los curas de que vivimos en un
estado laico y que lo suyo pertenece a la esfera de lo
privado y no a la de lo público. Pero nada, oiga, que ellos
quieren seguir mandando. El caso es que su postura abierta
en contra de la homosexualidad, por ocuparnos de una de sus
muchas barbaridades, es una muestra de la ignorancia supina
de este arzobispo para con la historia misma, que está
protagonizada también por grandes homosexuales como Platón,
Sócrates, Miguel Ángel, Lorca, etc.
Y, sin ir más lejos, sus jefes decoran los fastuosos chalés
que tienen en El Vaticano con obras de homosexuales, grandes
cumbres del pensamiento humano que pueden elevar más allá
del cielo a quienes las observan, ese cielo que, de ser
cierto que existe, también hubiera creado a los gays. Así
las cosas, nos encantaría que Monseñor, que anda demasiado
atareado ahora con su nuevo cargo en no sé qué historia de
la doctrina de la fe, se parara a escribir un día de estos
sobre Vicente Ferrer y la Madre Teresa de Calcuta, a ver si
se le ocurre otra genialidad a su eminencia como la de que
el uso del preservativo había contribuido a propagar el
sida.