Un sagrado esperpento nacional
Arturo Villar
UCR
22 de
Junio de 2009
SU eminencia retrogradísima el
cardenal Rouco dio instrucciones a los fieles católico romanos de
España, para que el 21 de junio de 2009 se renovara la consagración del
reino al Sagrado Corazón de Jesús. La primera tuvo lugar el 30 de mayo
de 1919; la eminencia madrileña ha querido conmemorar los 90 años del
evento, ante el fundado temor de que no sea posible celebrar el
centenario.
Fue una monja histérica la
postuladora de la consagración. Dijo que se le había aparecido el
Corazón de Jesús, y le había anunciado que deseaba reinar en España. La
historieta era increíble para cualquier persona con sentido común,
porque ningún corazón anda suelto por muy santo que sea, porque asegura
la Biblia que Dios no hace acepción de personas, ni por lo tanto
de reinos, y porque a ningún ser celestial se le ocurriría querer reinar
en este país, sabiendo el desprestigio de que goza la monarquía desde
que la ocupan los borbones.
Pero Alfonso XIII creyó o
fingió creer en la aparición, dado que ostentaba el título de majestad
católica, por concesión de su santidad el papa Alejandro VI, el más
inmundo de los seres de su tiempo, a Isabel y Fernando y sus sucesores.
En consecuencia, ordenó que en el Cerro de los Ángeles se levantase un
monumento al Sagrado Corazón, al que consagraría el reino, siendo él su
delegado mundanal.
Los gastos ocasionados con
motivo del nuevo esperpento nacional los pagaron los súbditos, como es
lógico. El monumento es horrendo desde la crítica estética más benigna,
un verdadero espanto, además del sacrilegio que representa levantar una
estatua a una supuesta divina víscera, en contra del segundo mandamiento
divino según el Éxodo.
Se suponía que al reinar el
Corazón de Jesús en España, el reino quedaba protegido contra todos los
males, y el rey que ostentaba el cargo por delegación celestial iba a
ser el más feliz, justo y duradero de los monarcas. Sin embargo, cuatro
años después el rey perjuraba la Constitución que había jurado guardar y
hacer guardar, y no habían transcurrido ocho más cuando se vio obligado
a salir huyendo del reino.
Para España tampoco fue
beneficiosa la consagración, porque si en un principio se libró de la
monarquía, después padeció una sangrienta guerra, y como consecuencia de
ella una sanguinaria dictadura. Parece que la monja histérica se
equivocó.
Está claro que en el cielo
no fue bien acogida la consagración. Sin embargo, el cardenal Rouco
repite la escena, para aprovechar la oportunidad de hablar ante
micrófonos sumisos, y lanzar una vez más su mensaje apocalíptico. Ha
lamentado la “descristianización de España”, sin plantearse el motivo.
No puede esperar otra cosa una Iglesia que alentó la sublevación contra
el régimen constitucional, que bendijo a los combatientes y las armas
rebeldes, que pidió a los fieles de todo el mundo apoyo para ellos, que
les dio el dinero recaudado en sus templos por todo el planeta, que tuvo
a los papas Pío XI y Pío XII a su lado, que vio a los cardenales y
obispos hacer el saludo fascista junto a los militares sublevados, que
los sentó en las llamadas Cortes del régimen, que sustentó la dictadura
en todos su actos, que denunció a los patriotas demócratas, y todo lo
demás que nunca olvidaremos ni perdonaremos. Sólo hay que esperar los
resultados del nuevo esperpento perpetrado en pleno siglo XXI, mientras
los ciudadanos de la Unión Europea (excepto irlandeses y polacos) se
burlan de nosotros.
Madrid, 21 de junio de 2009.
Arturo del Villar es
Presidente del Colectivo Republicano III Milenio
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