Hace un tiempo (el año pasado, 2007) pudimos saber por un
diario malagueño que la profesora Victoria Camps ha abordado
el tema de la “Educación para la ciudadanía” en una
conferencia en el Foro Educación de la Fundación Ecoem.
Aunque ya no nos puede sorprender nada, hemos podido leer
que «La educación se ha convertido en una instrucción donde
la tarea de formar a la persona se ha abandonado bastante.
Antiguamente los colegios de monjas se encargaban de formar
a las personas con unos valores, pero desde que hemos pasado
a una sociedad laica, se ha descuidado la tarea de formar a
las personas», explicó la profesora.
Nosotros que nos movemos en la dimensión laica de la calle y
de la educación Primaria (y no en la posible religiosidad y
formación de la Universidad), podemos constatar día a día
que la laicidad no lleva a la incultura ni a la impiedad ni
a la falta de formación. Vamos a intentar explicarnos con
elementos cercanos a nuestras diarias conversaciones, en las
que abordamos todos los temas que nos llegan de bastantes
sitios (que a nuestro entender nos parecen algo
descolocados) y que no podemos soslayar, porque quizá
nuestra humilde opinión pecaría de omisión.
En el texto, quizá sea aventurado
reducir a las personas al género femenino, que era el
formado por las monjas, porque el resto del género femenino
(que de ningún modo sería insignificante) y todo el
masculino que no estaban educados por monjas serían unos
seres (no personas) como mínimo de mal vivir.
En la realidad quizá algunos
sepamos que no se puede generalizar ni permitirnos el lujo
de acogernos a identidades colectivas (las monjas) como si
todo el monte fuera orégano, cuando también sabemos que en
la laicidad más sencilla y corriente se dan verdaderas joyas
de educación, formación y respeto.
También podemos saber, sin
haber tenido que estudiar en libros de pedagogía, porque a
nuestra generación de los cincuenta nos cogió de lleno el
tema de los “valores” que en aquel tiempo estaban en danza,
podemos saber, digo, que los “valores” se habían
fundamentado en el miedo al infierno eterno, al padre, al
maestro, a que nos preguntaran en clase, cuestión esta que
nos hacía desear para el compañero el mal que no queríamos
para nosotros mismos; éste si que era un gran “valor”.
Entonces sí que teníamos instrucción pura y dura. Prueba de
ello la tenemos hasta en nuestros días, en que siendo los
docentes los mismos o educados “instruccionalmente” por los
docentes de antes no han sabido o no han querido saber
entender el tema de la Logse y sus transversales, porque
parecía que sólo la instrucción de suyo producía la
educación y formación ciudadana necesaria.
No debemos unir la falta de educación y
de respeto con la laicidad o con la democracia. Tampoco
debemos unir la educación con la religiosidad. Hagamos un
análisis menos simple y veremos que lo que se ha perdido es
el miedo y que la educación y el respeto no se pierden
nunca, ya sea para con un anciano o para con un niño. Lo
que sí ha podido pasar es que como lo único que había era
miedo, nos hemos quedado sin nada. Por ello tienen que
colaborar todas las instancias sociales en la tarea.
Por tanto la religión aparte, para que
no nos confundamos en los términos y sus conceptos. Cuidado
con la “Educación para la Ciudadanía”, no se nos convierta
en otra prédica hueca y vacía. Mejor sería más
Psicomotricidad en Educación Infantil y Primaria: educar
desde el actuar y la experiencia para ir así a la
representación y el saber, y no perder la oportunidad,
volviendo a la instrucción con la esperanza de que el
personal se comporte bien, porque los instructores educan
adecuadamente en el s.XXI.
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José
María Barrionuevo Gil
es Maestro de Primer
Ciclo de Primaria