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Religión Aparte (II). Precisiones sobre religión y ciencia

José María Barrionuevo Gil
 

alhaurin.com 1 de Septiembre  de 2009
 
 

         Siempre se ha dicho que “La primera en la frente”. Bueno, precisemos, ya que algunas religiones sólo tienen veinte siglos de existencia. Será mejor decir que siempre hemos escuchado aquello de “La primera en la frente”. Así no caemos en un discurso totalitario ni totalizador. “La primera en la frente” para ser liberados de los malos pensamientos. Claro, que se nos antoja una precisión sobre lo que puedan ser “malos pensamientos”. ¿Serán malos pensamientos acogerse humildemente al beneficio de la duda, que es el único beneficio que nos están dejando? Veamos. Al principio del curso académico 2003-2004, en una clase de Religión de un Colegio Público de la provincia de Málaga, el maestro de la asignatura explicaba con objetividad el origen de nuestros primeros padres y la función de aquella costilla de Adán que, en un “Deus ex machina”, se convirtió en Eva.. Entonces un infante de seis años, que acababa de aterrizar en Primero de Primaria, le dijo al maestro:


- No, señor; eso no es así. Los hombres y las mujeres eran iguales, y además, tenían muchos pelos, y venían del mar y comían hasta arañas”

 

Hay algo que en el siglo XXI ya no es lo mismo que en los siglos anteriores, por no decir “pasados”. En este siglo XXI que lentamente vamos construyendo, los angelitos de seis años de  nuestros colegios ya llevan una cantidad de información que nos obliga a montarnos la enseñanza y sus saberes de manera distinta a como se ha hecho siempre.

 

 Estamos seguros de que no todas las informaciones están avaladas por la Ciencia, pero el salto cuantitativo, si es que consideramos los saberes como un continuo sobre el que se mueve la búsqueda de la verdad, no es a todas luces despreciable. Nos movemos más que nunca en un “caldo” de cultivo, humilde por su provisionalidad y con la “calidez” o liquidez  que nos proporciona toda la incertidumbre de que somos capaces. Nos llama la atención el asombro de un crío de seis años cuando escucha historias celestiales o “terrenales” de un idéntico y “edéntico” paraíso. El abandono o el desarme racional ante lo que el otro en una situación de privilegio nos pueda decir no parece llevarse bien ni siquiera con una mente infantil, como acabamos de referir. Seguir al lider, la moral de la obediencia debida y otras lindas actitudes ya fueron criticadas por nuestro refranero: “Con tanto decir: ‘amén’, la misa no sale bien”. No nos queda muy lejos cómo un partido político puede abandonarse en manos, cabeza y conciencia de su lider, sin fisuras ni abandonos y suponemos que con total corresponsabilidad  incluso de fatales y trágicas consecuencias.

 

 La base del Conocimiento Científico está en la observación rigurosa de los hechos. Ya nos queda lejos la base de la “causalidad” del Tomismo, cuando la Ciencia nos abre, hoy día, la “vía” de la casualidad. No nos estamos refiriendo aquí a una racionalidad especulativa ni tampoco a una totalizadora, como si la Ciencia fuera la panacea de la inquietud humana. Y dando un pasito más, la crítica kantiana ya le otorgaba a la Ciencia su lugar decisivo: no hay más saber que el que organiza los conocimientos experimentales comprobados. Así nos atrevemos a pensar que el pensamiento de los metafísicos es significativo para las grandes exigencias de la razón, pero es incapaz de probar nada. No nos queda más que añadir que  la crítica no tiene otro fin sino el reconocimiento de la “supremacía del poder práctico de la razón”.


Muchas veces al espíritu crítico se le ha tildado de escepticismo, porque no se cree nada ni se fía de nadie. Pero el escéptico se presenta sólo y sencillamente con la voluntad de examinar “públicamente” todos los elementos que hacen que fracase ”el egoísmo lógico” del dogmatismo, que, por otra parte, “no considera necesario comprobar su juicio (su verdad) según el entendimiento del prójimo, como si no tuviese necesidad  de esa piedra de toque”

 

 Es en el ámbito del colegio, en la cuna de la edad de la fantasía, donde las cosas fantásticas van a conseguir seguir siendo fantásticas, porque entre el Colegio y la calle la Ciencia va a seguir hablando el mismo lenguaje, cerca de la realidad, aplicando el espíritu crítico, retomando los hechos y comprobando la viabilidad de las explicaciones que se le confieren. El examen público de los hechos nos ha dado la posibilidad de comprobar que los vasos comunicantes funcionan igual en todos los países, que los aviones surcan los aires por los mismos principios, que las aves vuelan de una nación a otra  sin pasaporte. Pero el espíritu humano se encuentra con distintas religiones y distintas creencias de un sitio a otro. Esta realidad que cada vez se hace más cotidiana le va ayudando a nuestro espíritu ,poco a poco, a comprender que la revolución pendiente es la de la “libertad de conciencia” y de conocimiento, sin apellidos ni etiquetas. La humanidad (hoy la llaman “laicidad”) y la libertad van de la mano y no se permiten el lujo de ponerse guantes de distintos colores como si se tratara de algo tan natural como la piel misma. Ya dijo Unamuno que “fe no es creer en lo que no se ve, sino ver lo que de ningún modo podemos creer”. Aquí podemos ver que se trata de un salto cualitativo, para el cual la mente humana humildemente no está dotada. No obstante cada uno puede creer lo que quiera, pero cuesta mucho creer que porque la Religión sea una asignatura  se ha conseguido moralizar la sociedad, cuando no se consiguió entonces en que todos creían en la única religión verdadera.

 

 No es el colegio el lugar apropiado para que la Religión plante su campamento, porque el cometido de la escuela es abrir la mente al conocimiento y no el de halagar y perpetuar las fantasías, para que tengamos una confusión más y un discernimiento menor entre fantasía y realidad. Es más, la asignatura de religión se atribuye unas bases científicas de las que carece. Lo único que se consigue es iluminar  las mentes con unas pilas que tienen caducidad. Hoy sabemos que la fe no es razonable y que lo único que es razonable es que una persona crea. Cada persona tiene su vida, sus pensamientos, sus actitudes... pero eso no justifica que la religión tenga que ser una asignatura. Por todo ello, y dado el panorama que ya entrevemos, cuando un crío de seis años pone en tela de juicio cualquier supuesto de corte religioso, se aproxima la hora de que la religión con la humildad que le caracteriza, o al menos de la que hace gala, se retire, por propia iniciativa, de un ámbito en el que las contradicciones y confusiones la dejen más desacreditada. Ya es hora de que la religión abandone el poder, renuncie al boato y se revista de la elegancia de un ofrecimiento de disponibilidad para los seres humanos que la necesiten, porque “siempre los tendréis con vosotros”.

 

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José María Barrionuevo Gil  es  Maestro de Primer Ciclo de Primaria.

 

 

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