Correo

Alameda, 5. 2º Izda. Madrid   28014 Teléfono:  91 420 13 88 Fax: 91 420 20 04     

 

No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   


 

“Quo vadis”, Rouco Varela.

 Jesús Emiliano Rodríguez Calleja.

UCR 7 de Diciembre de 2009

 

      No es ninguna película. Se trata sobre la hoja de ruta trazada por el Cardenal, pastor supremo de la Iglesia en España, con un rebaño cada vez más disminuido, con pocos pastores y envejecidos, camino de la extinción. Fue San Pedro, quien harto de luchar contra las disposiciones del Imperio, huyó de Roma y en su huida se encontró a Cristo, pero en dirección contraria y le preguntó que a dónde se dirigía. La respuesta hizo comprender a Pedro cuán cobarde era y dándose la vuelta volvió sobre sus pasos y predicó la doctrina del Maestro. Tuvo éxito y que sepamos, no amenazó al Senado Romano con la excomunión, ni se paseó con pancartas, apoyado por las principales familias patricias, por el Foro o la Vía Apia.

 

      Rouco, continuador de aquella Iglesia, consagrada a fuego y sangre, durante la Guerra Civil y la dictadura franquista, ignorando que ya estamos en un Estado de Derecho, propone programas cargados de nostalgia, que rayan en el fundamentalismo y están radicalmente en contra del aborto; de la homosexualidad; de la educación que se aparte de los textos e interpretaciones sagradas; del concepto de la evolución, de la física y la biología, que han sustituido a la interpretación divina de la creación del mundo y del hombre. Pese a todo, quiere tener la última palabra en el ordenamiento jurídico democrático y para ello invoca a Dios. Nada puede ir contra Dios, que es lo mismo decir contra ellos y si los representantes elegidos por el pueblo osan legislar contra su criterio, serán excomulgados. Es, ni más ni menos, una forma de coacción moral a nuestros representantes y por extensión, pretenden suplantar la voluntad del pueblo que los ha elegido e imponer una dictadura, algo a lo que han estado acostumbrados y a la que nos han sometido.

 

      La Ley del Aborto se remonta a 1985 y durante los gobiernos del PP, incluido uno de mayoría absoluta, ni se reformó ni anuló y Aznar y los suyos no sufrieron las iras de la Iglesia, ni fueron excomulgados, pese a tener más de 100.000 abortos anuales. Parece que hay que ser de izquierdas para ser hereje y condenado al fuego eterno, aunque parte de la culpa también la tiene este gobierno, que herejizados y presuntamente excomulgados, no han sabido poner fin a esa intromisión de la Iglesia y hacer realidad, con todas las consecuencias, el estado laico y aconfesional que consagra la Constitución, aplicando lo que es de Dios y lo que es del César y todo se debe a una cobardía y temor, no precisamente al fuego eterno.

 

       La reforma que se propone sobre la Ley del Aborto, mejora lo anterior, ya que reconoce la objeción sobre su práctica; que el aborto de menores, sin suplantar su voluntad, pueda contar con la colaboración de los padres y encaminado a evitar los abortos clandestinos, además de incluir una educación sexual de prevención a los embarazos indeseados.

 

        La cuestión del aborto, ha de centrarse si es un derecho, un delito, o un pecado. Los legisladores, que ostentando la Soberanía del Pueblo, pero herejes para la Iglesia, han establecido una ley que lo despenaliza, dentro de unos márgenes establecidos, por lo que se convierte en un derecho de los padres, y en especial de las mujeres, a interrumpir los embarazos y por tanto, no es un delito. Será pecado, pero sólo para aquellos que acepten los mandatos de la Iglesia. ¿O es que la Iglesia pretende que los más de 100.000 abortos que se registran en España sean clandestinos y retrocedamos a épocas pasadas, dónde se tenía que salir del país; se acudía a sórdidas y clandestinas “clínicas”; se acababa en la cárcel; causaba muertes y lesiones irreparables y, por supuesto, en el infierno?.

 

        La Iglesia de Rouco retrocede a pensamientos medievales y amenaza con la excomunión por pecados públicos notorios, pero no lo hace con todo, ni con todos. Esa Iglesia que dice proteger la vida, permite comulgar a quienes defienden la pena de muerte en EE.UU, pero se la niega a los que apoyan el divorcio. Esa iglesia que dice proteger a las mujeres, no las permite ingresar en su cónclave exclusivo masculino. Esa Iglesia que no permite el aborto, ha criminalizado a las madres solteras, y a sus hijos clasificándolos como ilegítimos y bastardos, pero también les ha discriminado, a madres e hijos, les ha señalado e impuesto barreras para abrirse paso ante una sociedad controlada y fiscalizada por ellos. Esa Iglesia que no permite tener relaciones sexuales fuera del matrimonio consagrado, que rechaza el uso del preservativo y otros anticonceptivos, expone a millones de personas al contagio del SIDA y por tanto a enfilar la muerte con más rapidez. Esa Iglesia que no acepta el divorcio, se lo concede a ricos y poderosos y hasta el propio Rouco consagra matrimonios con divorciados, ¡Hipócrita!. Esa Iglesia que dice practicar la castidad y el celibato, se ve envuelta en casos vergonzosos de pederastia y abusos. Esa Iglesia que excomulga a nuestros representantes parlamentarios, abre las manos para recoger las ayudas económicas de un Estado al que no reconoce la aconfesionalidad, ¡Hipócritas!. Esa Iglesia que se está vaciando de fieles, por ellos, por gente como Rouco y Martínez Camino, con pastores envejecidos, que con una visión medieval e inquisitorial, no saben, o no quieren adaptarse  a los nuevos tiempos y mucho menos aceptar que la Soberanía recae sobre el pueblo. Lo que ellos pretenden es la dictadura del báculo y del miedo.

 

        Reflexionen, ya no todos son cristianos y muchos menos los practicantes; observen quiénes y cuántos acuden a las iglesias; valoren cuántos niños se bautizan, cuántos hacen la primera comunión y cuantos se confirman, así como cuántos se casan por la Iglesia en comparación con los matrimonios civiles, e incluso cuántos solicitan un entierro alejado de la Iglesia. Ese es el termómetro que mide su rebaño, cada vez  menor y en donde ahora, y valga el símil, los “lobos” son especie protegida y hasta tienen sus derechos. Pero, no, esa Iglesia pone pegas a todo, hasta al testamento vital (la que se puede armar cuando se cuestione la eutanasia), e incluso al entierro de incinerados, por no seguir la tradición de Cristo, de que el cuerpo ha de ir a la tierra, de donde salió.

 

       Es conocido el dicho de que: “Dios hace a todos los hombres iguales, sólo los curas les hacen diferentes”. Y bien, si estamos por excomulgar, excomulguen y así háganlo con todos los que tengan un pecado público y notorio. A los banqueros por enriquecerse ilícitamente y con usura de altos intereses. A los empresarios por explorar a los trabajadores. A los violadores y pederastas, máxime si han jurado voto de castidad, sean irlandeses, australianos, italianos o españoles. A los políticos corruptos y prevaricadores, empezando por los del PP. A los traficantes de droga, que llevan la muerte y desesperación. A los divorciados, sin excluir a ministros, exministros o miembros de la realeza. A los políticos que por su cuenta declaran la guerra, con el único ánimo de medrar y pasar a la historia. A los profesores que imparten la asignatura de Convivencia, por ir en contra de los pensamientos de la Iglesia. A los fabricantes de preservativos y anticonceptivos, por ir en contra de la multiplicación de la especie.

 

       Monseñor, excomúlguenos a todos, razones seguro que encuentra, pero acaso pronto descubrimos, que al igual que el purgatorio, el infierno no existe, sino que ha sido una invención suya, a donde han enviado a tantos y tantos inocentes. Podríamos empezar por los represaliados de la Guerra Civil para continuar con las madres solteras y sus hijos, durante la dictadura de Franco, al que cobijaban bajo palio y así llegar hasta hoy, en donde todo, según sus ideas  es infernal.

 

         Ya tenía yo terminada esta entrega, cuando Rouco, revestido e impoluto, con su traje pontifical, se nos mete en nuestras casas, vía televisiva, para decir: “Democracia en libertad, no impuesta”. ¡Señor! : perdónale, no sabe lo que dice.

 

  Página de inicio