“Quo
vadis”, Rouco Varela.
Jesús
Emiliano Rodríguez Calleja.
UCR
7
de Diciembre de 2009
No es ninguna película. Se trata sobre la hoja de ruta
trazada por el Cardenal, pastor supremo de la Iglesia en
España, con un rebaño cada vez más disminuido, con pocos
pastores y envejecidos, camino de la extinción. Fue San
Pedro, quien harto de luchar contra las disposiciones
del Imperio, huyó de Roma y en su huida se encontró a
Cristo, pero en dirección contraria y le preguntó que a
dónde se dirigía. La respuesta hizo comprender a Pedro
cuán cobarde era y dándose la vuelta volvió sobre sus
pasos y predicó la doctrina del Maestro. Tuvo éxito y
que sepamos, no amenazó al Senado Romano con la
excomunión, ni se paseó con pancartas, apoyado por las
principales familias patricias, por el Foro o la Vía
Apia.
Rouco, continuador de aquella Iglesia, consagrada a
fuego y sangre, durante la Guerra Civil y la dictadura
franquista, ignorando que ya estamos en un Estado de
Derecho, propone programas cargados de nostalgia, que
rayan en el fundamentalismo y están radicalmente en
contra del aborto; de la homosexualidad; de la educación
que se aparte de los textos e interpretaciones sagradas;
del concepto de la evolución, de la física y la
biología, que han sustituido a la interpretación divina
de la creación del mundo y del hombre. Pese a todo,
quiere tener la última palabra en el ordenamiento
jurídico democrático y para ello invoca a Dios. Nada
puede ir contra Dios, que es lo mismo decir contra ellos
y si los representantes elegidos por el pueblo osan
legislar contra su criterio, serán excomulgados. Es, ni
más ni menos, una forma de coacción moral a nuestros
representantes y por extensión, pretenden suplantar la
voluntad del pueblo que los ha elegido e imponer una
dictadura, algo a lo que han estado acostumbrados y a la
que nos han sometido.
La Ley del Aborto se remonta a 1985 y durante los
gobiernos del PP, incluido uno de mayoría absoluta, ni
se reformó ni anuló y Aznar y los suyos no sufrieron las
iras de la Iglesia, ni fueron excomulgados, pese a tener
más de 100.000 abortos anuales. Parece que hay que ser
de izquierdas para ser hereje y condenado al fuego
eterno, aunque parte de la culpa también la tiene este
gobierno, que herejizados y presuntamente excomulgados,
no han sabido poner fin a esa intromisión de la Iglesia
y hacer realidad, con todas las consecuencias, el estado
laico y aconfesional que consagra la Constitución,
aplicando lo que es de Dios y lo que es del César y todo
se debe a una cobardía y temor, no precisamente al fuego
eterno.
La reforma que se propone sobre la Ley del Aborto,
mejora lo anterior, ya que reconoce la objeción sobre su
práctica; que el aborto de menores, sin suplantar su
voluntad, pueda contar con la colaboración de los padres
y encaminado a evitar los abortos clandestinos, además
de incluir una educación sexual de prevención a los
embarazos indeseados.
La cuestión del aborto, ha de centrarse si es un
derecho, un delito, o un pecado. Los legisladores, que
ostentando la Soberanía del Pueblo, pero herejes para la
Iglesia, han establecido una ley que lo despenaliza,
dentro de unos márgenes establecidos, por lo que se
convierte en un derecho de los padres, y en especial de
las mujeres, a interrumpir los embarazos y por tanto, no
es un delito. Será pecado, pero sólo para aquellos que
acepten los mandatos de la Iglesia. ¿O es que la Iglesia
pretende que los más de 100.000 abortos que se registran
en España sean clandestinos y retrocedamos a épocas
pasadas, dónde se tenía que salir del país; se acudía a
sórdidas y clandestinas “clínicas”; se acababa en la
cárcel; causaba muertes y lesiones irreparables y, por
supuesto, en el infierno?.
La Iglesia de Rouco retrocede a pensamientos medievales
y amenaza con la excomunión por pecados públicos
notorios, pero no lo hace con todo, ni con todos. Esa
Iglesia que dice proteger la vida, permite comulgar a
quienes defienden la pena de muerte en EE.UU, pero se la
niega a los que apoyan el divorcio. Esa iglesia que dice
proteger a las mujeres, no las permite ingresar en su
cónclave exclusivo masculino. Esa Iglesia que no permite
el aborto, ha criminalizado a las madres solteras, y a
sus hijos clasificándolos como ilegítimos y bastardos,
pero también les ha discriminado, a madres e hijos, les
ha señalado e impuesto barreras para abrirse paso ante
una sociedad controlada y fiscalizada por ellos. Esa
Iglesia que no permite tener relaciones sexuales fuera
del matrimonio consagrado, que rechaza el uso del
preservativo y otros anticonceptivos, expone a millones
de personas al contagio del SIDA y por tanto a enfilar
la muerte con más rapidez. Esa Iglesia que no acepta el
divorcio, se lo concede a ricos y poderosos y hasta el
propio Rouco consagra matrimonios con divorciados,
¡Hipócrita!. Esa Iglesia que dice practicar la castidad
y el celibato, se ve envuelta en casos vergonzosos de
pederastia y abusos. Esa Iglesia que excomulga a
nuestros representantes parlamentarios, abre las manos
para recoger las ayudas económicas de un Estado al que
no reconoce la aconfesionalidad, ¡Hipócritas!. Esa
Iglesia que se está vaciando de fieles, por ellos, por
gente como Rouco y Martínez Camino, con pastores
envejecidos, que con una visión medieval e
inquisitorial, no saben, o no quieren adaptarse a los
nuevos tiempos y mucho menos aceptar que la Soberanía
recae sobre el pueblo. Lo que ellos pretenden es la
dictadura del báculo y del miedo.
Reflexionen, ya no todos son cristianos y muchos menos
los practicantes; observen quiénes y cuántos acuden a
las iglesias; valoren cuántos niños se bautizan, cuántos
hacen la primera comunión y cuantos se confirman, así
como cuántos se casan por la Iglesia en comparación con
los matrimonios civiles, e incluso cuántos solicitan un
entierro alejado de la Iglesia. Ese es el termómetro que
mide su rebaño, cada vez menor y en donde ahora, y
valga el símil, los “lobos” son especie protegida y
hasta tienen sus derechos. Pero, no, esa Iglesia pone
pegas a todo, hasta al testamento vital (la que se puede
armar cuando se cuestione la eutanasia), e incluso al
entierro de incinerados, por no seguir la tradición de
Cristo, de que el cuerpo ha de ir a la tierra, de donde
salió.
Es conocido el dicho de que: “Dios hace a todos los
hombres iguales, sólo los curas les hacen diferentes”. Y
bien, si estamos por excomulgar, excomulguen y así
háganlo con todos los que tengan un pecado público y
notorio. A los banqueros por enriquecerse ilícitamente y
con usura de altos intereses. A los empresarios por
explorar a los trabajadores. A los violadores y
pederastas, máxime si han jurado voto de castidad, sean
irlandeses, australianos, italianos o españoles. A los
políticos corruptos y prevaricadores, empezando por los
del PP. A los traficantes de droga, que llevan la muerte
y desesperación. A los divorciados, sin excluir a
ministros, exministros o miembros de la realeza. A los
políticos que por su cuenta declaran la guerra, con el
único ánimo de medrar y pasar a la historia. A los
profesores que imparten la asignatura de Convivencia,
por ir en contra de los pensamientos de la Iglesia. A
los fabricantes de preservativos y anticonceptivos, por
ir en contra de la multiplicación de la especie.
Monseñor, excomúlguenos a todos, razones seguro que
encuentra, pero acaso pronto descubrimos, que al igual
que el purgatorio, el infierno no existe, sino que ha
sido una invención suya, a donde han enviado a tantos y
tantos inocentes. Podríamos empezar por los
represaliados de la Guerra Civil para continuar con las
madres solteras y sus hijos, durante la dictadura de
Franco, al que cobijaban bajo palio y así llegar hasta
hoy, en donde todo, según sus ideas es infernal.
Ya tenía yo terminada esta entrega, cuando Rouco,
revestido e impoluto, con su traje pontifical, se nos
mete en nuestras casas, vía televisiva, para decir:
“Democracia en libertad, no impuesta”. ¡Señor! :
perdónale, no sabe lo que dice. |