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No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   


 

¡Qué cruz! 

Hugo Martínez Abarca

Tercera Información / Quien mucho abarca    14 de Noviembre de 2009

        Mientras excomulgan a diputados y monarcas, nuestra Conferencia Episcopal facilita que olvidemos una sentencia del Tribunal de Derechos Humanos según la cual la presencia de símbolos de una religión en las aulas de los colegios públicos es una agresión a la libertad religiosa de los alumnos. En el fondo la sentencia no debería inquietarles demasiado gracias a ese fantástico invento por el que subarrendamos buena parte del sistema educativo a la Iglesia mediante los “conciertos”: dinero público para el adoctrinamiento privado.

       Aún en el caso de que el gobierno introdujese en la futura Ley de Libertad Religiosa la prohibición de que en los colegios públicos hubiera símbolos religiosos (que sería un avance), no podría meter mano a los concertados: con éstos el Estado sólo tiene derecho a poner más y más pasta. Y cuanto más adoctrinamiento clerical  y menos educación laica y civil queramos, más dinero quitaremos a la pública para entregárselo a los colegios privados concertados: es lo que ha hecho Esperanza Aguirre en Madrid, aumentando en un 6% el presupuesto público para la educación privada concertada y reduciéndolo en más de un 3% para la educación pública. Podemos tener la más digna de las escuelas públicas escondida en un rincón, mientras volcamos todos nuestros esfuerzos en promocionar que instituciones de adoctrinamiento ideológico ejerzan su control sobre la educación.

        Además (para más inri), la apuesta por la educación laica y civil es lo más coherente con algunas de las creencias más rancias de la jerarquía católica. La salvación se basa en el libre albedrío. Nos salvamos (quien se salve) porque pudiendo elegir el mal, elegimos el bien. Por eso es mejor educar a nuestras niñas y niños en el laicismo: para que conozcan el mal y lo rechacen. Enseñémosles en el cole a masturbarse para que sean ellos mismos quienes rechacen la tentación, apuesten por un noble y sano celibato y no por ese feo placer del diablo (ay, diablillos).

     Si dios padre tentó a Cristo, ¿no deberíamos seguir su ejemplo y llevar a nuestros hijos por la senda del mal para que sean ellos quienes venzan la tentación y se salven?

 

 

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