En un libro titulado “Cosas muy raras
que vi una vez” esta señora asegura que
hace veinte años fue abducida por
extraterrestres y revela, asimismo, que
una vez conoció a Tom Cruise en otra
vida anterior.
Habrá que reconocer que estas supuestas
experiencias sobrenaturales son
realmente extravagantes, pero también
habrá que convenir en que los católicos
son los menos indicados para hacer la
más mínima crítica y chanza sobre la
nueva primera dama nipona, al menos, en
lo que concierne a sus estrafalarias
creencias.
¿Qué pensar, entonces, de alguien que
cree a pié juntillas que una mujer, que
vivió hace más de dos mil años y que,
siendo virgen, dio a luz a su propio
creador, se apareció a unos niños
pastores portugueses en la segunda
década del pasado siglo para hacerles
saber que Rusia sería convertida? ¿Que
cabría opinar de aquellas personas que
van en peregrinación al lugar donde se
produjeron estas apariciones y entran de
rodillas en el santuario allí construido
con la esperanza de que la aparecida les
cure una enfermedad o les de solución a
cualesquiera otros problemas que
padezcan y, aunque no consigan su
propósito, vuelven cargados de abalorios
milagrosos en forma de virgencitas
fluorescentes o botellitas de agua
bendita?
¿Por qué hay católicos que no respetan
las creencias de los demás y, sin
embargo, exigen a los demás que
consideremos respetable fenómenos como,
por ejemplo, aquél según el cual un
pedazo de pan y un poco de vino se
convierten en el cuerpo y sangre de un
dios que se hizo hombre y que murió y
resucitó para salvar a la humanidad?
¿Por qué reivindican respeto para esta
surrealista transmutación que, según
dicen, se produce por obra y gracia de
una persona que disfrazada de forma
extraña profiere unas enigmáticas
palabras a escasos centímetros de la
oblea y el cáliz?
En definitiva, ¿por qué una persona no
católica tiene que considerar respetable
ideas y creencias tan disparatadas para
él, cuando los católicos, no sólo no
respetan las ajenas, como en el caso de
la primera dama japonesa, sino que se
permiten descalificar gravemente a las
personas que las sostienen, llamando
depravados a los que tienen relaciones
sexuales con una pareja del mismo sexo o
asesinas a las mujeres que deciden
interrumpir su embarazo en el marco de
una legislación que se lo permite?
Después de muchos miles de años de
civilización se ha llegado al
convencimiento, de que habiendo tan
variadas formas de pensamientos y de
creencias, la mejor forma que hay para
convivir es la del respeto a los demás
en un marco de entendimiento y
tolerancia. Pero se ve que algunos no
andan muy convencidos.
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Gerardo Rivas Rico es Licenciado en
Ciencias Económicas