En el seno de
la ultracatólica Irlanda, treinta y cinco mil niños han
sido víctimas de abusos y depravaciones sexuales por
curas y sacerdotes -violaciones incluidas- al amparo y
el auxilio de la iglesia, de su moral enferma y de su
proterva, infecta y trastornada comunidad de pedófilos
predilectos y protegidos.
Miran desde
sus púlpitos con la superioridad autoimpuesta de quien,
a sabiendas, han inventado una gran farsa de moralidad,
pecado, conciencia, virtud o culpa, basados en el mejor
precepto de cualquier organización mafiosa: el miedo.
Terror a la condena eterna, impiedad flagelada a base de
generalizar conceptos tan mezquinos como la fe. Ese
dogma totalitario de quien no puede ser interpelado, ni
criticado, ni siquiera puesto en duda. Es palabra de
Dios. Como si Dios les hubiera hablado alguna vez:
mentirosos.
Han conformado una secta de ideas burdas, alimentada con
el analfabetismo cultural, la miseria humana y el dolor,
la tortura, el calvario... como parte fundamental de
toda su doctrina.
Enseñaron durante siglos que el hombre necesita
redimirse, humillándose ante ellos, porque son los
elegidos. Ampararon a dictadores, absolutistas y a
criminales. Quemaron, torturaron, esquilmaron, en nombre
de su Dios, a todo aquel que fuera capaz de evidenciar
su gran farsa. Impusieron a base de sangre y amenazas su
visión retorcida y malintencionada del hombre y de su
propia existencia. Emanada, incluso, de un pecado
original. Como no.
Y no basta esa historia llena de bochornosa actitud
mezquina, infame e ignominiosa. Hoy, gobernados por un
ex miembro de las Juventudes Hitlerianas, hacen apología
de la enfermedad, negando el uso del preservativo en el
corazón mismo de la indigencia humana. Estafadores.
"Cuando se presentaban evidencias de abusos
sexuales, la respuesta de las autoridades religiosas era
transferir al infractor a otro lugar donde, en muchos
casos, estaba libre para cometer abusos nuevamente".
¿Qué clase de Dios les tutela a ellos?
¿Qué retorcida moral les gobierna?
A nadie puede escandalizar peguntarse si el celibato, la
rígida disciplina, el anacrónico sistema, la in
dubitativa y poco controlada enseñanza en los
seminarios; convierte a una parte de los curas en
reprimidos sexuales, en pedófilos en ciernes, en
individuos atormentados, patógenos morales, misóginos,
pederastas incubados, latentes y peligrosos.
Y a toda la iglesia Católica Apostólica y Romana en un
auténtico, nido de ratas.
-Dirán que mis palabras exageran- "Ningún
abusador será acusado como resultado del informe".
¿Justicia divina?