Joan Antón Mellón
El Periódico 17 de Octubre de 2009
El papel
ideológico de la jerarquía católica española es
frenar cualquier iniciativa progresista
Cuarenta asociaciones provida, con el apoyo público de la Conferencia Episcopal de los obispos españoles y del PP, convocan hoy una manifestación en Madrid para protestar contra la reforma de la ley del aborto. Los cambios que el Gobierno promueve pretenden homologar nuestra legislación a la existente en la mayoría de Europa e incrementar la protección jurídica a mujeres y personal sanitario. Ante esta propuesta, la Conferencia Episcopal responde con argumentos tan sutiles como la afirmación: «Un pueblo que mata a sus hijos es un pueblo sin futuro». De esta forma, un tema socialmente tan complejo queda reducido, demagógicamente, a dos definidos bandos: «defensores del asesinato de niños» y «defensores de la vida». Y lo que debería ser un debate sereno se convierte, una vez más, en munición política para la oposición conservadora dedicada al acoso y derribo del Gobierno socialista en el tiempo que le queda, tras ingeniárselas para minimizar los efectos de la extendida corrupción en sus altos cargos. «Haremos todo lo posible para que la reforma de la ley del aborto no se apruebe», declaró a finales de septiembre la portavoz del PP en el Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría. |
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Para entender el papel político ultraconservador
que está ejerciendo el máximo órgano rector de
la Iglesia Católica, la Conferencia Episcopal,
es necesario recordar el papel extremadamente
reaccionario que dicha Iglesia ha desempeñado en
España en toda la época contemporánea. La
Iglesia española, salvo los curas obreros del
franquismo, siempre se ha alineado con los
poderosos y los privilegiados, defendido valores
ultraconservadores y reaccionarios y propugnado
la resignación y la caridad como únicos
paliativos de las injusticias sociales.
Injusticias como la terrible realidad de los
abortos clandestinos realizados por sórdidos
carniceros a mujeres pobres que no podían
costearse el viaje a clínicas extranjeras y que
se jugaban la salud y/o la vida en los años
previos a la ley del aborto. Curiosamente, a la
Conferencia Episcopal nunca le preocupó esa
lacra social de los abortos clandestinos, solo
que no se interrumpa ningún embarazo.
Según esta reaccionaria concepción, la mujer no
es dueña de su cuerpo y libre de decidir, es un
instrumento de la Providencia Divina para
perpetuar la vida. ¿Y cómo evitar los embarazos
no deseados? Muy fácil, volviendo a vincular
sexo y reproducción. Solo debe efectuarse el
sexo con finalidades reproductivas y, si no es
así, castidad y represión. Ante estas
soluciones es imposible no recordar la ruina
económica de la Iglesia católica norteamericana
ante la extraordinaria cuantía de las
indemnizaciones que ha tenido que pagar a las
víctimas de los abusos sexuales de sus curas
pederastas. Actividades recurrentes y durante
años y años toleradas y ocultadas a la opinión
pública por las altas instancias de la jerarquía
católica, hasta que el volumen de estos
repugnantes delitos ha sido tal que ha sido
imposible ocultarlos más.
Eso sí, hay que tener en cuenta las opiniones de
S. Tomasi, observador permanente del
Vaticano ante la ONU, según las cuales en otras
iglesias también se han dado estos hechos y que
los curas católicos pederastas no son pedófilos,
sino efebófilos. Ni que decir tiene que
cualquier persona sensata tiene una opinión muy
clara sobre qué son dichos curas pederastas.
Silencio ante las injusticias sociales, apoyo
ideológico-cultural a las desigualdades,
difusión sacralizada de creencias reaccionarias
que trastornan hasta enfermar a sus
practicantes. El balance es nefasto, salvo las
actividades de asociaciones benéficas y órdenes
religiosas misioneras. En España, el papel
ideológico ejercido por la Iglesia católica ha
sido de freno a cualquier iniciativa
progresista. Los moderados ilustrados españoles
del siglo XVIII tuvieron en la Iglesia un feroz
e intransigente enemigo e, incluso, las
Sociedades de Amigos del País fueron denunciadas
al Santo Oficio. ¿Su pecado? Abogar por la
libertad de pensamiento y potenciar la
investigación científica y la enseñanza laica. A
su vez, durante el trienio liberal (1820-1823) y
fases históricas posteriores la Iglesia católica
presentó una batalla frontal contra las
propuestas progresistas de los liberales. ¿Su
objetivo máximo? Evitar la igualdad ante la ley
y la libertad de pensamiento y expresión. ¿Y
durante la Restauración? Apoyo incondicional a
los grupos sociales dominantes ante el clamor de
las clases populares sobreexplotadas por las
fases iniciales de la industrialización. Apoyo
que les comportó la enemistad manifiesta de
amplios sectores de dichas capas populares y que
explotó, por ejemplo, en la Semana Trágica en la
Barcelona de principios del siglo XX.
¿Y durante el franquismo? La Iglesia católica
fue uno de los pilares de la dictadura y el
Régimen ha sido definido, lúcidamente, como
nacional-catolicismo. Simbólicamente podríamos
recordar que en su lecho de muerto el dictador
dispuso del brazo incorrupto de Santa Teresa y
del manto de la Virgen del Pilar para ver si se
podía detener la imparable agonía del Régimen.
Un objetivo imposible, como pretender prolongar
la tutela ideológica que la Iglesia católica ha
ejercido sobre amplias masas de población. La
modernidad ha arrasado dicha tutela y por ello
la Conferencia Episcopal pretende recuperar
terreno social remarcando los aspectos más
políticos de sus mensajes, al ejercer como grupo
de presión ante los poderes públicos y, como
siempre, aliarse con los sectores políticos más
reaccionarios.
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Joan
Antón Mellón
es Catedrático de Ciencia Política de la UB.