Los
"milagros" de cada día
Hace tiempo escuché un programa
de radio en el que hablaban de los atentados en las Torres Gemelas
de Nueva York. La locutora contaba la historia de un hombre que
aquel día no llegó a trabajar porque estrenaba zapatos nuevos y en
el camino a la oficina le hacían tanto daño que decidió pasarse
antes por una zapatería y comprar otros. Cuando llego al World Trade
Center ya se había estrellado el primer avión y no le dejaron entrar
en el edificio, eso le salvó la vida. Para ese hombre y para la
propia locutora aquello no era una simple coincidencia, todos
tenemos ángeles que nos protegen. Historias similares se escuchan
cuando hay algún pasajero que ha perdido un vuelo accidentado, es un
milagro que no haya sonado mi despertador, es un milagro que no
encontrase taxi, es un milagro que olvidase mi pasaporte...
Obviamente la expresión "es un milagro" es una frase hecha que no
implica que el que la dice crea en los milagros, pero hay mucha
gente convencida de que en todos esos casos ha habido una
intervención sobrenatural.
Ahora invito a esa gente a
que reflexione sobre ello 5 minutos. Estoy convencido de que durante
todos y cada uno de los días en los que hubo trabajadores en las
Torres Gemelas varios de ellos llegaron tarde, incluso un gran
número de días, seguramente la mayoría, varios trabajadores no
pudieron ir a trabajar por enfermedad o asuntos personales. Es
lógico si tenemos en cuanta que en ambos edificios trabajaban miles
de personas, es pura estadística. El 11 de septiembre de 2001 hubo
el mismo número de gente que llego tarde o que tuvo que ausentarse
del trabajo que cualquier otro día previo, en ese sentido no ocurrió
nada que no hubiese ocurrido con anterioridad todos y cada uno de
los días en los que se ha trabajado en esas oficinas. Del mismo
modo, todos los días miles de personas toman un avión en el mundo y
todos los días cientos de ellas pierden sus vuelos, pero ¿cuantos
accidentes aéreos hay al año? muy pocos. El número de personas que
pierden un vuelo accidentado es el número normal que cabría esperar
en cualquier otro vuelo. En ninguno de esos casos ha pasado nada
extraordinario ni sobrenatural en cuanto a las personas que se han
retrasado o ausentado, lo extraordinario es lo que ocurre a
continuación, un atentado terrorista o un accidente aéreo, es ese
hecho dramático y poco habitual el que hace que le otorguemos la
cualidad de extraordinario al hecho de retrasarse o ausentarse,
cuando en el fondo los retrasos y las ausencias son acontecimientos
comunes, frecuentes, que ocurren a diario de forma constante. Es la
forma en la que funciona el cerebro, esa necesidad instintiva de
buscar una relación causa-efecto inmediata la que hace que tendamos
a buscar esa conclusión irracional, el pensamiento mágico del que
hablaba en el último post.
Veámoslo desde otro punto
de vista, si hay un dios o unos ángeles que hacen que te molesten
los zapatos, que se averíe tu despertador o que el taxista pase de
largo ¿qué deberían pensar las familias de los miles de personas que
sí entraron en las Torres Gemelas el día de los atentados o de los
cientos de personas que sí tomaron a tiempo un vuelo que terminó
cayendo al mar? Deberíamos suponer que del mismo modo en el que
interfirió para salvar a unos pocos dejó de interferir para que
muriesen muchos, o lo que es peor, que fue su propio deseo que los
terroristas tuviesen éxito o que del mismo modo que avería un
despertador puede averiar el motor de un avión. ¿Por qué solo
atribuimos a ese dios los acontecimientos que conducen a un final
positivo y no aquellos que conducen a un final negativo? ¿dónde
queda el supuesto libre albedrío que tanto se usa como argumento
para justificar el mal en el mundo si al parecer dios no deja de
interferir en nuestra vida diaria? Una vez más, el dios
omnipresente, omnisciente, omnipotente y omnibenevolente en el que
mucha gente cree no encaja con la realidad a la que nos enfrentamos
cada día.
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