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No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   


 

Nueva Tribuna 23 de Agosto de 2009

 

De la reforma de la Ley de Libertad Religiosa se sabe muy poco, más bien casi nada, no obstante parece que sí lo suficiente para que la polémica esté servida y para que los monseñores empiecen a dar señales de “prietas las filas”...



...El Vaticano nombró a Renzo Fratini nuevo nuncio en España con la aviesa intención de que tercie para paliar los efectos de lo que ellos consideran “deriva laicista” de nuestro país. La jerarquía eclesiástica no parece dispuesta a renunciar a sus constantes intentos de injerencia en el gobierno de la sociedad civil y se apresuran a tomar las medidas que consideran necesarias para mitigar en lo posible la pérdida de su hegemonía. 

No estaría de más realizar un exorcismo de la memoria para conjurar los recuerdos malignos del nacionalcatolicismo porque parece que los monseñores olvidan y quieren hacer olvidar su deuda pendiente con la sociedad española.

En un tiempo no muy lejano los españoles nacíamos y crecíamos en una atmósfera folclórica,  impregnada de rezos, toros y fútbol,  aderezada por las hazañas de Santana y el triunfo de Massiel en Eurovisión; era un tiempo en el que el olor a incienso hacía que el aire de la libertad no se pudiera respirar y en el que los meapilas se reproducían como hongos. En aquel tiempo de incienso los hábitos y las sotanas marcaban el ritmo de la vida cotidiana al son de sus tambores procesionales.

La moral católica más conservadora, en realidad ultraconservadora, reinaba en la dictadura franquista que contaba con las bendiciones de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana, no olvidemos que Franco entraba bajo palio en las iglesias y daba su plácet a obispos y cardenales.

De forma puntual, todos los mañanas, a las doce del mediodía, los oyentes de RNE escuchaban el siguiente mensaje:

"Con las campanadas del mediodía, Radio Nacional recuerda a sus oyentes católicos que es la hora del ángelus"... “Y el ángel del Señor anunció a María, y concibió por obra del Espíritu Santo...”

En aquel tiempo la Iglesia Católica dominaba ideológicamente teniendo incluso su espacio en las Cortes Franquistas. El tándem Iglesia/ Ejército, del que todavía no renegaron los obispos actuales, muy preocupados no obstante por la retirada de crucifijos, controló durante décadas la vida pública.

Los monseñores hacían gala de un nefasto integrismo del que todavía no se desprendieron y que marcó todos los ritos sociales de la época; las celebraciones religiosas durante el franquismo además de su función simbólica tenían una lectura política, desde los púlpitos se ensalzaban los valores del régimen.

Si bien la población en general fue víctima del fatídico tándem, las mujeres se llevaron la peor parte porque perdieron, a causa del  retroceso brutal, la independencia económica, legal y sexual que habían alcanzado durante la República. El régimen franquista con el apoyo incondicional de la Iglesia Católica las empujó a una situación de desigualdad e inferioridad manifiesta; bajo la doctrina nacionalcatolicista tuvieron que soportar  recortes de sus derechos en el ámbito educativo, en el laboral y por supuesto en el político, las mujeres carecían de igualdad jurídica.

Con la implantación de la dictadura se eliminó por orden ministerial la coeducación e igual suerte corrieron el divorcio, el matrimonio civil...

Las mujeres menores de 25 años no podían abandonar el hogar familiar sin el permiso de sus padres, excepto si lo hacían para casarse; la mujer estaba sometida al hombre, su único papel en la sociedad tenía como fin casarse y obedecer a su marido, obediencia que estaba recogida en el Código Civil; el adulterio y el amancebamiento estaban penalizados por ley; volvió a estar vigente durante casi dos décadas el parricidio por honor; los hijos eran el fin de todo matrimonio cristiano y por supuesto los métodos anticonceptivos ni nombrarlos. En la memoria colectiva de las mujeres españolas todavía está vivo el recuerdo de los anticonceptivos orales que venían “de fuera” y que algún conocido “amigo de...” conseguía en farmacias inglesas y francesas, anticonceptivos que muchas mujeres consumieron sin ningún tipo de control médico.

La educación de la época era un claro reflejo de lo que ocurría en la vida diaria, en los últimos coletazos del franquismo, con el dictador agonizante, una de las asignaturas del bachillerato era Hogar, así con mayúscula, por supuesto esta asignatura sólo estaba incluida en el “pack para chicas”, no olvidemos que el papel de la mujer, aún a pesar de su incorporación a la universidad y al mundo laboral, seguía siendo considerado por el régimen y por la iglesia un papel reproductivo, la productividad estaba reservada a los hombres.

La iglesia tenía y tiene poder, un poder que se resiste a perder...

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Pilar Rego  es Educadora Social.

 

 

 

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