...El Vaticano nombró a Renzo Fratini nuevo nuncio en España
con la aviesa intención de que tercie para paliar los
efectos de lo que ellos consideran “deriva laicista” de
nuestro país. La jerarquía eclesiástica no parece dispuesta
a renunciar a sus constantes intentos de injerencia en el
gobierno de la sociedad civil y se apresuran a tomar las
medidas que consideran necesarias para mitigar en lo posible
la pérdida de su hegemonía.
No estaría de más realizar un exorcismo de la memoria para
conjurar los recuerdos malignos del nacionalcatolicismo
porque parece que los monseñores olvidan y quieren hacer
olvidar su deuda pendiente con la sociedad española.
En un tiempo no muy lejano los españoles nacíamos y
crecíamos en una atmósfera folclórica, impregnada de rezos,
toros y fútbol, aderezada por las hazañas de Santana y el
triunfo de Massiel en Eurovisión; era un tiempo en el que el
olor a incienso hacía que el aire de la libertad no se
pudiera respirar y en el que los meapilas se reproducían
como hongos. En aquel tiempo de incienso los hábitos y las
sotanas marcaban el ritmo de la vida cotidiana al son de sus
tambores procesionales.
La moral católica más conservadora, en realidad
ultraconservadora, reinaba en la dictadura franquista que
contaba con las bendiciones de la Santa Madre Iglesia
Católica, Apostólica y Romana, no olvidemos que Franco
entraba bajo palio en las iglesias y daba su plácet a
obispos y cardenales.
De forma puntual, todos los mañanas, a las doce del
mediodía, los oyentes de RNE escuchaban el siguiente
mensaje:
"Con las campanadas del mediodía, Radio Nacional recuerda a
sus oyentes católicos que es la hora del ángelus"...
“Y el ángel del Señor anunció a María, y concibió por obra
del Espíritu Santo...”
En aquel tiempo la Iglesia Católica dominaba ideológicamente
teniendo incluso su espacio en las Cortes Franquistas. El
tándem Iglesia/ Ejército, del que todavía no renegaron los
obispos actuales, muy preocupados no obstante por la
retirada de crucifijos, controló durante décadas la vida
pública.
Los monseñores hacían gala de un nefasto integrismo del que
todavía no se desprendieron y que marcó todos los ritos
sociales de la época; las celebraciones religiosas durante
el franquismo además de su función simbólica tenían una
lectura política, desde los púlpitos se ensalzaban los
valores del régimen.
Si bien la población en general fue víctima del fatídico
tándem, las mujeres se llevaron la peor parte porque
perdieron, a causa del retroceso brutal, la independencia
económica, legal y sexual que habían alcanzado durante la
República. El régimen franquista con el apoyo incondicional
de la Iglesia Católica las empujó a una situación de
desigualdad e inferioridad manifiesta; bajo la doctrina
nacionalcatolicista tuvieron que soportar recortes de sus
derechos en el ámbito educativo, en el laboral y por
supuesto en el político, las mujeres carecían de igualdad
jurídica.
Con la implantación de la dictadura se eliminó por orden
ministerial la coeducación e igual suerte corrieron el
divorcio, el matrimonio civil...
Las mujeres menores de 25 años no podían abandonar el hogar
familiar sin el permiso de sus padres, excepto si lo hacían
para casarse; la mujer estaba sometida al hombre, su único
papel en la sociedad tenía como fin casarse y obedecer a su
marido, obediencia que estaba recogida en el Código Civil;
el adulterio y el amancebamiento estaban penalizados por
ley; volvió a estar vigente durante casi dos décadas el
parricidio por honor; los hijos eran el fin de todo
matrimonio cristiano y por supuesto los métodos
anticonceptivos ni nombrarlos. En la memoria colectiva de
las mujeres españolas todavía está vivo el recuerdo de los
anticonceptivos orales que venían “de fuera” y que algún
conocido “amigo de...” conseguía en farmacias inglesas y
francesas, anticonceptivos que muchas mujeres consumieron
sin ningún tipo de control médico.
La educación de la época era un claro reflejo de lo que
ocurría en la vida diaria, en los últimos coletazos del
franquismo, con el dictador agonizante, una de las
asignaturas del bachillerato era Hogar, así con mayúscula,
por supuesto esta asignatura sólo estaba incluida en el
“pack para chicas”, no olvidemos que el papel de la mujer,
aún a pesar de su incorporación a la universidad y al mundo
laboral, seguía siendo considerado por el régimen y por la
iglesia un papel reproductivo, la productividad estaba
reservada a los hombres.
La iglesia tenía y tiene poder, un poder que se resiste a
perder...
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Pilar
Rego es Educadora Social.