Pequeño, de ademanes firmes, ojos
inquietos, una educación exquisita y una
enorme claridad de ideas que expresar
sin tapujos. Así es Gonzalo Puente Ojea,
ex embajador en El Vaticano y decano del
Cuerpo Diplomático que, cerca de cumplir
los 85 años, sigue con ganas de dar
batalla y de contar a los que quieran
escucharle sus pensamientos. Así lo hará
hoy, a las 20.00 horas en el Auditorio
do Areal, donde hablará “Sobre la
cuestión religiosa” en una charla
organizada por la Asemblea Republicana
de Vigo. Vivió hechos históricos como la
boda de los entonces príncipes don Juan
Carlos y doña Sofía en Atenas, donde
trabajaba en la embajada o la muerte de
Franco en París donde recondujo las
relaciones con los exiliados y vio la
transición.
–¿Cree que se hizo bien la
transición?
–Creo que el mayor timo de la historia
de España es la transición porque fue un
proceso en el que no se garantizó lo que
en Derecho Público se llama poder
constituyente, es decir, que el pueblo,
por sufragio universal, elige a los
diputados de las Cortes. Sin embargo,
esto fue suplantado por una ley que
marcó la soberanía del rey y unas cortes
con personas elegidas en tiempos de
Franco. Todo lo demás fue un engaño
sucesivo con la traición de todas las
oligarquías políticas, desde el PSOE
hasta UCD y el PC que da ahora sus
resultados con un bipartidismo cada vez
más claro.
–Entonces usted considera que no
hay verdadera libertad política en
España.
–No. La democracia se basa en dos
principios. El primero es garantizar las
libertades ciudadanas y la política, que
significa que los electores puedan
acceder a una situación de presión sobre
el gobierno para cambiarlo. En segundo
lugar, y como decía Azaña, para que
pueda haber verdadera libertad
democrática tiene que haber libertad
ciudadana, que pasa por que todos
estemos equiparados en derechos y
deberes sin tener en cuenta que haya una
confesión religiosa predominante. Pero
en España tenemos un modelo histórico en
el que el fenómeno religioso vicia las
instituciones públicas.
–Usted, como declarado ateo que
es, defenderá el laicismo.
–Evidentemente, aunque aquí tenemos lo
contrario. La libertad de conciencia es
la raíz de las libertades y para que
funcione no debe haber discriminación,
sean cuales sean sus contenidos. Además,
un Estado no tiene conciencia porque
sólo la tienen los individuos. En tercer
lugar, no debe haber interferencias
entre el Estado y cualquier movimiento o
asociación de carácter privado, y
ninguna debe recibir privilegios.
–¿Como la Iglesia católica?
–Efectivamente.
–No verá con muy buenos ojos sus
opiniones sobre temas como la futura ley
del aborto o la píldora postcoital.
–Las leyes morales de los ciudadanos no
las dictan ellos, aunque quieran, y si
opinan, que lo hagan para los suyos.
Pero lo que hacen es una invasión de lo
público porque la Iglesia no es una
institución de derecho público, sino de
derecho civil. Además, creen que el
laicismo quiere acabar con la Iglesia,
pero no es así. Sólo busca retirarle el
enorme privilegio del que disfruta. Y
esa es la gran mentira del PSOE, que
sigue financiándola pese a hacer leyes
que no son más que exhibicionismo pero
elude el fondo.
–¿Y esto tiene solución?
–La única manera es empezando desde
cero, con una revolución política que no
tiene que ser violenta para llegar a la
república. Pero para ello debe haber más
libertad de información, una separación
total de los poderes. Y, sobre todo, que
sean los ciudadanos los que la impulsen
al darse cuenta de que los gobiernos
engañan y favorecen la corrupción.