Jesús Emiliano Rodríguez Calleja
TeldeActualidad 14 de
Octubre de 2009
El 13 de octubre de 1909 fue fusilado el anarquista,
y fundador de la Escuela Moderna, Francisco Ferrer
Guardia, víctima de la oligarquía de la época y de
la Iglesia, que cargó sobre él la culpa de haber
dirigido la revuelta popular de la Semana Trágica,
en Barcelona.
Ferrer Guardia nació en el seno de una familia
campesina catalana, en 1859. Desde su juventud se
inclinó por el republicanismo federal, llegando a
ingresar en la masonería. En 1886 participó
activamente en un pronunciamiento republicano que
fracasó, por lo que se vio obligado a exiliarse en
Francia, permaneciendo en París hasta 1901.
Durante su estancia en Francia la situación sociopolítica de
España cambió de manera considerable, especialmente
en Cataluña, como consecuencia del Desastre del 98.
Los sentimientos anarquistas y anticlericales se
radicalizaron, al igual que el republicanismo, por
gran parte de la población. El antimilitarismo
alcanzó un gran rechazo debido a un sistema injusto
de reclutamiento para defender los intereses
oligárquicos en la Guerra de Marruecos. En este
caldo de cultivo no era de extrañar que
republicanismo y obrerismo se uniesen en
manifestaciones frecuentes contra el clero y
oligarcas. Concebidas por los anarquistas,
aparecieron las escuelas laicas como instrumentos de
liberación del proletariado.
La idea de la creación de una Escuela Moderna,
independiente del Estado y del clero, dirigida
contra la autoridad y las visiones religiosas, y
adaptada al nuevo mensaje revolucionario, que
librepensadores y anarquistas difundían entre los
nuevos grupos sociales, aparecidos con la
industrialización y el crecimiento urbano, Ferrer
Guardia la maduró durante su exilio parisino y su
idea se centraba en una pedagogía racionalista y
gracias a un legado testamentario de una alumna
francesa, pudo regresar a España y poner en marcha
su proyecto, en el que colaboraron diversos
librepensadores y algunos anarquistas.
Con la fortuna heredada en Francia, no sólo puso en marcha su
proyecto educativo, sino que financió al
republicanismo radical de Alejandro Lerroux; algunas
publicaciones anarquistas; diferentes centros
obreros e incluso el montaje para que Mateo Morral,
que daba clase en su Escuela, atentase contra
Alfonso XIII el día de su boda, en 1906, causando
una carnicería, pese a que la pareja real salió
ilesa. El atentado contra el rey supuso el cierre de
la Escuela y aunque Ferrer fue acusado de
complicidad en el incidente, fue declarado inocente,
pero a partir de ese momento se le consideró un
hombre peligroso por el sistema oligárquico y
caciquil.
Todo el malestar acumulado contra el sistema estalló en
protesta casi unánime, cuando se produjo un
reclutamiento de reservistas para enviar a la guerra
de Marruecos y que degeneró en la Semana Trágica,
extendiéndose del 26 de julio al 2 de agosto de
1909, con un saldo de 80 edificios religiosos
incendiados; 104 personas muertas, guardias heridos;
2.000 detenidos, de los que fueron condenados 600,
de ellos 57 a cadena perpetua y 17 a pena de muerte,
aunque sólo se ejecutó a 5, entre ellos a Ferrer
Guardia que al ser fusilado en los fosos del
castillo de Montjuich gritó: ¡Viva la Escuela
Moderna! .
Ferrer Guardia, ni tan siquiera participó en los sucesos de
la Semana Trágica, fue la cabeza de turco que pagaba
por el desafío revolucionario al Estado y a la
Iglesia. Su ejecución fue protestada en Bélgica,
Francia, Italia y Reino Unido, mientras que su
Escuela Moderna se extendió, en los años siguientes,
por diferentes localidades españolas y se le
reconocieron las virtudes de una pedagogía basada en
la razón y la ciencia; una educación libre,
racional, laica e igualitaria; como una alternativa
al control y monopolio que de la enseñanza hacía la
Iglesia.
La idea de una Escuela Libre, era demasiado para la España de
1909. Ni tan siquiera la II República lo pudo lograr
y un siglo después del fusilamiento de Ferrer
Guardia, aún podemos ver que gran parte de la
enseñanza está en manos de centros privados y
concertados, muchos de titularidad eclesiástica, y
en los centros públicos el Estado laico, que
consagra la actual Constitución, oferta la enseñanza
de la asignatura de religión católica, que aunque en
regresión, es elegida por un elevado número de
alumnos.
Jesús Emiliano Rodríguez Calleja es profesor
de Secundaria.