¿Cambiamos las cruces en la escuelas, por fotos de Marx en las Iglesias?
Pedro Antonio Honrubia Hurtado
UCNR 8 de
Noviembre de 2009
Porque la cruz representa el mismo símbolo que sacaba bajo palio a
dictadores y el mismo símbolo que bendijo guerras y golpes de Estado
contra luchadores por la libertad en el mundo entero.
Lo siento, no aguanto más. Estoy cansado, hastiado, aburrido, indignado,
vamos, lo que mayormente se conoce como estar hasta los huevos. Hasta
los huevos de visitar cada día las páginas de los principales medios de
comunicación y tener que encontrarme con alguna nueva polémica
relacionada con la Iglesia Católica. Cansado de que una institución
arcaica, reaccionaria y anclada en la Europa Medieval siga teniendo un
espacio público que ni por méritos históricos ni por presencia presente
les pertenece. Cansado de que un grupo de fanáticos ultramontanos sigan
teniendo un espacio mediático donde poder seguir atormentando a
población con sus cavernícolas ideas. Cansado de que un grupo de
burgueses vestidos con sotanas sigan creyéndose con algún derecho para
dar lecciones de moral a nadie, cuando precisamente si de algo ha
carecido la curia Vaticana a lo largo de toda su historia es de
moralidad.
Que si el aborto por aquí, que si la eutanasia por allí, que si las
células madre, los condones o las píldoras pos-coitales por allá, que si
los matrimonios homosexuales por acá, que si el divorcio, la abstinencia
sexual o la masturbación por el otro lado. Que si manifestaciones pro-vida,
que si foros de la Familia, que si educación para la ciudadanía. En fin,
un peñazo de padre y muy señor mío (nunca mejor dicho). ¡Basta ya, por
Dios!, ¡Basta ya! Que se metan su Iglesia por donde les quepa, que nos
dejen en paz de una vez. Que se vayan todos a una isla y se hundan en
ella, si quieren. Me da lo mismo. Pero que se callen de una vez. No los
aguanto más.
A ver si se enteran de una vez: en mi vida mando yo, me someteré si
quiero (y si no, no) a las leyes establecidas por los hombres en esto
que llaman Estado de derecho, pero las leyes de Dios me las paso por el
Arco del Triunfo. Si Dios hubiese escrito la Carta de los Derechos
Humanos en lugar de las tablas de la ley, igual a día de hoy la cosa
sería distinta. Pero no, escogieron un Dios que se mete en todo, que te
dice como tienes que vivir, como tienes que morir, como tienes que
follar y hasta como tienes que hacer de vientre. No es un Dios, es un
Tirano. Un Dios que bendice dictadores y condena revolucionarios que
viven y mueren por amor al hombre. Un Dios que permitió que su nombre se
extendiese por el mundo a costa de millones de muertos, el genocidio de
pueblos enteros, la erradicación de culturas milenarias y muchas otras
atrocidades del estilo. Un Dios que combate el socialismo en todo el
mundo. Un Dios más cercano al fascismo que a cualquier tipo de
humanismo. Un Dios que debe ser muy sádico para permitir que su nombre
haya sido mancillado así por quienes continuamente lo usan para permitir
que el hombre siga siendo explotado por el hombre. El Dios de los
mercaderes del templo. Y a eso Dios, y a esa Iglesia, ni la quiero, ni
la tolero: me da asco. Ni el mismísimo demonio me daría tanto asco.
Así que lo repito: que se callen, que se callen de una puta vez. Que no
hablen más. Que se encierren en sus monasterios y recen, si eso les
pone. Que se reúnan cada día en sus templos y se coman las orejas los
unos a los otros, diciéndose a cada momento lo buenos que son y lo bien
que lo hacen, a la par de comentar con saña el castigo divino que nos
tocará sufrir a cada uno de los pecadores que no creímos en ellos. Que
hagan los que les dé la gana. Que no aborten, que no follen antes del
matrimonio, que no usen condones, que no apliquen la eutanasia a sus
familiares terminales si no quieren, que no investiguen con células
madres, que no se hagan pajas, que no se rocen el sexo con personas de
su mismo ídem, que se aprendan de memoria el catecismo, el nuevo
testamento y cada uno de los muchos libros del antiguo. Me importa un
bledo. Allá cada cual. Son libres de hacerse con su capa un sayo. Pero a
los demás, a los que no los soportamos, a los que no los aguantamos, que
nos dejen en paz. Que ya está bien de tanta mierda. Por todas esas
personas que han vivido traumatizadas a consecuencia de las amenazas
coercitivo-existenciales que implica la noción misma de pecado. Por
todas esas personas que murieron en hogueras, o, peor aún, que tuvieron
que vivir con el estigma del pecador y la exclusión social que ello
acarreaba sobre sus espaldas, siendo tratados como apestados, como
extranjeros en sus propias tierras. Por los niños y niñas con
deficiencias que fueron ocultos y encerrados en vida por ser
considerados no aptos para la sociedad según el mandato de ese mismo
Dios que ahora nos habla de amor a la vida. Por todos ellos y por muchos
más, que se callen, que no vuelvan a abrir la boca en su puta vida más
allá de sus ámbitos privados específicos.
La última de estos liberticidas funcionales, de estos amorales
sistémicos, tiene que ver con una reciente sentencia del Tribunal de
Derechos Humanos de Estrasburgo. Resulta que dicho tribunal ha creído
oportuno dar la razón a una madre italiana que reclamaba la retirada de
los crucifijos en los colegios públicos italianos. Claro, el Vaticano y
su caverna han montado en cólera. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Sacar la
cruz del lugar donde los niños y niñas se pueden formar como personas
con capacidad para el pensamiento autónomo. Porque, obviamente, el
Estado no tiene derecho a inmiscuirse en la educación moral de los
niños/as, tal cual dijeron con el asunto de la tan traída y llevada
Educación para la ciudadanía, pero la Iglesia tiene todo el derecho del
mundo a estar presente de manera permanente en la misma, aunque sólo sea
mediante el simbolismo publicitario que representa la cruz. Porque cada
cual es libre de elegir o no la educación religiosa que quiera tener,
pero con la cruz por delante aunque los alumnos –y sus padres- sean
ateos, agnósticos, musulmanes, mormones, judíos, budistas o seguidores
de la secta de los Abelonarios. Porque ya no sirve con que Dios esté en
todos sitios metafísicamente hablando, sino que tiene que estar también
de modo permanente y obligatorio en las escuelas. Porque un niño no
puede crecer sin tener a Dios en su vida, aunque sólo sea, si es que sus
padre son unos desviados de la vida, mediante una cruz en su aula.
Y dice el portavoz de la Conferencia Episcopal Española que quitar la
cruz de las escuelas es un ataque a la libertad. Que la cruz es un
símbolo de libertad, un símbolo que representa a unas creencias que
respetan y valoran la vida del ser humano desde su nacimiento hasta la
muerte. Que es muy triste querer recluir a la religión al ámbito privado
a través de una sentencia “injusta y discriminatoria”. Pero se equivoca
monseñor de cabo a rabo, para millones de personas en todo el mundo la
cruz no es símbolo de libertad sino de opresión. No es símbolo de vida,
sino de muerte. Su retiro no es algo triste, sino gozoso. Y la sentencia
no es antidiscriminatoria, sino todo lo contrario: viene a corregir la
discriminación, mediante el ataque a la libertad religiosa y a la
laicidad del Estado, que supone la cruz en las escuelas.
Porque la cruz representa para esos millones de personas el mismo
símbolo que llevaban colgando de sus hábitos los inquisidores, el mismo
símbolo que esgrimían desde el Vaticano mientras miraban para otro lado
con los crímenes del nazismo, el mismo símbolo que sacaba bajo palio a
dictadores y el mismo símbolo que bendijo guerras y golpes de Estado
contra luchadores por la libertad en el mundo entero. El mismo símbolo
que adoraban y argumentaban como base de su poder señores de la talla de
Franco o Pinochet, y tantos, tantísimos otros. La misma cruz con la que
la élite eclesial hondureña ha bendecido el Golpe de Estado fascista que
ha causado ya decenas de muertos, miles de torturados, centenares de
detenidos políticos y otros actos de “amor a la vida” en el país a causa
de la represión. El mismo símbolo en nombre del cual se ha perseguido y
castigado a toda una corriente teológica que no optó por el sometimiento
a los poderosos sino por el amor por el prójimo y el apoyo a los más
necesitados del planeta, desde el análisis necesariamente político que
un hecho así requiere. El mismo símbolo con el que ciertos personajes se
daban abrazos con el dictador Pedro Carmona tras el golpe de Estado en
Venezuela en 2002, o el mismo símbolo con el que las élite eclesiales
bolivianas bendicen el racismo y la violencia opositora de los comandos
fascistas de la “media luna”. Todo ello aquí, hoy mismo, en pleno siglo
XXI. ¿Y todavía quieren que permitamos a nuestros hijos tener que pasar
cada día seis o siete horas de sus vidas frente a un símbolo tan
endemoniado?
No, no lo permitimos. Igual que ustedes no permitirían que pusiésemos
una foto de Marx, de Mao, de Lenin o del Ché en cada una de sus
Iglesias. Porque sus Iglesias son suyas y en ellas hacen lo que les da
la gana. Nosotros igual: ciudadanos de un Estado Aconfesional, con
creencias diversas, o directamente sin creencias. El espacio público es
nuestro. Y no os queremos en él.
Desde aquellos años en que hicimos la revolución ilustrada para que
sacaran sus sucias manos de nuestros Estados y de nuestras consciencias,
el espacio público es de los ciudadanos. Lo hemos conquistado con muchos
años de lucha. Nadie debería impedir que cualquier niño o niña lleve a
clase el símbolo religioso que más le plazca, de manera individual. Un
velo, una cruz, una virgen, lo que quiera. Es su libertad, y la de sus
padres. Eso es parte del derecho a la libertad religiosa y de
consciencia, como el abortar o no abortar, el follar o no follar. Pero
querer imponer su derecho a la libertad religiosa frente al derecho a la
libertad religiosa de quien no procese esa religión, es intolerable. No
lo vamos a aceptar jamás. Es un espacio que nos pertenece, es nuestro.
Ustedes solo entarán en él con nuestro permiso.
Eso sí, siempre podemos llegar a un pacto. Aceptamos sus crucifijos en
las escuelas si a cambios ustedes colocan una foto de Marx en cada una
de sus Iglesias. Claro, que nadie diga luego que se quiere imponer el
Marxismo en las Iglesias, porque, según ustedes, eso argumento no es
válido. ¿Aceptan el pacto? |