El
tema ha saltado a la opinión pública estos últimos días a
propósito del «bautizo laico» del hijo de Cayetana Guillén
Cuervo. Ha sido la primera experiencia de este tipo en Madrid.
Previamente hubo otras en Igualada (Barcelona) y en El Borge
(Málaga). Pero ha sido el «bautizo laico» del hijo de Cayetana
el que ha levantado una impresionante escandalera. Las
reacciones ante la noticia han sido variadas y calientes.
Algunos hablan de «payasadas», de «chuminadas» y de «gilipolleces»;
además, al referirse a los responsables de estas celebraciones,
los llaman cariñosamente «titiriteros» y «pandilla de catetos».
Mariano Rajoy, para no ser menos, ha calificado el evento de
«ridículo interplanetario». El tema me parece, grave y complejo.
Por ello voy a intentar en este escrito aportar algunos
criterios que ayuden a clarificar posturas y a establecer
obligadas distinciones y matizaciones.
1.
En descargo de los responsables del llamado bautizo de Leo, el
hijo de tres años de Cayetana Guillén Cuervo, debo señalar que
en ningún momento han hablado ellos de «bautismo» o «bautizo».
Han sido los medios de comunicación los que han aireado ese
nombre. La actriz refiere que, en relación con el bautismo
cristiano, este acto debe interpretarse en clave simbólica; es
decir, como una aplicación extensiva del gesto sacramental. Por
otra parte, el acto se define como «una bienvenida democrática»
del niño o como su incorporación a la comunidad ciudadana; y se
apela a los grandes valores de «libertad, igualdad, comprensión,
tolerancia, convivencia, respeto y paz». El acto sirve, además,
para imponer oficialmente el nombre al niño.
2.
Teniendo en cuenta que el bautismo cristiano es un rito de
iniciación, sí que cabría destacar algunas coincidencias o
puntos de convergencia. A este propósito cabe anotar que en casi
todas las tradiciones religiosas existen ritos de paso o
tránsito, llamados de iniciación. Así se celebra el paso de la
niñez a la pubertad, o de la juventud a la edad adulta. El
bautismo cristiano es un rito de iniciación. Ello supone la
imposición de un nombre, la aceptación de unas creencias y de
unas formas de comportamiento, y el ingreso en una comunidad.
Indudablemente, en este sentido, cabría reconocer una cierta
analogía, un cierto paralelismo con lo que se quiere celebrar en
el llamado «bautismo laico».
3.
Pero el bautismo cristiano es algo más. Porque la iniciación
cristiana es, ante todo, una incorporación a Cristo. Por el
bautismo el bautizado se convierte en un hombre nuevo, en un
hombre regenerado, inmerso en una nueva existencia, unido al
triunfo de Cristo sobre el mal y sobre la muerte. Por otra
parte, san Juan, al hablar del bautismo en su evangelio, lo
considera un nuevo nacimiento, por el cual el bautizado nace a
una nueva vida. Ésta es la gran realidad cristiana que hace del
bautismo un gesto propio, único e intransferible.
4.
Hay que decir algo, además, sobre el uso de la palabra
«bautismo». Es un término de origen griego. Inicialmente, en su
acepción más arcaica, significa «sumergir en el agua» o
«sumergirse». Los cristianos asumen esta palabra porque el
símbolo bautismal, en su forma más antigua, consistía en una
inmersión en el agua. Por eso se le llamó bautismo. Los
cristianos de tradición latina reutilizaron la palabra griega,
latinizándola, y así llamaron a este rito «bautismo». Por eso,
esta palabra es propia y específicamente una expresión cristiana
y sólo debería usarse con referencia al rito cristiano. Todo uso
civil o laico de esta palabra, a mi juicio inapropiado y
abusivo, ha de entenderse únicamente en sentido genérico y
extensivo.
5.
Quiero añadir una última observación. No desearía caer en
tecnicismos teológicos abstractos utilizando un lenguaje
inaccesible para los lectores de este diario. A mi juicio, una
interpretación sesgada del sacramento del bautismo ha convertido
este rito en el sacramento de los recién nacidos, el sacramento
que acompaña el nacimiento de los niños. Al utilizar este
criterio, los sacramentos son interpretados como ritos que
acompañan el desarrollo biológico del cristiano. Esta
interpretación, aceptable desde cierto punto de vista, no agota
en absoluto la realidad profunda de los sacramentos. Éstos se
definen, no por su referencia al desarrollo biológico, sino por
los diferentes niveles de nuestra gradual y progresiva
incorporación a Cristo, experimentada desde una evidente
pluralidad de situaciones existenciales. Lo cual, a juicio de
los teólogos, explica la pluralidad de sacramentos. Hablando en
plata, todos sabemos que el bautismo no es solo un sacramento
para niños, sino que también existe la celebración del bautismo
para adultos. En este caso no cabría la más mínima analogía que
permitiera asimilar el bautismo cristiano a la incorporación de
un niño a la sociedad democrática y ciudadana.
6.
Termino. A mí no me gusta que se utilice el término «bautismo»
para referirse a la incorporación del niño a la comunidad
ciudadana. Sin embargo, reconozco la existencia de importantes
analogías que hacen de ese acto una especie de rito de
iniciación. Además, me parece justo que, en una sociedad laica,
haya personas que deseen celebrar de alguna forma, al margen de
la religión, el acceso de sus hijos a la vida social. No es de
recibo, sin embargo, la escandalera montada con motivo del
«bautismo laico» del hijo de Cayetana Guillén Cuervo, por
hipócrita, indocumentada y tendenciosa.