El
52 % de los europeos cree en la existencia de Dios,
el 27% prefiere rezarle a un espíritu o una forma de
vida... y, finalmente, el 18% se declara simplemente
ateo. Es el instituto de sondeos europeo, el
Eurobarómetro, el que reveló esta información en
2005. Si la cuestión se considera desde un ángulo
nacional, sin embargo, se descubre un continente muy
polarizado.
Quitando el
Vaticano, país católico por excelencia, algunos
países se sitúan en cabeza de lista de ateos
declarados. Más al norte por ejemplo, en los países
escandinavos, su número alcanza el 80% según otra
encuesta, la de Grace Davie. En el viejo continente
tenemos, por un lado, a Francia y la República
Checa, ambas laicas, y por el otro a Polonia o
Irlanda, donde el porcentaje de no creyentes es muy
débil (3% y 7% respectivamente). Sin embargo,
precisamente en Polonia, mientras que más del 95% de
la población dice identificarse con catolicismo,
solo la mitad es practicante con regularidad.
A
principios de 2009, Europa fue testigo de la
primera campaña atea
masiva con el mensaje "Dios no existe" pegado en las
paredes. Antes, en el marco del festival de
Edimburgo, tuvo lugar un debate sobre el papel del
nuevo ateísmo en Europa, con la participación del
archiescéptico Christopher Hitchens, autor de un
libro que ha hecho hablar mucho de él:
Dios no es grande
(God Is Not Great:
How Religion Poisons Everything). ¿Podemos
decir que existe una especie de "evangelización
atea"?
Construcción de una Europa laica
Por
ejemplo, para los sociólogos de las religiones, que
se apoyan en las tesis de los "padres espirituales"
Freud y Marx, la creencia en Dios desaparece cuando
esta deja de ser útil. Si no nos falta alimento, si
las enfermedades no nos amenazan, entonces el
recurso a una instancia divina se vuelve menos
urgente. En la cultura europea, muchos ateos
célebres han tenido un papel innegable, comenzando
por Sócrates, que fue condenado a muerte por razones
políticas en gran medida a causa de su ateísmo.
En el mundo
moderno, el ateísmo ha penetrado en los salones
europeos al mismo tiempo que las Luces francesas,
donde se podía encontrar a Diderot, Montesquieu,
Rousseau o Voltaire. Gracias a la Revolución
Francesa, el ateísmo salió de sus despachos y tocó
al pueblo en las calles. El concepto de laicismo, la
separación entre lo civil y lo religioso, tomó
forma.
Un siglo
más tarde, en Alemania, Nietzsche anuncia la muerte
de Dios; y en Inglaterra, Darwin prueba que el
hombre es obra de la evolución, y no una creación
divina. Finalmente, en el siglo XX, Europa se
divide, con los ateos marxistas-leninistas al Este,
y los existencialistas al Oeste. Tras la firma del
Tratado de Roma, que marca el comienzo de la
integración europea en 1957, las sociedades de la
Europa Occidental se secularizan rápidamente. De
manera aparentemente irreversible.
¿Qué futuro para la religión?
La Europa
unida se interroga sobre su identidad y sobre el
sentido de su diversidad religiosa en su
construcción. Para Slavoj Žižek, filósofo y
psicoanalista esloveno, es precisamente el laicismo
lo que podría servir de cimiento ideológico
universal de Europa. Afirmación que contradice el
sociólogo Radosław Tyrała, que pone en cuestión este
tipo de razonamiento. Para él, tal idea reposa sobre
un principio simplificador según el cual la religión
es fuente de conflictos: "La religión no es la causa
de los conflictos. El mecanismo de nuestra mente que
efectúa separaciones entre lo que nos es propio y lo
que no está en cuestión. Pienso que no existe una
ideología que pueda garantizar perfectamente el
orden europeo".