Cuando la religión pisa el césped
de la ciencia
La
supuesta separación entre ambas no es tan perfecta
Richard
Dawkins
Traducido por: Gabriel Rodríguez
Alberich
sindioses.org
24 de Febrero de 2009
Existe una
cobarde blandeza del intelecto que aflige a gente que,
normalmente racional, se enfrenta a religiones
establecidas desde hace mucho tiempo (aunque, de manera
significativa, no con tradiciones más modernas como la
Cienciología o los Moonies). S. J. Gould, comentando la
actitud del Papa acerca de la evolución en su columna de
Natural History, es representativo de una escuela
dominante de pensamiento conciliador entre creyentes y
no creyentes:
La ciencia y la
religión no están en conflicto, ya que sus enseñanzas
ocupan dominios diferentes... Creo, con todo mi corazón,
en un concordato respetuoso, incluso amoroso [el énfasis
es mío]...
—Stephen Jay Gould
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LBien,
¿En qué consisten esos dos dominios diferenciados, esos
"Magisterios No Superpuestos" que deberían apiñarse en un
concordato respetuoso y amoroso? De nuevo, Gould:a red de la
ciencia cubre el universo empírico: de qué está formado (hecho)
y por qué funciona de esta manera (teoría). La red de la
religión se extiende sobre cuestiones del significado y el valor
moral.
—Stephen Jay Gould
¿Quién ostenta la
moral
Ojalá fuera tan
perfecto. En un momento abordaré lo que realmente dice el Papa
sobre la evolución, y luego otras afirmaciones de su iglesia,
para ver si realmente están tan bien diferenciadas del dominio
de la ciencia. Sin embargo, primero haré un inciso sobre la
afirmación de que la religión posee algún tipo de preparación
especial sobre cuestiones morales. Esto lo acepta a menudo
incluso la gente no religiosa, presumiblemente con el ánimo de
esforzarse civilizadamente por concederle al oponente la mejor
cualidad que puede ofrecer - por muy débil que sea esa cualidad.
La pregunta "¿Qué es lo
correcto y lo equivocado?" es una pregunta genuinamente difícil
que la ciencia no puede responder. Dada una premisa moral o una
creencia moral a priori, la importante y rigurosa disciplina de
la filosofía moral secular puede buscar formas científicas o
lógicas de razonamiento para sacar a relucir implicaciones
ocultas de esas creencias, o inconsistencias ocultas entre
ellas. Pero las propias premisas morales absolutas deben
provenir de algún otro sitio, presumiblemente de la convicción
no argumentada. O, puede esperarse, de la religión - lo que
significa una combinación de autoridad, revelación, tradición y
escritura.
Desafortunadamete, la
esperanza de que la religión pueda proporcionar un lecho de roca
a partir del cual pueda derivarse nuestra moral (que de otra
manera estaría basada en arena), es una esperanza vana. En la
práctica, ninguna persona civilizada utiliza las Escrituras como
autoridad última para el razonamiento moral. En lugar de eso,
escogemos las partes bonitas de las Escrituras (como el Sermón
del Monte) e ignoramos alegremente las partes desagradables
(como la obligación de lapidar a los adúlteros, ejecutar a los
apóstatas y castigar a los nietos de los delincuentes). El
propio Dios del Viejo Testamento, con sus celos vengativos y
despiadados, su racismo, sexismo y ansias de sangre, no sería
adoptado como modelo de comportamiento literal por nadie que
usted o yo queramos conocer. Sí, por supuesto que es injusto
juzgar las costumbres de una era antigua con nuestros estándares
ilustrados. ¡Pero ése es precisamente mi punto! Evidentemente,
tenemos una fuente alternativa de convicción moral última que
invalida a las Escrituras cuando nos conviene.
Esa fuente alternativa
parece ser algún tipo de consenso liberal sobre la decencia y la
justicia natural que cambia a lo largo del tiempo histórico,
frecuentemente bajo la influencia de reformistas seculares. Hay
que admitir que eso no suena como un lecho de roca. Pero, en la
práctica, nosotros, incluídos los religiosos, le damos una
prioridad mayor que a las Escrituras. En la práctica, más o
menos ignoramos las Escrituras, citándolas cuando respaldan
nuestro consenso liberal, olvidándonos de ellas silenciosamente
cuando no lo hacen. Y, venga de donde venga ese consenso
liberal, nos es accesible a todos nosotros, seamos religiosos o
no.
De manera similar, los grandes maestros religiosos como Jesús o
Gautama Buddha pueden inspirarnos, con su buen ejemplo, a
adoptar sus convicciones morales personales. Pero, de nuevo,
escogemos nuestros líderes religiosos, evitando los malos
ejemplos como Jim Jones o Charles Manson, y podemos escoger
buenos modelos de comportamiento seculares como Jawaharlal Nehru
o Nelson Mandela. También las tradiciones, por mucho tiempo que
haya pasado desde que las seguimos, pueden ser buenas o malas, y
utilizamos nuestro juicio secular de la decencia y la justicia
natural para decidir cuáles seguir y cuáles abandonar.
La religión sobre el
césped de la ciencia
Pero esta discusión
sobre los valores morales no era más que una digresión. Ahora
regreso a mi tema principal de la evolución y de si el Papa
cumple con el ideal de mantenerse fuera del césped de la
ciencia. Su "Mensaje sobre la Evolución de la Academia
Pontificia de las Ciencias" comienza con un casuístico discurso
tergiversador diseñado para reconciliar lo que Juan Pablo II
estaba a punto de decir con los pronunciamientos anteriores más
equivocados de Pío XII, cuya aceptación de la evolución era
comparativamente más reacia y de mala gana.
La Revelación nos
enseña que [el hombre] fue creado a imagen y semejanza de Dios.
[...] si el cuerpo humano tiene su origen en materia viva
preexistente, el alma espiritual es creada inmediatamente por
Dios [...] Por consiguiente, las teorías de la evolución que, de
acuerdo con las filosofías que las inspiran, consideran a la
mente como algo que emerge de las fuerzas de la materia viva, o
como un mero epifenómeno de esta materia, son incompatibles con
la verdad sobre el hombre. [...] Con el hombre, por tanto, nos
encontramos ante una diferencia ontológica, un salto ontológico,
podríamos decir.
Para crédito del Papa,
en este punto reconoce la contradicción esencial entre las dos
posiciones que intenta reconciliar: "Sin embargo, ¿no va la
existencia de esa discontinuidad ontológica en contra de esa
continuidad física que parece ser la línea de investigación
principal en la evolución, en el campo de la física y la
química?"
Que no cunda el pánico.
Igual de a menudo que en el pasado, el oscurantismo viene al
rescate:
Considerando el método
utilizado en las variadas ramas del conocimiento, es posible
reconciliar dos puntos de vista que parecen irreconciliables.
Las ciencias de la observación describen y miden las múltiples
manifestaciones de la vida con creciente precisión y las
correlacionan con la línea del tiempo. El momento de transición
a lo espiritual no puede ser objeto de este tipo de observación
que, sin embargo, puede descubrir, a nivel experimental, una
serie de signos muy valiosos que indican lo que es específico
del ser humano
En lenguaje corriente,
hubo un momento en la evolución de los homínidos en el que Dios
intervino e inyectó un alma humana en un linaje que previamente
era animal. (¿Cuándo? ¿Hace un millón de años? ¿Hace dos
millones de años? ¿Entre el Homo erectus y el Homo sapiens?
¿Entre el Homo sapiens "arcaico" y el H. sapiens sapiens?) Es
necesaria una inyección súbita, por supuesto, porque de otra
manera no habría distinción en la que basar la moralidad
católica, que es especiesista hasta la médula. Puedes matar
animales adultos como alimento, pero el aborto y la eutanasia
son asesinatos porque está implicada vida humana.
La "red" del
catolicismo no se limita a las consideraciones morales, aunque
sólo sea porque la moral católica tiene implicaciones
científicas. La moral católica requiere la presencia de un gran
abismo entre el Homo sapiens y el resto del reino animal. Tal
abismo es fundamentalmente antievolutivo. La inyección súbita de
un alma inmortal en la línea del tiempo es una intrusión
antievolutiva en el dominio de la ciencia.
Hablando más
generalmente, es completamente irrealista afirmar, como hacen
Gould y muchos otros, que la religión se mantiene fuera del
césped de la ciencia, restringida a la moral y los valores. Un
universo con una presencia sobrenatural sería un universo
fundamental y cualitativamente distinto de uno que no la
tuviera. La diferencia es, ineludiblemente, una diferencia
científica. La religión realiza afirmaciones sobre la
existencia, y esto significa afirmaciones científicas.
Lo mismo es cierto para
muchas de las principales doctrinas de la Iglesia Católica
Romana. La Inmaculada Concepción, la Asunción corporal de la
Virgen María, la Resurrección de Jesús, la supervivencia de
nuestras almas tras la muerte: todo esto son afirmaciones de una
naturaleza claramente científica. O Jesús tuvo un padre corporal
o no lo tuvo. Ésta no es una cuestión de "valores" o "moral"; es
una cuestión sobre un hecho formal. Puede que no tengamos la
evidencia para responderla, pero es una cuestión científica.
Puede estar seguro de que si se descubriese alguna evidencia que
apoyara esa afirmación, el Vaticano no se resistiría a
promocionarla.
O se descompuso el
cuerpo de María cuando murió, o fue extraído físicamente de este
planeta hacia el Cielo. La doctrina católica oficial de la
Asunción, promulgada tan recientemente como en 1950, implica que
el Cielo tiene una ubicación física y existe en el dominio de la
realidad física - ¿Cómo podría el cuerpo físico de una mujer ir
allí de otra manera? No estoy diciendo aquí que la doctrina de
la Asunción de la Virgen sea necesariamente falsa (aunque, por
supuesto, así lo pienso). Simplemente estoy refutando la
afirmación de que está fuera del dominio de la ciencia. Al
contrario, la Asunción de la Virgen es evidentemente una teoría
científica. También lo es la teoría de que nuestras almas
sobreviven a la muerte corporal, y todas las historias de las
visitas angélicas, manifestaciones marianas y milagros de todo
tipo.
Hay algo deshonesto y
auto beneficioso en la táctica de afirmar que todas las
creencias religiosas están fuera del dominio de la ciencia. Por
un lado, las historias milagrosas y la promesa de la vida tras
la muerte se utilizan para impresionar a la gente sencilla,
ganar adeptos y engrosar rebaños. Es precisamente su poder
científico lo que les da a estas historias su atractivo popular.
Pero, al mismo tiempo, se considera golpe bajo someter a las
mismas historias a los rigores habituales de la crítica
científica: son temas religiosos y por tanto están fuera del
dominio de la ciencia. Pero no se puede jugar a dos bandas. O,
al menos, no se debería dejar a los teóricos y proselitistas
religiosos que jueguen a dos bandas. Desafortunadamente,
demasiada gente, incluyendo a gente no religiosa, está
inexplicablemente dispuesta a dejarles.
Supongo que es
gratificante tener al Papa como aliado en la lucha contra el
creacionismo fundamentalista. Es ciertamente gracioso ver cómo
se fastidian los planes de creacionistas católicos como Michael
Behe. A pesar de ello, si me dieran a elegir entre el
fundamentalismo genuino por un lado, y el doble pensamiento
oscurantista y nada ingenuo de la Iglesia Católica Romana por
otro, sé muy bien cuál preferiría.
Copyright © 1998 Richard Dawkins
Richard Dawkins es biólogo
evolutivo, nació en Nairobi, Kenya, en 1941 y se educó en la
Universidad de Oxford. Comenzó su carrera como investigador en
los 60, estudiando bajo la dirección del etólogo Nico Tinbergen,
ganador del premio Nóbel, y desde entonces su trabajo ha girado
en torno a la evolución del comportamiento. Ha obtenido las
cátedras Gifford de la Universidad de Glasgow y Sidwich del
Newham College de Cambridge. Además ha sido profesor de zoología
de las universidades de Oxford y California, ha presentado
programas de la BBC y dirigido varias publicaciones científicas.
En 1995 se convirtió en el primer titular de la recién creada
cátedra Charles Simony de Divulgación Científica en la
Universidad de Oxford. Autor de obras muy leídas como:
- El gen egoísta (1976; segunda
edición, 1989; tercera, 2006)
- El fenotipo extendido (1982)
- El relojero ciego
- El río del Edén (1995)
- Escalando el monte improbable
(1996)
- Destejiendo el arco iris (1998)
— Dawkins, con ironía pero también con rigor científico, se
enfrenta a las pseudociencias mostrando lo que son: fraude,
ilusión, alucinación, error o embuste.
- El capellán del diablo (2003)
- The Ancestor's Tale: A
Pilgrimage to the Dawn of Evolution (2004); El cuento del
antepasado: un viaje a los albores de la evolución (2008)
- The God Delusion (2006); El
espejismo de Dios (2007)
La publicación del próximo libro de
Dawkins está prevista en Estados Unidos para el 24 de noviembre
de 2009, fecha del 150.º aniversario de la publicación de El
origen de las especies de Charles Darwin.
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