El Movimiento hacia un Estado Laico
Antonio Aramayona
UCR 23 de Febrero
de 2009
Algunos afirman que Europa y España
tienen raíces cristianas y que su historia solo es comprensible
desde las diversas confesiones religiosas cristianas. En parte,
tienen razón: desde el emperador Constantino (que oficializó el
cristianismo en el Imperio) y el emperador Teodosio (que lo
declaró, incluso muy violentamente, única religión del Imperio),
el cristianismo ha tenido patente de corso en Europa y en
España, de tal forma que ha creado desde entonces una simbiosis
fuertemente arraigada entre el poder civil y el poder
eclesiástico. La historia de Europa y de España es, en parte, la
historia del mutuo sostenimiento del poder eclesiástico (el
pueblo estaba al margen) y el poder civil (reyes, nobleza y
burguesía dominante, también con el pueblo al margen).
Sobre todo desde la Ilustración, ha
ido creciendo en el mundo un movimiento hacia el laicismo. Cada
vez más se ha ido sintiendo la necesidad de la separación real
de las instituciones públicas de un Estado respecto de cualquier
institución privada (principalmente las iglesias y
organizaciones religiosas). El movimiento laicista no tiene como
objetivo la aniquilación de las creencias o las instituciones
eclesiásticas, sino la autonomía plena e incondicional del
Estado y de todas y cada unas de sus instituciones (locales,
autonómicas y estatales) respecto de las demás instituciones,
pertenecientes al ámbito privado. En consecuencia, el poder del
Estado ha de ser laico y soberano en relación con cualquier
instancia moral, ideológica o cultural que pueda tener la
ciudadanía.
La religión pertenece al derecho a
la libertad de creencias y de culto, dentro del marco general
del derecho a la libertad de conciencia de toda la ciudadanía,
pero la religión ha de quedar circunscrita al ámbito de lo
privado. El derecho a la libertad religiosa conlleva asimismo su
posible exteriorización social, pero siempre como fenómeno
social privado. El derecho a la libertad religiosa forma parte
del conjunto de todos los derechos humanos declarados por la
ONU, y de los derechos civiles o cívicos existentes en cada
Estado. Sin embargo, ninguna religión tiene bajo ningún concepto
derecho a imponer sus creencias y sus normas de conducta en una
determinada sociedad o Estado.
El laicismo, a su vez, es un
principio indisociable de la democracia, que incluso garantiza
el respeto a todas las creencias de la ciudadanía, con tal de
que no colisionen con las leyes fundamentales de un país, pues
tales creencias son derechos de carácter privado, y nunca pueden
ni deben convertirse en principios obligatorios para toda la
ciudadanía.
Un Estado laico es aconfesional, es
decir, no tiene ninguna confesión como tal: como la partícula
privativa o afijo “a” del término “aconfesional” indica, es un
Estado que reconoce el derecho privado de todas las confesiones,
pero no se adscribe como tal a ninguna de ellas, ni, mucho
menos, se identifica con alguna de ellas. En un Estado laico
todos son iguales ante la Constitución (única y suprema ley de
todos los ciudadanos) y las leyes que democráticamente surgen y
se instituyen en los órganos representativos de un país. Ninguna
ley o norma privada, por muy importante que algunos la supongan,
puede o debe aspirar a regir la vida de los ciudadanos.
En este marco de ideas y de
objetivos, surgió hace algo más de un año la asociación
aragonesa MHUEL, Movimiento hacia un Estado Laico. Junto con
otras asociaciones laicas existentes a lo largo y ancho del
territorio español, queremos la consecución de que en nuestro
país haya verdadera y realmente un Estado laico, la
consolidación paulatina de una sociedad institucionalmente
laica, la eliminación de la financiación con dinero público de
cualquier confesión religiosa (especialmente, ateniéndonos a la
realidad, de la Iglesia Católica).
Consideramos en MHUEL un elemento
clave de estos objetivos la derogación del Concordato de 1953 y
de los Acuerdos de 1979 establecidos entre el Estado español y
el Estado Vaticano, muchas de cuyas cláusulas estimamos
inconstitucionales. Asimismo, nos merece especial atención la
existencia de una escuela pública y laica, junto con una ley de
la eutanasia que permita decidir libremente una muerte sosegada
y digna, y una revisión y ampliación de la actual ley del aborto
por la que la mujer pueda decidir libre y responsablemente sin
trabas y sin trampas legales.
Dentro ya de nuestra tierra
aragonesa, MHUEL está llevando a cabo una campaña para poder
apostatar de la Iglesia Católica, que hemos conseguido
finalmente que se logre con bastante fluidez: tras unos primeros
actos colectivos de apostasía en que parecían estar algo más que
alarmados en el Arzobispado de Zaragoza, actualmente, y quizá
para evitarse el Arzobispado más conflictos y problemas, podemos
obtener el documento final de apostasía con bastante rapidez y
muy pocos trámites burocráticos. El número de apóstatas
aragoneses va en aumento. Otro objetivo por el que estamos
luchando es la devolución al pueblo del patrimonio artístico y
cultural hasta ahora en manos de la Iglesia.
Uno de los focos principales de
acción por parte de MHUEL es la política netamente
confesional-católica del Ayuntamiento de Zaragoza, gobernado por
PSOE y PAR, y cuyo alcalde es el socialista Juan Alberto
Belloch. A través de mesas de recogidas de firmas,
manifestaciones, concentraciones, cartas, artículos,
intervenciones en los Plenos municipales, etc., hemos denunciado
una y otra vez el actual Reglamento de Protocolo Municipal por
el que es obligatoria la asistencia de toda la Corporación
Municipal a una serie de procesiones y misas católicas (Viernes
Santo, Rosario de Cristal, Corpus….). Hemos reclamado igualmente
y con los mismos procedimientos la retirada del crucifijo que en
cada Pleno municipal lleva el Alcalde desde su despacho al Salón
de Plenos.
Hemos iniciado e impulsado también
una campaña contra la decisión de Belloch y su Gobierno
municipal de dedicar una calle zaragozana a “san Josemaría
Escrivá de Balaguer”, como cambio por una calle céntrica ya
existente (general Sueiro, un militar golpista y franquista
hasta la médula), y como aplicación de la ley de Memoria
Histórica. A la vista del clamor popular, la calle del general
Sueiro será finalmente sustituida por el historiador José Mª
Lacarra (en un plazo de dos años, durante los que permanecerán
ambos nombres). Belloch, dado su compromiso personal con
círculos muy cercanos al Opus Dei, ha decretado dedicar a
Escrivá de Balaguer una calle de nueva creación. A pesar de
todas estas maniobras de distracción, MHUEL seguirá luchando por
la aconfesionalidad del Estado, de Aragón y de Zaragoza.
Salud,
República y Laicismo.
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Antonio Aramayona es Profesor de
Filosofía y Coordinador de MHUEL, Movimiento hacia un Estado
laico
aaramayona@telefonica.net
Quien
quiera más información sobre MHUEL puede visitar
http://www.mhuel.org/
o
huelaicismo@gmail.com.
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