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Palma. Los que añoran el nacionalcatolicismo
 
 
José Jaume

Diario de Mallorca 24 de Abril de 2009

Que algunos añoran los tiempos en los que el "caudillo de España por la gracia de Dios" -el general golpista Francisco Franco- entraba bajo palio en las iglesias reverenciado por los obispos, es evidente: se manifiestan sus pulsiones cada vez que se les da ocasión de exhibir la polilla que les carcome. Ahora ha sido en la procesión del Encuentro, en Santa Eulalia, con la que se cierra la Semana Santa, donde han ofrecido una demostración de su talante.

La procesión culminaba a los acordes del himno nacional, absurda mezcla de una simbología política, que se supone tiene que servir a todos los españoles, como es el caso del himno, con otra de estricto carácter religioso, si se quiere en su vertiente folclórica, que es la que de verdad pone. El párroco de Santa Eulalia optó por hacer lo lógico, suprimiendo la interpretación del himno. Resultado: los protagonistas de la procesión y parte de quienes se encontraban a la espera en la parroquia, presuntamente pertenecientes a la llamada nobleza mallorquina, no pudieron reprimir su ira, llegando algunos a desistir de su asistencia a la misa.


Al absurdo de que en una procesión religiosa se tenga que interpretar el himno nacional, se une otro de no menor consistencia: ¿Por qué este acto religioso tiene que ser usufructuado casi en exclusiva por una concretísima clase social? ¿Es que en el perímetro ciudadano que abarca la parroquia de Santa Eulalia sólo hay católicos pertenecientes a la presunta nobleza mallorquina? Mal asunto para la Iglesia católica si uno de sus actos es monopolizado por alguien, sea el que sea; con ello, es la misma Iglesia la que regresa a los tiempos en los que en los primeros bancos de los templos se situaban los poderosos, siendo el pueblo relegado a la invisibilidad.


El catolicismo de quienes, por no interpretarse el himno nacional, abandonaron Santa Eulalia, es el de "cerrado y sacristía" de Machado, el de quienes se sentían muy cómodos con la entrada del general bajo palio; es un catolicismo que tiene a los jefes de la Iglesia española entre sus principales valedores, con el cardenal Antonio María Rouco al frente; un cardenal, reencarnación de sus colegas que santificaron la "Cruzada", que es quien más añora los años del nacional catolicismo franquista.

Dice Jordi Gracia, catedrático de Literatura de la UB, que "la Iglesia es un discapacitado democrático profundo", por su imposibilidad de condenar lo que significó la dictadura de Franco. Seguramente hay que ir más allá y extender su discapacidad a su propia estructura; pero volviendo a Santa Eulalia: por una vez que el pastor hace lo correcto, no dejando que se mezcle política y religión, son las ovejas las que se niegan a aceptar lo obvio, contando para ello con la desbordada colaboración de la calamidad pública que padeció Palma entre 2003 y 2007. Catalina Cirer quería el himno. El nacionalcatolicismo no ha muerto: para no pocos, sigue siendo imprescindible rescatarlo del destierro. Así le va a la Iglesia católica; al menos, en España.

 
 

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