La
religión propone juegos divertidísimos, hay que
reconocerlo. Por ejemplo, cada año la Iglesia
oficial se propone fecundar (de fe, no sean mal
pensados) las procesiones con el aura religiosa
que presuntamente tienen. Como son conscientes
de que son presuntas, cada año en cada homilía
la religión reclama su jerarquía frente a la
holganza (las vacaciones), el negocio (el
turismo) y el jolgorio (las tradiciones). Nunca
gana, pero cada año lo intenta, con mayor o
menor fortuna. Como la religión anda últimamente
(desde el Concilio Vaticano II, anteayer) metida
en la ultraortodoxia, pues la última ocurrencia
ha sido el lazo blanco contra el aborto. ¿Se
imaginan el Cristo de los Gitanos de Sevilla o
la Dolorosa de Medina de Rioseco con un lazo
blanco en la bola del brazo, también llamada
molla? Supongo que se la imaginan igual que una
Virgen de la Piedad con piercing o un
Judas con un calimocho en la Última Cena... Pues
en ésas estamos.
Pero
hay más. Están el Papa y el obispo de Orleans,
por ejemplo, alentando científicamente
contra el condón no por ateo y masón, sino por
inseguro. El argumento es enternecedor: es mejor
no usar el condón, porque el condón no es del
todo seguro. Como los espermatozoides pueden
colarse por los agujerillos del latex (cosa
absolutamente repudiada por los científicos,
pero ya se sabe que el Papa es infalible) lo
mejor es no usarlo y dejar que esos sapitos
circulen libremente y a su antojo. Nunca he
entendido esa batalla contra el condón por una
razón fundamental. La Iglesia opina que el sexo
tiene una sola función, la reproducción. Lo otro
es puro vicio (los laicos, curiosamente, lo
llaman milagro). Ello conlleva a pensar que se
puede saber cuántas veces ha copulado un/a
católico/a practicante: tantas como número de
hijos tiene, si ha andado certero en el disparo.
Si no, multiplíquenle por dos o tres y esa será
su vida sexual, su contacto con el límite de lo
prohibido. Lo siento, pero no me lo creo. A
quienes critican el uso del preservativo me
permito proponerles dos reflexiones: ¿prefieren
el SIDA a lo que ellos, y sólo ellos, llaman
pecado? y ¿prefieren el método Ogino o la
llamada marcha atrás antes que el disfrute del
uno con el otro?
¿Por
qué se me ocurrirán estas cosas en Semana Santa?
¿Seré un asqueroso teólogo de la liberación y no
me he dado cuenta? ¿Será que me importa más la
vida de los demás que los principios
fundamentales de la quietud? Qué lejos ha
quedado la Iglesia oficial de la vida real,
metida en sus confesionarios, en sus raídas
sotanas, en sus viejas proclamas, en las
bondades de la muerte y las maldades de la vida.
No desesperen. Pueden cambiar. Total, la Iglesia
católica sólo tardó cuatro siglos en enterarse
de que la Tierra es redonda. El pobre Galileo
Galilei lo leyó en el Infierno.