Javier
Pérez Albéniz
SOITU.ES
Estos días se ha recordado en Young, una
ciudad uruguaya de 15.000 habitantes, el
tercer aniversario de la tragedia del
programa de televisión 'Desafío al
corazón', del canal 10. Se trataba
de un concurso que consistía en comprobar si
sesenta vecinos de esa localidad eran
capaces de empujar un tren de 56 toneladas.
Si lo conseguían, la cadena televisiva les
daría los 30.000 dólares que necesitaban
para instalar calefacción en el hospital
municipal. A las 14:20 del 17 de marzo de
2006 el locutor gritó "¡vamos, vamos!",
alguien quitó el freno del ferrocarril y la
máquina se puso en movimiento. Tan
rápidamente que arrolló a muchos de los
participantes. Murieron ocho
personas, y otras nueve quedaron heridas.
"Fue un exceso de amor",
dijo Fernando Pigurina,
el cura de Young,
durante el entierro de
las víctimas: "La gente
quiso dar tanto, que lo
dio todo".
Veo la macabra noticia y
recuerdo que la
Iglesia española libra
estos días una dura
batalla en favor de la
vida, "ante el
grave avance de la
cultura de la muerte".
Los obispos dicen que
actualmente "prospera en
España una mentalidad
que favorece la
anticoncepción, el
aborto y la eutanasia".
Resulta que la Iglesia
quiere ahora acabar con
"la cultura de la
muerte". Vaya por Dios.
La Iglesia de los lutos,
las sotanas y el olor
húmedo a sacristía y
sepulcro. La de la quema
de herejes y la
flagelación. La
del sufrimiento como
camino hacia el Señor,
la del purgatorio y el
infierno, la del pecado
original. La de
los cuerpos incorruptos
y los pederastas
ocultos. La que apoyó a
Franco, a Hitler y a
Mussolini, la que ignora
la memoria histórica y
niega el Holocausto y la
eficacia de los
preservativos. Ésa
misma. |
La
Iglesia quiere acabar
con "la cultura de la
muerte". |
Las
campañas de la Iglesia española son tan
agresivas por, imagino, un exceso de amor.
Como aquel del que hablaba el padre Pigurina.
Amores peligrosos como trenes desbocados.