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 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   

 

 

Creencias y Obediencias

Emilio del Barco

UCR 26 e Enero de 2009

Bendito sea quien no encuentra la fe, porque eso significa que  sigue buscando su verdad, no la de otros. Intentar perfeccionarse y perfeccionar su entorno, es comienzo del progreso. Quien encuentra  rápido su meta, ha acabado pronto. Está al final del camino. Ya no siente la necesidad de seguir; más allá.

Si la obediencia es considerada como  virtud, ciertamente lo es menor. Con mayor razón lo es la creatividad, más que virtud, talento. Quien crea algo nuevo, es porque se ha saltado las reglas de lo imperante. Con disciplina, se avanza en una sola dirección, la que marquen los jefes. Con creatividad se avanza en lo nuevo, sin caminos trazados, en lo desconocido, en lo imprevisto; o en lo tenido por inalcanzable. Ante el talento, debe inclinarse la obediencia. Los creadores, siempre son disidentes. La disciplina es importante, pero no debe ser prioritaria, en cualquier circunstancia. Ni debe confundirse disciplina con obediencia.

Dependiendo de las prioridades, lo ideal sería conjugar los términos, según convenga en cada momento. Conservando la libertad decisiva. Las prioridades debería imponérselas, a sí mismo, el propio creador. Que sabe a dónde va, sin esperar a que un jefe  lo ordene.

Es curioso observar cómo, todas las tropas del mundo, basan  su acción y éxito en la aceptación de órdenes, que implican la desaparición del individuo; para actuar como una partícula  de  la masa. También resulta sorprendente, cuanto menos, saber que en los ejércitos de todo el mundo hay mayor proporción de  fieles creyentes de su respectivas creencias, que en la correspondiente población civil.  Creyente, luchador y obediente es la principal suma de virtudes que han de reunir quienes se apunten a una causa, para imponer sus creencias  a quienes no sean fieles a las mismas. Los ejércitos, cuya principal misión es derrotar al enemigo,  o sea, a quienes sus jefes hayan considerado clasificar como enemigos, funcionan como cuerpo ejecutor; no como cabeza rectora. Son una fuerza subordinada.

La disciplina encierra más destrucción en sí, que fuerza constructora. Sobre todo, la disciplina impuesta, la obediencia ciega, que anula personalidades, hasta convertir a todos los fieles en sujetos  descerebrados. La represión de los instintos, es el arma más eficaz,  para convertir lo fácil en difícil. Todo se transforma en algo innecesariamente complicado. 

Los estamentos dogmáticos, a través de la administración de las creencias inculcadas, que imparten, van posesionándose de la voluntad de las personas, que hayan depositado su confianza en ellos.  Durante la Edad Media, y aún en la actualidad, no era Dios quien encendía las hogueras, sino sus autoproclamados embajadores: los prebostes dogmáticos, de cualquier creencia, que convierten la religión, las religiones, en centros de poder y  auténticos reinos del horror.  Las organizaciones de creencias, al imponer su disciplina, calcan formas intrínsecamente exactas a las de las organizaciones de países dictatoriales. De ahí su continuada buena sintonía con los gobiernos fuertes de pretendidos dictadores militarizados.

Nada es estable, nada es eterno, más que la propia eternidad. La misma eternidad, requiere cambios constantes, para conservarse. Todo lo vivo evoluciona. Sólo la nada permanece inalterable en el tiempo.

 

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Emilio del Barco. delbarco23@hotmail.com 

 

 

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