Los agentes
del Vaticano y el aborto
Antonio
García Ninet
UCR
18 de Marzo
de 2009
1. Los agentes del Vaticano, la embajada
sueca y el aborto.
En estos momentos el Estado español a través de sus
representantes ha comenzado a revisar la ley sobre la
interrupción voluntaria del embarazo y de nuevo la jerarquía
católica aprovecha la ocasión para tratar de desgastar al
gobierno socialista acusándolo de criminal por defender la vida
de animales salvajes más que la vida humana. En esta crítica
mendaz el señor Martínez Camino, agente del Vaticano, aparece
por televisión mostrando un cartel en el que presenta la foto de
un lince y de un niño de varios meses, criticando que se
defienda más la vida de los animales salvajes que la vida de los
niños, y, en consecuencia, dando a entender que un niño de
varios meses y un embrión de unas cuantas células humanas son lo
mismo y como si la interrupción del embarazo consistiera en
matar niños de escasos meses o incluso de un año.
Y
de nuevo el Estado español de manera incomprensible vuelve a
soportar de manera asombrosamente pasiva que los agentes de una
potencia extranjera se inmiscuyan en nuestros asuntos internos
de una forma absolutamente irrespetuosa y despectiva en lugar de
preocuparse de sus propios asuntos, evolucionando en sus propias
instituciones feudales hacia un estado mínimamente democrático,
respetuoso con los derechos humanos y especialmente con los
referentes a la igualdad entre la mujer y el varón.
¿Por qué se consienten tales intromisiones? Si la embajada sueca
o cualquier otra se pusieran a ladrar de una forma lejanamente
parecida a como lo hace el señor Camino, ya se habría llamado a
consultas al embajador correspondiente para pedirle
explicaciones, para exigirle el respeto a nuestras instituciones
y nuestras leyes democráticas y para entregarle de manera
oficial el correspondiente aviso de que intromisiones de esta
clase podrían dar lugar a la ruptura de las relaciones
diplomáticas entre ambos países soberanos, Suecia y España.
¿Por qué no sucede esto cuando se da una situación similar en
relación con el Estado del Vaticano? La tradición de nuestro
pasado ligado a la iglesia católica parece que tiene todavía
demasiada fuerza de inercia, hasta el punto de que los agentes
de este estado todavía no se han enterado que aquí no son ellos
quienes tienen el derecho a establecer nuestras leyes sino que
son nuestras instituciones democráticas las que tienen el
encargo popular de proyectarlas, estudiarlas, votarlas en el
parlamento democrático, aprobarlas, promulgarlas o rechazarlas.
Y por lo que se refiere a la actitud de nuestros propios
gobernantes, parece que todavía no se atreven a plantar cara muy
seriamente, tal como es su deber, a ese estado que a través de
sus agentes se inmiscuye en nuestra política de un modo
absolutamente irrespetuoso con nosotros, como si España fuera
una colonia particular suya.
Los agentes del Vaticano podrían alegar que también son
ciudadanos españoles, pero claro está, eso es una falsedad en
cuanto una cosa es tener una nacionalidad sobre el papel y otra
muy distinta tener un comportamiento digno y coherente con tal
nacionalidad. Tales agentes vaticanos actúan siempre a partir de
las consignas de la autoridad central de su estado, así que es
inadmisible que se les permita actuar como si fueran españoles.
Cuentan con esa “doble nacionalidad” a partir del hecho
accidental de que haber nacido en España. Pero en tales casos a
esta gente debería exigírseles que optasen por una de las dos
nacionalidades y que actuasen en consecuencia. Pero que tales
señores se declaren españoles cuando de manera tan clara y
evidente actúan en todo momento siguiendo las consignas y la
política del estado del Vaticano debería ser motivo más que
suficiente para privarles de la nacionalidad española y para
enviarlos a su auténtico país, donde podrían vivir a su gusto y
sin entrometerse con las leyes democráticas del país. Realmente
creo que esta situación es lo suficientemente grave para ser
objeto de un análisis serio por parte de nuestros políticos.
2. ¿Por qué el Estado del Vaticano se inmiscuye en la
política interna de nuestro país?
¿Es posible que haya personas que de buena fe que piensen que el
Vaticano busca el bien de la humanidad? Desde luego sus hechos
demuestran todo lo contrario. Se trata de un Estado cuya
política de engrandecimiento económico se apoya precisamente y
de modo esencial en la intromisión en la política interna de los
países en donde se permite la actuación de sus agentes (los
llamados “obispos”, “arzobispos” y “cardenales” de manera
especial, cargos feudales de designación directa por parte del
jefe supremo de su organización, el denominado “Papa”, elegido a
su vez por esos otros agentes, sin que el resto de sus
ciudadanos intervengan para nada en el nombramiento de tales
cargos, lo cual no es precisamente un ejemplo de democracia).
El Estado del Vaticano no se dedica a la creación de riqueza de
ningún otro tipo que no sea la derivada del expolio constante de
la riqueza de los países en donde actúa a través de sus agentes:
Expolios en edificios, en obras de arte, en inmensas cantidades
de dinero obtenidas mediante el chantaje realizado a los
diversos gobiernos de los que obtienen “ayudas”, “limosnas”,
“donativos” para el constante engrandecimiento de su poder
económico y político, como si tuvieran algún derecho a exigir a
tales estados –como en especial el de España- la contribución al
expansión económica de su propio estado feudal, cuya renta per
cápita, por cierto, es con enorme diferencia la más alta del
mundo. Precisamente en estos momentos y de manera vergonzosa
acaban de obtener gratuitamente del gobierno de Madrid y no hace
mucho del de Valencia nuevas “limosnas” en forma de regalo de
terrenos de enorme valor económico y de enorme importancia para
la calidad de vida, tanto de madrileños como de valencianos y
como del resto de los españoles. Resulta inaudito que el Estado
español y los correspondientes gobiernos autonómicos se humillen
ante las exigencias de estos agentes extranjeros en lugar de
enviarlos al Vaticano a la mayor brevedad posible, con billete
de ida pero sin retorno posible.
3. La hipocresía del Vaticano.
Lo más curioso de este caso es la contradicción entre las
doctrinas del Vaticano y sus aparentes comunicados
“escandalizados”: Dicen últimamente que han suprimido el Limbo y
que todos los niños, cuando mueren, van directos al Cielo a
gozar de una vida eterna de felicidad. Realmente muy bonito.
Pero, si eso es así, si realmente creen que los niños van a ir a
gozar eternamente, para siempre, durante millones y millones de
siglos que nunca se acabarán, ¿por qué se preocupan tanto de
esta vida terrena, por qué se preocupan tanto por conseguir que
tales supuestos niños “gocen” (?) de este valle de lágrimas? Si
lo que les preocupase fuera el bien de esos supuestos niños, en
tal caso deberían estar contentos de su paso directo a esa vida
incomparablemente mejor, alejada por completo de todos los
sufrimientos, de las penalidades y de los peligros morales a los
que se enfrentarían en ésta, poniendo en grave peligro su eterna
salvación.
¿O es que estos siniestros agentes no creen en sus propias
doctrinas? Pues sí, realmente parece que ni ellos mismos se
creen lo que predican, pues en caso contrario la aparición del
señor Martínez Camino con ese cartel en el que parece que se
envía a un niño inocente a una muerte definitiva no tendría
ningún sentido y sería más bien una muestra de su absoluta
incredulidad en lo que predica, como si hubiera olvidado que,
según sus doctrinas, tales niños –en el caso absurdo de que
considerasen que los embriones lo son- ¡van directos al Cielo!
¿Qué les quedaría a la hora de plantear sus acusaciones contra
los gobiernos para seguir chantajeándolos? Sólo la doctrina de
que nadie más que Dios es dueño de la vida? Bien, ¿y qué? Sería
un problema para la conciencia particular de cada uno. Y, desde
luego, teniendo en cuenta tales premisas doctrinales de la
jerarquía católica, la mujer embarazada que decidiera abortar,
podría sentirse realmente feliz y satisfecha de su conducta por
haber realizado esa obra tan generosa de enviar a su hijo a la
gloria eterna en lugar de haberlo obligado a permanecer junto a
ella a compartir las miserias de ésta. ¿Podría Dios castigarla
por esa decisión? Sería una decisión absurda, por mucho que se
diga que “los designios de la Providencia son inescrutables”,
pues la muerte no sería en estos casos la interrupción de una
vida sino el comienzo de la vida más auténtica, feliz y perfecta
posible, gozando de la presencia de Dios, que tanto nos quiere
–o eso dicen-. Pero desde luego resulta imposible creer que
enviar a alguien a gozar de la vida eterna debiera ser
considerado como una inmoralidad, como un “pecado mortal”, como
un “asesinato” en lugar de verlo como un sublime acto de amor a
través del cual la madre renuncia a compartir la vida junto a su
hijo y lo entrega al propio Dios, nuestro padre verdadero, para
que él le regale esa felicidad tan sublime que en este mundo
miserable le sería imposible gozar. Estos agentes del Vaticano
parecen actuar como ateos empedernidos que no creen para nada en
esa vida eterna de la que tanto hablan. Por ello, si tendría
alguna lógica la crítica a la interrupción del embarazo por
parte de quienes sólo creen en esta vida terrenal, desde luego
es una incoherencia la actitud de lo agentes del Vaticano en
cuanto consideren que la vida verdadera no es ésta sino la que
comienza después de éste tránsito miserable de la vida terrenal.
Y desgraciadamente sucede que eso es así: Una cosa es lo que
predican y otra muy distinta es lo que practican. Si no, ¿por
qué creéis que se preocupan tanto por amasar tantas riquezas
materiales en lugar de regalar sus bienes a los pobres y
prepararse para esa vida verdadera de la que tanto hablan a los
moribundos para conseguir sus herencias a cambio de una parcela
Cielo?
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Antonio García Ninet es
Doctor en Filosofía.
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