El papado, ¿imán de genocidas?
Imagínate que unos tipos hacen cosas muuuy feas (bárbaros crímenes continuados, de hecho) en presencia de mucha gente, y que llega otro y los reprende públicamente por ello con cierta dureza. Es probable que a ti te parezca bien la reprensión (aunque a la vez te llame la atención que ciertos amigos y seguidores del reprensor, sin dejar de alabar a éste, justifiquen e incluso alaben las acciones de aquéllos).
Ahora figúrate que el tiempo pasa y los crímenes de esos tipos siguen vigentes mientras ellos quedan impunes. Y éstos, de repente, se convierten en seguidores del tipo que los reprendiera, quien los recibe con los brazos abiertos sin exigirles arrepentimiento público alguno por sus notorias maldades.
Sabido es que el papa Wojtyla se granjeó mucho prestigio por emitir algunas –pocas– duras condenas de la guerra contra Irak en los tiempos en que ésta aún no había comenzado (ejemplo). A raíz de ello, muchos convirtieron a Juan Pablo II en el gran adalid contra el belicismo imperialista, por más que no todos los datos disponibles apuntasen en la misma dirección (ver Juan Pablo II, ¿“el papa de la paz”?).
No menos sabido es que fueron particularmente tres personajes los responsables de esa guerra sucia, mentirosa, ilegal, cruel y devastadora que todavía sigue en marcha: los tres Azores. Dos de ellos, los co-genocidas Tony Blair y José María Aznar, perdieron su liderazgo gubernamental en sus respectivos países por su papel como obstinados promotores de dicha contienda bélica (al menos, este motivo pesó en buena medida en ambos casos).
El segundo, que perdió las elecciones en 2004, es un católico romano de toda la vida. Pero el primero de los citados, aunque llevaba tiempo flirteando con esa religión, sólo se adhirió oficialmente a ella tras dimitir de su cargo de primer ministro del Reino Unido (ver 1 y 2). Como signo de los tiempos, el hecho apenas escandalizó a nadie pese a que Blair, además de como guerrerista, se distinguió durante su mandato por su defensa del aborto (supuesta bestia negra de la Iglesia Católica Romana). Una actitud que en su día costó al católico pro abortista John Kerry el rechazo del Vaticano (ver también) en beneficio del oficialmente metodista Bush para la carrera presidencial de 2004. Pero que en diciembre de 2007 ya no supuso el menor problema para que el Vaticano y la ICR (ya liderados por Benito 16, el sucesor de Wojtyla), acogieran con “respeto” y gran “contento” al ex primer ministro británico (ver).
Faltaba el Genocida en Jefe. Sobradas vienen siendo desde hace tiempo las evidencias de su entreguismo al papado (ver también 1 y 2). Pero desde hace escasos días crecen los rumores según los cuales el mayor terrorista planetario podría seguir los pasos de su colega de travesuras Tony Blair (véase igualmente). Sería también, quizá, una vez que abandonase la presidencia, cosa que se espera ocurra en unos meses. La expectativa ya está despertando el entusiasmo de sus acérrimos seguidores los liberticidas españoles.
Caso de
confirmarse la noticia, no parece previsible que
Benito 16 vaya a exigir mayor arrepentimiento en su
amigo Bush (quien
acaba de visitarle
con un alarde de honores mutuos) que el que
reclamase hace unos meses al co-genocida Blair.
Quizá, a lo sumo, y dada la pésima fama del
potencial “converso”, se produzca algún gesto
ambiguo de ésos a los que la diplomacia vaticana nos
tiene acostumbrados. Sin embargo, en lo básico el
hecho será un síntoma más de la entente entre el
Imperio y el papado,
unidos ambos
en el presente proyecto imperialbelicista y
totalitario (ver
además).
Es así como la “autoridad moral” vaticana contribuye
a lavar la cara de dos criminales
impunes que, además de su guerrerismo salvaje, han
venido ejecutando reiteradas violaciones al estado
de derecho en sus respectivos países (sólo algunos
ejemplos:
1,
2
y
3).
Y, ¿consideras que habría que hacer algo al respecto?