Pero en algo sí se han
puesto de acuerdo: “Galicia es bellísima; Castilla, un poco
aburrida con esas llanuras tan interminables”, comenta. “Y
España, más laica que Italia, con diferencia. En nuestro país
todavía no es posible criticar abiertamente a la Iglesia”,
asegura Odifreddi. Quizá por eso, para frenar la larga mano del
Vaticano sobre la libertad de expresión, se ha lanzado este
ensayista a la yugular de la Iglesia. Lo ha hecho con un libro
que resultó un impacto en su país y un éxito de ventas que dejó
patente algo serio: “La fractura entre religión y laicismo que
existe en mi país, con clara desventaja para los no creyentes”.
El título es tan
directo que no deja lugar a dudas: Por qué no podemos ser
cristianos y menos aún católicos (RBA). Ni que decir tiene que
el texto de quien es hoy por hoy el látigo del laicismo en
Italia ha supuesto una pesadilla entre las jerarquías. No por
existir, sino porque el destino y los calendarios editoriales le
lanzaron a las librerías a competir al tiempo con otro libro
opuesto: Jesús de Nazaret, del papa Joseph Ratzinger.
“Durante semanas
estuvimos alternándonos en el primero y el segundo lugar en las
listas de los más vendidos”, comenta jocoso Odifreddi.
Seguramente la curia habría preferido otro competidor. Pero al
diablo no se le pone nada por delante. Sigue jugando fuerte y
haciendo de las suyas. Ni con rosarios pudieron evitar que
Odifreddi vendiera 200.000 ejemplares.
De manera que llega
del Camino de Santiago… ¿Ni así ha encontrado la luz? Ha
sido una experiencia interesante. Creo que es la primera vez que
un ateo retransmite en Italia el Camino por la radio. El modelo
fue la película de Buñuel La Vía Láctea, con aquellos dos
personajes que combatían a golpe de dogmas y herejías.
Bueno, igual que
siempre, ¿no? Aunque la herejía como concepto ha sido superada
por una etiqueta mucho más digna que llamamos laicismo. En
España tienen más suerte que en Italia en ese ámbito.
¿Usted cree? En
España no existe un cardenal Martini, por ejemplo. Alguien que
defienda tan abiertamente desde la jerarquía el sacerdocio para
las mujeres o las bodas entre curas. Hombre, en España la
derecha es católica, pero la izquierda es claramente laica. En
Italia yo he militado en el Partido Democrático, de Walter
Veltroni, y me salí porque no defendían el laicismo. Me lo pidió
él. Yo pensé que era conveniente porque ya que dentro conviven
varias corrientes, algunos podíamos alentar un aire de izquierda
más radical y laico para frenar lo que nosotros llamamos facción
teocon. Pero al final Veltroni no ha sido claro. Ha decidido no
meterse en asuntos que tuvieran que ver con la Iglesia. Por más
que le han preguntado, nada. Y yo me he ido del partido al ver
que no se comprometía claramente.
¿Por qué la
izquierda italiana no se decide a romper con la Iglesia? Las
anteriores elecciones las ganó la izquierda por 20.000 votos.
Con esa ventaja tan pequeña, nadie quiere ponerse en contra a
una organización que controla a 30 millones de ciudadanos. Yo
milité para intentarlo, pero es difícil en un partido que lidera
alguien como Veltroni, un personaje a quien se le conoce como el
señor pero también… Falta valentía. Esta oportunidad la hemos
perdido.
Desde la izquierda,
después de las primeras acciones de Berlusconi, ¿cómo se va
digiriendo el resultado electoral? Por culpa de cosas como
éstas se ha perdido. El partido de Veltroni no tiene identidad,
es una refundación de viejas estructuras. Caben gente del
antiguo Partido Comunista y de la Democracia Cristiana,
empresarios y trabajadores… hay 120 diputados que se declaran
abiertamente católicos. ¡Hasta la antigua Democracia Cristiana
era mejor que esto! En cuanto a este Gobierno, es pura derecha.
Muchos lo califican
de neofascista. Quítele el neo. Fini lo es. La Liga es
racista y Berlusconi va a lo suyo. En la primera semana de
mandato ya discutíamos de la televisión… Pero, en fin, este
Gobierno sabemos lo que es. Sin embargo, con el partido de
Veltroni no hay definiciones claras.
¿Le resulta ‘light’,
descafeinado? Tiene miedo a ciertas cosas. A la Iglesia,
para empezar. En España no ocurre esto. Yo leo artículos en la
prensa de este país que en Italia serían impensables. Cuesta
publicar ciertos asuntos.
¿Por eso ha decidido
dejar sus posiciones claras en un libro? Con la óptica de un
matemático, además. He escrito mucha divulgación científica.
Con asuntos que relacionan ciencia y religión, como hice en El
Evangelio según la ciencia, por ejemplo, o en Las mentiras de
Ulises. Me he empeñado en hacer ver las matemáticas como una
parte de la cultura, integrar ambos mundos.
Pero ¿cómo formula
un matemático algo que carece de toda lógica? Este libro
tiene dos inspiraciones claras. La obra de Bertrand Russell ¿Por
qué no soy cristiano? y aquel de Benedetto Croce Por qué no
podemos considerarnos cristianos. La idea nació porque cada año
editamos un libro de Russell y tocaba hacer aquél. Lo releí y me
pareció que había envejecido mal con el tiempo. Se lo dije al
editor y él me propuso hacer una interpretación propia. Así que
me metí un semestre en Nueva York al Instituto de Estudios
Italianos en la Universidad de Columbia. Estudié a fondo la
Biblia y el catecismo. Mis amigos me encontraban siempre con
ambos libros a cuestas y me preguntaban: “¿Qué te ocurre?”.
Normal… Le verían
como un converso o temían alguna andanada suya. ¡Quién sabe!
El caso era hacer una lectura a fondo, una crítica de la
religión no desde perspectivas políticas de injerencia en la
vida pública y todo eso, sino de observarlo desde una concepción
teológica, desde dentro, y descubrir sus anacronismos. Su
concepción violenta, cruel, sanguinaria de la vida, sobre todo
en el Antiguo Testamento. Por eso se han molestado también los
judíos, que me han acusado de antisemita.
Es que reparte para
todos. Normal. Los cristianos han heredado el Antiguo
Testamento y uno no sabe por qué lo han hecho.
Lo acometieron
además de manera acrítica. Completamente. Hubo algunos que
quisieron eliminarlo. Creían que el Dios bueno del Nuevo
Testamento no requería la ira del anterior. No se aceptó, allá
ellos.
¿Le han amenazado?
Algunos me han escrito diciéndome que diera gracias porque
los cristianos no fueran como los islamistas, que si no ya lo
habría pagado. He pensado en hacer algo que se titulara Por qué
no podemos ser islámicos, pero es que en Italia son cuatro y no
sería útil. Además decretarían una fatwa, y es lo que me
faltaba.
Todavía hay cosas
que no nos dejan tocar. Y tanto, en Italia existen
directores de periódicos que reconocen que los dogmas de fe son
un cuento, pero que no pueden escribirlo porque el mero hecho de
ponerlo en duda ya crea un conflicto.
Como por ejemplo…
Lo peor es poner en duda la propia existencia de Jesucristo.
No hay constancias históricas serias. Son relatos construidos a
posteriori. Decir esto ya es algo escandaloso.
Igual que poner en
duda la virginidad de María, que lo que uno no sabe muy bien es
por qué se sostiene lo contrario. ¡Aquella invención!
¡Increíble! Es un dogma con una historia muy interesante, de
todas formas. Para eso se readaptó un pasaje del Antiguo
Testamento que viene a decir: “Por aquí ha pasado Dios
(refiriéndose al útero de la Virgen) y no lo hará nadie más”.
Son las mismas palabras que utilizan para señalar una puerta de
Jerusalén por la que pasó el Arca de la Alianza. Cogen un
pasaje, se cambia de sitio y a nadie le importa.
A usted, después de
haber escrito que Cristo puede ser hijo ilegítimo de un
centurión romano, ¿no le han quemado? Pantera se llamaba el
hombre. Pero todo eso ya se comentaba en la época más próxima.
En fin, yo no creo que haya mucha gente que se lo trague a estas
alturas. Creo que es una pose social sostener estas cosas, pero
que en realidad no lo piensan. Es una convención. Ni eso, ni la
trinidad, ni la transustanciación… Ni la resurrección se puede
explicar científicamente. No es un milagro. Las bacterias del
tétanos, por ejemplo, pueden producir una muerte aparente. Pudo
haberlo cogido clavado en la cruz.
Existen
explicaciones racionales para todo aquello que pasa en el
Evangelio, pero no las hay para todo lo que dicen en él.
Cierto, cierto. El Evangelio tiene tres inspiraciones. Una, la
del profeta, la del Jesús de la montaña, el de los
bienaventurados. Luego está la del charlatán. En Palestina, hace
2000 años, había muchísimos. La última es la del Jesús
revolucionario. Uniendo las tres, se ha forjado esta historia.
Una historia que
tiene después la suya propia. Ésa es la más interesante.
Apasionante. Entender cuáles son las fuentes de esos escritos,
desmembrarlos, acotarlos. Los apócrifos, tratarlos desde el
punto de vista lingüístico, de la arqueología del lenguaje, los
pasos que ha sufrido tras los diferentes concilios, todo eso.
Las discusiones, las herejías que pintaban a Jesús como una
realidad virtual, como el personaje de una película, como un ser
que nunca existió porque nunca había podido encarnarse al ser
Dios precisamente. Así hasta nuestros días, porque el último
dogma es de 1950, la asunción de la Virgen, que también trajo lo
suyo.
¿Ah sí? Sí,
porque los católicos pensaban que había ascendido sin saber si
había muerto o no. Mientras que los ortodoxos sostienen que
seguramente había muerto, pero no están seguros de que haya
ascendido. ¿No es un cachondeo? Yo incluso llegué a hacer un
cálculo científico. ¿Desde dónde ascendió? Verticalmente desde
Jerusalén. ¿Con qué? Con el cuerpo. Suponiendo que lo haya hecho
a la velocidad de la luz, lleva 2.000 años subiendo y, por
tanto, todavía no ha atravesado nuestra galaxia. Por ahí sigue,
está saliendo. Con cualquier telescopio potente en el mismo
Jerusalén podríamos localizarlo. ¿Se da cuenta del ridículo?
En sus desmontajes,
trata usted también los mandamientos. Los hebreos sostienen
que hay más de 600, pero en el caso cristiano, uno de los más
interesantes es el segundo, que se pierde, curiosamente. El que
prohíbe alzar y construir imágenes.
¿Cuál de todos los
dogmas es el que más le atrae? La transustanciación. La
hostia, que se basa en un principio aristotélico. Va contra la
idea de sustancia científica. A los papas les trae de cabeza.
¿De dónde le viene
esa manía de ponerlo todo patas arriba? No hace falta tanto.
Si quisiera hacer una verdadera cruzada, recomendaría una única
cosa a la gente: que leyeran la Biblia con un punto de vista
racional, con atención. Dejarían de creer inmediatamente. No
hacen falta libros anticlericales.
Es que 200 años de
Ilustración prenden finalmente en nuestra moral y en nuestra
concepción de las cosas de manera contundente. Es así. Pese
a que muchos insisten en que no puede haber moral sin religión.
Era Chesterton quien decía que si no creías en Dios, podías
creer en cualquier cosa. Yo ahora pienso lo contrario, que quien
cree en Dios puede acabar tragándose cualquier cosa. Italia es
de los países con más fe del mundo, por eso seis millones de
italianos consultan también a magos, quirománticos, echadores de
cartas. Si te crees lo de la trinidad o la virginidad, te entra
todo. Tampoco es justo ese discurso de que los laicos no creemos
en nada. No es cierto, lo hacemos en los ideales. Pero no en los
dogmas.
Eso que tanto
espanta ahora del relativismo, ¿cómo lo ve? Ahh… Ratzinger
es un ultraconservador antipático y obtuso. Estas cosas lo
prueban. Es un asunto que demuestra la incapacidad de la Iglesia
para entender casos como el de Galileo. Le han perdonado 400
años después de haberle condenado por algo que era cierto, pero
no han entendido nada. Lo admiten muchos miembros de la Iglesia,
aunque luego lo pagan. Lo dijo George Coyne, un jesuita que fue
el encargado del Observatorio Astronómico del Vaticano durante
25 años. Aseguraba que no se había comprendido la magnitud de
ese caso. ¿Y qué pasó con él? Que lo licenciaron. Este mismo
pidió públicamente al Papa que definiera sus posiciones sobre el
evolucionismo y le cesaron.
Los jesuitas, ¿son
otra cosa? Son los más incisivos, sin duda. Plantean
abiertamente sus dudas sobre muchos dogmas. Existe una anécdota
fantástica que los define. Cuando descubrieron la momia de Jesús
en Jerusalén, los franciscanos decían: es cierto lo que sufrió
por nosotros, las heridas están a la vista, debemos amarlo
todavía más. Los dominicos se plantearon: cuidado, que si está
aquí es que no ha resucitado, vamos a tener problemas con el
dogma. Y los jesuitas dedujeron: ahí lo tenemos; por tanto, ha
existido. ¿No es genial?
Martini es un buen
ejemplo de jesuita. Bueno, es que él ha llegado a criticar
hasta el libro del Papa sobre Jesús de Nazaret. Es raro, pero es
que es la minoría.
¿Es necesario
escribir libros así contra la Iglesia o es darle demasiada
importancia a todo aquello que no debería ni siquiera ser
debatido porque va contra toda razón? No sólo es necesario.
Es que me parece poco todo lo que se pueda argumentar en contra.
He tratado de escribir un libro serio, sin despreciar también la
ironía. Aunque sobre todo he intentado hacer una crítica
rigurosa basada en principios teológicos y la prueba de que ha
calado es lo que les ha molestado. La importancia de la Iglesia
es un hecho, no es que se la dé yo. No escribiría un libro
preguntándome por qué no somos raelianos. Me da exactamente lo
mismo. En Italia, 30 millones de personas se declaran católicos.
La Iglesia posee un cuarto de los bienes inmuebles, de nuestros
edificios.
Como inmobiliaria no
hay quien pueda con ella. Exacto. Además, en Italia, el Papa
vive dentro. Una solución sería enviarlo a Jerusalén. Dejemos
Roma para los romanos.
En España vive el
Opus, que también impone. Una organización que ha ganado
muchísimo poder dentro de la Iglesia por culpa de Juan Pablo II,
por cierto. Él llevó a la bancarrota las finanzas vaticanas para
financiar al sindicato Solidaridad. Fue el Opus quien tapó el
agujero.
Otro de los asuntos que
trata en el libro es el creacionismo. No creamos que es sólo un
invento de Estados Unidos, aunque ha sido allí donde se ha
desarrollado más. En Italia, ya el primer Gobierno de Berlusconi
lo reivindicó, y no me extrañaría que ahora volvieran a la
carga. Me hace gracia que ahora, para hacer el Camino, mi
compañero ha llevado la Biblia. Yo, en cambio, elegí El origen
de las especies, de Darwin. Me ha impresionado su visión de
futuro. Todas las objeciones cretinas que le ponen hoy al
evolucionismo, Darwin las prevé y además las responde en el
libro con anticipación.
¿Lo vio venir? Exacto,
y basta leerlo para frenarles. Pero el problema es que son
insaciables. Porque tampoco el evolucionismo va contra la
religión. El problema está no tanto en la creación del mundo,
sino en el momento que surge el hombre. Ahí tenían que poner su
sello.
Inventar la culpa. ¿Sin
culpa no hay negocio? Eso es.
¿Y por qué de entre
todo el cristianismo, lo que menos se sostiene para usted es el
catolicismo? Porque son los que más dogmas imponen y, por tanto,
los más fáciles de rebatir.
Más cuando la mayoría
son imposiciones caprichosas, a expensas de los papas, los
concilios, las alianzas de poder. Como la infalibilidad
pontificia, el dogma que más sospechas despierta entre los
creyentes. Encuestas de universidades católicas aseguran que en
la infalibilidad del papa sólo cree un 30% de católicos. Es el
dogma más débil. Hay otras cosas más absurdas, como que el 40%
de los que tienen fe cree que san Juan se convirtió en hijo de
la Virgen ante la cruz. Lo que le digo: si leyeran con atención
los evangelios, dejarían de creer automáticamente.