La
presencia y a la intromisión inconstitucional de los agentes del
Vaticano
Antonio García Ninet
UCR
2 de Agosto de
2008
El señor Rouco
Varela, agente del Vaticano en Madrid, sigue criticando de forma
absurda las leyes democráticas de nuestro país y, en este caso,
la que se refiere a la inclusión de la asignatura Educación
para la Ciudadanía en el conjunto de enseñanzas que reciben
nuestros estudiantes de secundaría, llegando a considerarla
inconstitucional. Lo que no ha matizado es que, efectivamente,
tal asignatura es inconstitucional en su país, en el
Vaticano, pero no en España, donde por suerte en la actualidad
disfrutamos de un gobierno democrático, elegido por el pueblo, a
diferencia del gobierno de su país, donde el pueblo no cuenta
para nada y sólo su jerarquía cardenalicia elige a su jefe
mientras éste elige a los cardenales, sin que el pueblo cuente
absolutamente para otra cosa que para obedecer sus consignas y
para darles sus limosnas a fin de que ellos vivan más que
confortablemente en sus palacios arzobispales, que no son
precisamente chozas humildes.
Y, efectivamente, es
lógico que este agente del Vaticano hable de
inconstitucionalidad de EpC, pues en su país nunca se ha
aceptado la democracia ni los valores democráticos ni los
Derechos Humanos, objeto de estudio de esa asignatura, y por eso
mismo nunca han tenido escrúpulos a la hora de estar al lado de
cualquier dictadura con la que hayan podido sacar tajada
económica, como en la España franquista, en la que la asignatura
de Religión Católica era obligatoria, no respetándose la
libertad de creencias, o como en tantas dictaduras apoyadas
desde la política mafiosa de su organización vaticana en la que
el fin justifica los medios, en la que sus fines de dominio
siempre han justificado cualquier medio, como el de gobiernos
dictatoriales y sanguinarios.
Por eso y por
incontables actitudes de la jerarquía católica y por sus
constantes intromisiones en la política de nuestro país hay que
indicar de manera inequívoca que aquí lo único inconstitucional
es la presencia de esos agentes siniestros que pretenden dirigir
desde fuera nuestra política interna, sin respetar nuestra
soberanía, y desde intereses que nada tienen que ver con un
deseo de colaborar en la búsqueda del bien común de nuestra
sociedad sino exclusivamente con la búsqueda de tener el
“mercado español” más disponible para sus intereses de dominio y
de enriquecimiento ilimitado.
El señor Rouco Varela
critica igualmente el “relativismo moral”, defendiendo un
absurdo “absolutismo moral”, ligado al dogmatismo fanático de
afirmar que el valor de la moral es absoluto, pero no el de
cualquier moral sino precisamente el de la suya y el de la de su
grupo del Vaticano, por lo que todas las demás son falsas y
quienes las siguen están dentro del terreno de la “moral
relativista”, es decir, dentro de una moral que no es la que
ellos pretenden imponer –al margen de que tampoco la
practiquen-.
Acerca del tema de la
“moral relativista” se han dicho ya demasiadas tonterías, como
la que se resume en la afirmación de que la moral relativista es
falsa porque la mía es la verdadera y, por ello, deberían
prohibirse todas las formas de moralidad distintas a la mía, que
es la que tiene un valor absoluto. Esto es lo que vienen a decir
los agentes del Vaticano, que no es nada nuevo, sino que es lo
mismo que decían sus antepasados de la Inquisición. Muchos de
quienes hablan acerca del valor absoluto o relativo de la moral
ni siquiera son conscientes de las barbaridades que dicen cuando
pretenden condenar “el relativismo moral”, pues lo que hacen es
precisamente eso: Condenar que las personas se guíen en su
comportamiento por sus propios principios y exigirles que dejen
de seguir lo que su propia conciencia les dicte para seguir las
orientaciones del Vaticano y de sus agentes en España. Pretenden
que su moral tiene un valor absoluto hasta el punto de negar que
quienes no llevan los ostentosos ropajes medievales
cardenalicios tengan derecho a seguir los criterios de su propia
conciencia a la hora de dirigir su propia vida.
Desde la falta del
respeto más elemental al derecho de los demás a su libertad de
conciencia pretenden imponen sus propios criterios o doctrinas
de moralidad afirmando de manera dogmática que quienes no
comparten sus ideas practican un “relativismo moral”
intolerable. Y precisamente esa “intolerancia” es lo que ellos
practican con su actitud, tanto por lo que se refiere a esa
falta de respeto a las conciencias ajenas como por el dogmatismo
de pretender imponer sus doctrinas en todos los ámbitos de la
sociedad y de las conciencias individuales.
Desde luego lo que
son incapaces de respetar es el principio moral de respeto a la
libertad de conciencia y de creencias. En teoría deberían
respetar el derecho de todos a pensar en libertad, a aceptar o
no aceptar las doctrinas religiosas, y, entre ellas la de la
existencia o no existencia de eso a lo que ellos llaman “Dios”,
y a vivir de acuerdo con su propia conciencia. Consideran que
Dios es el fundamento absoluto de la moral y que en consecuencia
quienes no creen en Dios –en “su Dios”- no pueden tener una
moral digna de tal nombre, y a eso lo llaman “relativismo
moral”, como si lo suyo fuera otra cosa. ¿Acaso no es
relativista la justificación de la moral a partir de la creencia
particular en ese Dios? ¿Acaso piensan que por creer en
su Dios eso les da derecho a imponer su punto de vista a
cualquiera que no piense como ellos? ¿Acaso los demás
pretendemos que ellos sigan nuestra propia forma de moral por el
hecho de que la consideremos verdadera? Como primer principio
moral de quienes defendemos precisamente ese “relativismo moral”
está el del respeto al derecho de los demás a vivir de acuerdo
con sus propios principios y a no pretender imponerles nos
nuestros. El “relativismo moral” no consiste en otra cosa que en
pensar que no existe nada por encima de la propia conciencia a
lo que se deba obedecer. Esa máxima, es, por cierto, él único
principio moral que debería regir nuestra convivencia: La
defensa de la propia conciencia como criterio de moralidad.
Curiosamente su pretendido “absolutismo moral” es “relativista”
en cuanto pretenden que los demás renuncien al valor absoluto de
su propia conciencia a la hora de decidir acerca de sus
principios morales y se adapten de manera ciega y relativista
a obedecer aquello que se les dicte desde el Vaticano o desde
sus agentes en España: “No debes hacer lo que tu conciencia te
diga, sino lo que te digamos los cardenales y el Papa, que
estamos en contacto con Dios”. Lo que muchos desconocen es que
una gran parte de esos agentes del Vaticano no creen para nada
en la existencia de ese ser en quien dicen creer sino que sólo
lo utilizan como instrumento para pretender imponerse en la
sociedad pretendiendo que ellos representan la voz de tal ser y
que los demás deben acatar fielmente sus palabras.
El respeto a la
conciencia de los demás es algo que ellos, desde su dogmatismo
fanático, todavía no han aprendido ni parece interesarle en
absoluto en cuanto no renuncien a ser una mafia cuyos tentáculos
busquen prolongarse indefinidamente en su afán por dominar las
conciencias, la voluntad y, sobre todo, el dinero de los demás.
En resumen, el
cumplimiento de nuestra Constitución exige que, como estado
soberano que es, España y su gobierno no permitan que agentes
extranjeros, como los del Vaticano, interfieran en nuestra
política nacional, de manera que, si es preciso expulsarlos de
nuestro país como parece ser el caso, por respeto a nuestro
pueblo y en defensa de nuestras leyes, se proceda a la expulsión
inmediata de tales agentes externos.
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Antonio García
Ninet es
Doctor en Filosofía